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Schuster recupera el «fútbol» de Capello

La Razón
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Recuperó Sergio Ramos el sitio y, sin quererlo, anticipó el tanto que valió el empate del Almería por tomar la decisión incorrecta; en lugar de ceder a Casillas con la cabeza, despejó mal y el gol de tres puntos de Raúl sólo valió uno porque Piatti aprovechó el centro de Crusat y adelantó a Heinze. El Almería, un juguete en manos del Barcelona, fue un incordio para este Madrid de Schuster, incapaz de dar lustre a esta plantilla que, aunque corta y coja por las bandas, seguro que no es tan mala. Las comparaciones son odiosas, lo cual no significa que no haya que hacerlas. Y en fútbol es inevitable. Messi o Agüero, Casillas o Buffon... Barça o Madrid, pues, qué quieren, no hay color, en lo que al fútbol como espectáculo se refiere. A los 37 minutos del Barcelona-Almería el equipo andaluz ya había encajado cinco goles, fue víctima de un tsunami; pero era en el Camp Nou, no en el estadio Juegos del Mediterráneo, o en La Rosaleda malagueña. El Barça ha recuperado con Guardiola el hambre de triunfo y el gusto por el fútbol de ataque. Lo que predica Schuster es una cosa y lo que pone en práctica, otra, de ahí que este Madrid se parezca cada día más al de Capello. Hasta ese inolvidable minuto 37 que cegó al Almería en la Ciudad Condal, Alves, portero local, sólo había intervenido en dos ocasiones, que no entrañaban peligro, salvo que él hubiese ayudado a que el balón entrara. Le probaron con sendos disparos flojos y a las manos Higuaín y Robben. Casillas, como Alves hasta entonces, había sido testigo accidental. Estaba allí, como Anne Archer, y vio lo que ocurría. Con Sergio Ramos recuperado para el lateral derecho, tras purgar su pecado de juventud; con Diarra, para hacer las coberturas a Ramos, y Gago por delante de la defensa, para no padecer; sin Van Nistelrooy, entre algodones, ni Guti, en el banquillo; con Higuaín, Raúl y Robben en desasistida vanguardia, sólo en el minuto 38 cambió el signo del partido, que pasaba por ser indoloro, anestésico e insípido. La clasificación pura y dura, los números fríos, la realidad tangible, eso es otra cosa diferente de lo que se ve en los terrenos de juego. La tabla de la Liga casi equipara al Madrid con el Barcelona en guarismos; pero en fútbol la diferencia es abismal. Como lo es la calidad individual que separa a los jugadores madridistas de los almerienses, de ahí el resultado del centro de Higuaín y el espléndido remate de cabeza de Raúl, en plancha, precioso, en ese equidistante minuto 38, capaz de hacer soñar al agraciado e ilustre visitante y de compungir al modesto y animoso anfitrión. En la primera mitad el jugador más destacado fue Gago, omnipresente, recuperador, pero anclado en su centro del campo. Schuster no quiere alegrías, se ha vuelto resultadista, y eso se interpreta con sólo mirar a su equipo. Resulta incluso más sencillo de entender que sus lacónicas manifestaciones, según él. Critica a los árbitros, sin pudor, y proclama que no se «interpreta bien» lo que dice cuando a sus declaraciones incorpora esa cara de vinagre que trasciende al juego de los suyos, quienes, en días poco inspirados, ni siquiera utilizan el contragolpe, su mejor arma, casi la única. Perdido como estaba, Arconada metió más picante en la alineación, con Uche y Crusat; y Schuster relevó a Pepe, «tocado», y entró Metzelder. El Almería adelantó líneas y llegó a lanzar un córner. Y Piatti falló clamorosamente con toda la portería para él y a dos metros el gol del empate. Schuster saltó del banquillo. La defensa con Metzelder no es lo mismo que con Pepe. Advertido el incipiente desaguisado, también él ordenó a sus hombres que invadieran el campo contrario. Cuanto más lejos de su defensa el balón, menos riesgos. El Almería, disciplinado, ordenado y limitado, por el presupuesto, depende de los goles de Negredo, que estuvo sin estar en él, bien marcado. En su «ausencia» aparecieron Crusat y Julio Álvarez, dos ¡uys! consecutivos frente a Casillas, quien también detuvo un pánfilo cabezazo de Soriano. Buscaba el empate el Almería, con tesón, a riesgo de quedarse desguarnecido; Schuster lo advirtió y después de asegurar el botín con Van der Vaart, por Higuaín, recurrió a Guti, que entró por Sneijder, por si armaba un contragolpe y aseguraba la victoria. No lo encontró; en cambio Piatti, esta vez sí, remató con el alma aquel balón que despejó mal Ramos y que Crusat centró con precisión. Llegó el 1-1 en el minuto 82 y Piatti no acertó también con el 2-1 porque le faltó fe. El Madrid, en cambio, añora confianza, velocidad y, sobre todo, fútbol. ¿Por qué juega tan mal? Si lo sabe Schuster, que lo diga claro, para que no haya malas interpretaciones. O que lo corrija, si es capaz.