Estrasburgo

Un forofo de las subordinadas

Su elocuencia no siempre ha sido bien entendida en el PSOE

Un forofo de las subordinadas
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Es difícil encontrar a alguien que hable más deprisa y durante más tiempo que este canario de 48 años. Juan Fernando López Aguilar es una ametralladora de la palabra; un forofo de la subordinada que desborda elocuencia hasta el punto de que puede ganar al interlocutor, no por persuasión, sino por agotamiento.
En sus propias filas bien se podría decir que es un incomprendido porque no comulga con estos tiempos en los que la brocha gorda, los eslóganes y el márketing son lo único que cuenta en política. El primer ministro de Justicia de la era Zapatero prefiere la explicación, la pedagogía, los detalles... Así que no es un político al uso. Y no sólo porque le guste el rock, toque la guitarra o haga caricaturas, sino porque dice siempre lo que piensa, aunque no convenga y su palabra sea mal entendida entre sus compañeros.
Detractores y partidarios le reconocen, sin embargo, una brillantez oratoria que no abunda hoy en nuestro Parlamento. Es allí, en el Congreso, donde López Aguilar se encuentra más cómodo, aunque por segunda vez desde que es diputado tendrá que dejar el escaño a mitad de una Legislatura. Zapatero le obligó a ello cuando le pidió que encabezara la lista del PSOE a la Comunidad canaria. Lo hizo sin rechistar, como no ha rechistado ahora cuando le ha pedido que sea el número uno al Parlamento Europeo. Ha abrazado esta causa con el mismo entusiasmo y entrega que lo hizo en 2007 para que el PSOE se convirtiera en primera fueza política en las islas. Es un europeísta convencido y por eso invoca sin cesar la trascendencia de Europa y la importancia de las decisiones que allí se toman. Y eso que éste no ha sido el discurso que se ha impuesto en esta campaña tan sucia como ajena a Estrasburgo.
Juan, como le gusta que le llamen y no le llama más que su equipo más cercano, no sabe si Europa es un viaje de ida y vuelta, si los designios de la política le llevarán, como siempre, por los caminos que él nunca hubiera elegido. Lo único que tiene hoy claro es que el equipo, o sea el PSOE, es más importante que uno mismo. Y asume la tarea con entrega.

De profesor a ministro

Tiene memoria de elefante, cierto afán de justiciero, una habilidad para la retórica que le eleva dos palmos por encima de la media de los políticos y una obsesión casi enfermiza por el perfeccionismo. Sólo así se explica que antes de cumplir los 30 fuese de los más brillantes profesores titulares de Constitucional en la Universidad de Granada. Después, jefe de gabinete de varios ministros de González y en 2004, ministro de Justicia.