México
Un largo viaje sin fronteras
El virus muta para defenderse del hombre, sobrevivir y buscar nuevas zonas climáticas donde asentarse.
Madrid- La gripe porcina ha vuelto a enseñar que las fronteras no existen para los virus. La aldea global enferma de golpes de calor, de reinventar dolencias y de colocarlas en pocas horas en algún rincón lejano del planeta. En los últimos años han salido diversos informes que relacionan el cambio climático con brotes de nuevas dolencias en áreas antes blindadas ante estas epidemias.El termómetro señalará, por tanto, las nuevas zonas expuestas a sufrir enfermedades. El calor es un imán de virus cuando los agentes son, por ejemplo, mosquitos o garrapatas. «Si sube la temperatura del planeta en zonas no tropicales, el mosquito sobrevivirá en número suficiente para convertirse en una amenaza real de contagio», explica el doctor José Luis Guillén, parasitólogo y experto en enfermedades tropicales. La FAO ya alertó en 2007 de que «el cambio climático y la mejora de las comunicaciones están provocando focos de enfermedades tropicales en occidente». Sin embargo, la llegada de una enfermedad a una nueva zona geográfica no significa que su afección vaya a ser igual que la ocurrida en el lugar del que procede. «Un hombre europeo, bien alimentado y con buena higiene, está más preparado para enfrentarse a una dolencia que un niño africano», dice el doctor Guillén. El ejemplo lo estamos viendo hoy con la gripe porcina, que ha provocado ya decenas de muertes en México y, hasta ahora, un solo fallecimiento de un bebé en el resto del planeta (EE UU). ¿Cuál es la diferencia? «No sólo se trata de una mejor protección inmunológica, también influye la falta de vacunas en los países en desarrollo, que impide controlar los brotes en origen», escribieron los doctores británicos Ernest Gould y Tom Solomon, en la revista «The Lancet». Ambos anunciaban la estrecha relación que se avecina entre los virus y cambio climático.Son diversos los ejemplos de enfermedades tropicales que están expandiéndose por el planeta. La fiebre amarilla es originaria de África. Desde allí viajó en los barcos de esclavos a Sudamérica, para dar luego el salto a Norteamérica y Europa. La globalización vírica Un importante enemigo para el hombre es el mosquito Aedes aegypti, de origen africano e incrustado en los neumáticos de los vehículos, que ha diseminado por Europa enfermedades como el dengue, la fiebre amarilla y la dirofilariosis canina. La presencia de este mosquito, favorecida por el calentamiento, ha hecho saltar las alarmas en EE UU y la UE.Lo que no es amenaza sino realidad es el largo viaje de la lengua azul. Una enfermedad que ataca a los herbívoros y que ha hecho más de 10.000 kilómetros desde los pastos de Sudáfrica hasta los fríos campos ingleses. Entre medias ha dejado cerca de 100.000 ovejas muertas en España y una ola de pánico en todo el campo del viejo continente. Lo mismo ocurre con el Virus del Oeste del Nilo, que ha pasado del continente africano a Europa, India, Oceanía y EE UU por las migraciones de los pájaros. En todos estos casos el vehículo transmisor han sido animales, pero el hombre es también un eficaz agente. «Sólo hay que recordar la propagación del sida y la gripe», dice Guillén.El gran problema que tienen los científicos es que las enfermedades mutan y se protegen para sobrevivir. «Dependiendo de la zona geográfica un medicamento puede ser eficaz para erradicar una enfermedad o no», dicen los médicos. Es decir, no es lo mismo la malaria americana que la asiática. «Ni siquiera una vacuna sería al cien por ciento efectiva contra la malaria», contesta Guillén. Esto explica, en parte, los rebrotes de algunas enfermedades que parecen erradicadas de determinadas zonas. El hombre crea medicamentos para acabar con una dolencia y la dolencia se protege reinventándose para sobrevivir al hombre. La lucha por la supervivencia es también cosa de los virus, que ahora encuentran autopistas para recorrer el planeta.
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