Balón de Oro
Un melodrama de pacotilla
Ver al Madrid acomodándose en páginas más propias de «El Caso», por lo que tiene de truculento, y casi de parricidio a una institución, tiene la justa gracia. Ninguna. Tanto da si Ramón Calderón llora o se le quiebra la voz. El melodrama nunca se ha instalado en la Casa Blanca. Como mucho la comedia, por lo que tiene de alegría, o el suspense, pero el melodrama cercano al folletín sa- zonado con un cine negro de pacotilla no. Por mucho que Mijatovic, así, visto al bies, tenga pinta de salir recién duchado de una película de mafiosos. No, ése no es el género del Madrid. Este club nació para la épica, personificada en Di Stéfano, Gento, Juanito, Raúl, Zidane y tantos otros, que como se citen se hace una Liga de Campeones sin salir del Bernábeu.
Lo de ahora es un sin Dios y que ídem nos asista. El vodevil se ha convertido en una astracanada poblada de bufones sin rey que los asista. Yo, porque ando entretenida con otros desaires mundanos, si no estaría evitando la información por no azuzar al hígado a expulsar tanta bilis imposible de digerir.
Se pensará que tampoco es para tanto, pero como el fútbol si conoce una ley es la del afecto irracional, lo de los merengues esta semana es para instalarse en ese tipo de desamor que linda con el rencor cuando no lo invade. Las victorias que están por venir consolarán. Incluso disimularán la vergüenza de verse retratados como lo que han parecido: unos facinerosos que, en nombre del club, han cometido tropelías. Hay que dar paso a la cirugía, amputar para extirpar la humillación y contemplar la cicatriz como un accidente y no como una herida que se ha llevado la dignidad por delante. Que cuando los despachos invaden el césped, malo. Y estar en boca de todos por esto, peor.
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