Comunidad de Madrid

Un paseo por el colmenar de La Hiruela

La Razón
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Siglos de aislamiento han hecho posible que La Hiruela conserve un ecosistema con valores paisajísticos sin alterar. Quizás La Dehesa, un bosque de roble melojo y albar, sea el espacio natural más emblemático de este pueblo -cuya altitud varía desde los 1.827 metros de Pico de Porrejón a los 1.200 metros de la orilla del Jarama-, aunque en realidad todo el entorno, incluido el núcleo urbano, se muestra ajeno al paso del tiempo. Al igual que los otros municipios que integran la Sierra del Rincón, declarada en 2005 Reserva de la Biosfera por la Unesco, en reconocimiento a su gran riqueza paisajística, a la representatividad de sus ecosistemas mediterráneos y a su modelo de conservación de la biodiversidad, La Hiruela es un ejemplo de la aplicación de prácticas de desarrollo sostenible. Y por la zona transcurre una de las cinco sendas por la Sierra del Rincón que ha diseñado la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid y ha contado con el patrocinio de Caja Madrid. El paseo empieza en la calle La Dehesa, a la derecha de la Iglesia. Un cartel de madera con forma de flecha indica la calleja que debe tomar para llegar hasta la pradera donde se encuentra el molino harinero. Aquí se molía, y se muele todavía, el centeno, «cereal típico de suelos pobres y fríos como éste», aclara Elena de Mingo, coordinadora de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón. En el camino el paseante irá dejando atrás huertos frutales con ciruelos, manzanos, perales, cerezos, nogales y endrinos y el robledal de melojo. Acto seguido, cruzará por un puente de madera sobre el Arroyo de la Fuentecilla y atravesará un zarzo que impide el paso del ganado. Cien metros más arriba surge una senda que se abre a la derecha, paralela a la carretera M-132. Caminando entre jaras, enebros y robles, el caminante verá en la ladera de enfrente uno de los colmenares comunitarios más antiguos y con mayor número de «corchos» de España. Según cuenta De Mingo, «las familias ponían allí algunas colmenas para complementar su economía de subsistencia con la apreciada miel que extraían». Si continúa por la misma senda, el caminante llegará a una pequeña pradera con avellanos. Un camino de tierra conduce hasta el bosque de roble melojo, albar y nogales. Además de las vigas para las casas, «de las ramas finas con hojas, los habitantes de la zona sacaban el alimento invernal para el ganado y con los tallares de robles medianos hacían leña, favoreciendo así la renovación del bosque», explica Elena de Mingo. Al llegar a la depuradora de aguas residuales, se coge el camino de gravilla que sale a la izquierda y, otra vez entre huertos de frutales, se llega a la calle Corcho, ya asfaltada, a pocos metros de la Plaza de La Hiruela, donde termina el recorrido.