Londres
Y el público respondió
Ciclo de IbermúsicaSchönberg: «Concierto para piano y orquesta, Op. 42» y «Gurrelieder», Mahler: «Sinfonía nº 9». Director: Esa-Pekka Salonen. Auditorio Nacional de Música, Madrid, 18 y 19-III- 2009.«¡Qué desperdicio, una pianista, y una orquesta, tan buenas, para hacer esto!». «Esto» era el «Concierto para piano, Op. 42» de Schönberg, que acababan de interpretar, dentro de la gira que abre el ciclo «Viena, ciudad de los sueños, 1905-1935», la japonesa Mitsuko Uchida y el finlandés Esa-Pekka Salonen, nuevo titular de la Philharmonia de Londres; el comentario provenía de una elegante espectadora del ciclo sinfónico más caro de Madrid, y se emitía tras una interpretación formidable, milagrosa en su claridad, de la obra citada. No hubo, inicialmente, el mismo nivel de excelencia con la enorme obra (81 minutos) que completaba la hiperdensa sesión, la «Novena Sinfonía» de Mahler. Claridad primorosa en el capital Andante de apertura, sí, pero un cierto deambular con el piloto automático, del que Salonen fue prescindiendo, apuntalando sarcasmo sobre ironía, hasta desembocar en el Adagio final, en el que el finés dictó un curso sobre intensidad progresiva y dinámica decreciente. Otro espectador comentaba antes de empezar los «Gurrelieder» del segundo concierto «Primea parte, segunda y tercera… ¡y todo dodecafónico!». Luego él y los que pensaron como él debieron cambiar de opinión a tenor de un entusiasmo final no del todo justificado. La partitura es tan inmensa en sus exigencias instrumentales y corales como en el plazo que Schönberg se dio para componerla. Y Salonen pecó de lo mismo que en la «Novena» malheriana, primando el análisis y el orden sobre el contenido poético-emocional ya desde el preludio. Hubo además el handicap de no contar con grandes voces. Afortunadamente, la orquesta Philharmonia y los tres coros compensaron con sus sonidos potentes. Dos conciertos carísimos y con programas nada fáciles, pero el público respondió.
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