Barcelona
Yo soy «tomasista»: el torero y su hinchada
El día que José Tomás volvió al lugar del crimen, la plaza de toros de Linares, justo 60 años después de la muerte de Manolete, su amigo Joaquín estaba ahí, como en las grandes ocasiones. Y cuando el diestro de Galapagar enfiló la enfermería con una cornada, muchos se acordaron del brindis que el torero le había dedicado. «Por darnos la vida con lo que escribes», le gritó Tomás a Sabina. «Es pura poesía toreando», le recompensó después el cantante. También en su histórica reaparición en Barcelona, o en México, la plaza de su alternativa, Sabina & friends estuvieron allí para festejar su arte. Son ya un ingrediente más del mito.Sabina, Miguel Bosé, Joan Manuel Serrat, Albert Boadella, José Corbacho, Vicente Amigo y tantos otros han hecho del «tomasismo» una religión. Algunos presumen incluso de que se puede ser «tomasista» sin ser aficionado a los toros, como si se pudiese amar a Sinatra sin gustarle a uno la música, o venerar a Messi sin entender el fuera de juego. ¿Por qué José Tomás? «Porque ha vuelto a considerar la Fiesta como un ritual, más que una fiesta. Con él se convierte en un sacrificio, como en la antigüedad», explica el dramaturgo Boadella. ¿Cuál es el territorio de Tomás?, se pregunta el escritor Jorge Berlanga: «Un matador que logra apoderarse del toro sin inmutarse puede que esté más allá de cualquier espacio o tiempo, de cualquier frontera, de cualquier plaza o ruedo y geometría de albero».«Un torero grandísimo»El mérito de Tomás está, precisamente, en sentar en un mismo tendido a personajes públicos de toda condición que, en muchos casos, sólo serían capaces de ponerse de acuerdo a la hora de blandir su pañuelo blanco desde la grada; una hinchada heterogénea que, siempre que puede, le sigue allá a donde va. Y, sin embargo, el 5 de julio lo tendrán más difícil porque, esta vez, el torero no repartirá entradas a sus amigos, entre otras cosas porque es una corrida benéfica. Muchos, además, estarán atados por sus compromisos laborales, como Corbacho. O como el director Agustín Díaz Yanes, que describe a Tomás con generosidad superlativa («es un torero grandísimo, aunque no el único», advierte). O, muy a su pesar, Boadella: «Ese día estaré en Zurich viendo una compañía. Por desgracia, allí no hay ni toros ni jamón de bellota».Quien sí irá a Barcelona será Vicente Amigo, otro de sus incondicionales. Para él Tomás no sólo es un ídolo, sino una fuente de inspiración, y por eso le ha dedicado ya dos temas. No le pregunten por qué: «Su toreo es pureza y libertad, es el dolor y la alegría. Lo más valioso es la vergüenza que tiene, su valor y su arte». Para otros, el diestro es el referente para reivindicar los toros en Barcelona, aunque tengan poca fe. «Lo suyo es una heroicidad, pero me temo que es una batalla perdida», explica Boadella.Al final, el diestro es a su gente lo que su gente es a él. «La división entre el interés que tiene el público por él y el interés que tiene él por el público es como la distancia entre Madrid y Barcelona, puede equivaler a un punto inexistente. Lo que importa es hasta dónde puede llegar el arrebato de la aventura ensimismada, hasta que la sangre marque el mapa de la realidad ausente». Palabra de Berlanga.
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