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Reino Unido

Jeremy Corbyn se juega su futuro político en las urnas

El líder laborista obvia el Brexit en la campaña y prefiere centrarse en la defensa del Sistema Nacional de Salud y en la nacionalización de servicios públicos como la luz o el gas

Britain's opposition Labour Party leader, Jeremy Corbyn, campaigns in the North West
Su ambigüedad sobre el Brexit y las acusaciones de antisemitismo lastran la campaña del líder laborista, Jeremy CorbynANDREW YATESReuters

Durante la peor crisis institucional que se vive en Westminster no han sido pocas las ocasiones en las que los analistas han destacado que el escenario habría sido distinto si la oposición hubiera contado con otro líder. Lo cierto es que desde que Jeremy Corbyn tomó las riendas del laborismo en 2015, la formación ha pegado un gran giro radical a la izquierda que no acaba de convencer al electorado. El propio Corbyn –que está a favor de la nacionalización de los ferrocarriles, el gas y la electricidad y venera la figura de Hugo Chávez- no acaba de convencer. Se trata del líder más impopular de la historia del Reino Unido.

Su clara ideología marxista crea pavor en la City. Su ambigüedad ante el Brexit es sumamente criticada y las acusaciones de antisemitismo son un lastre del que no consigue desprenderse. Pero, pese a todo, el veterano político, de 70 años, podría convertirse en el héroe de las elecciones del jueves sin ni siquiera ganarlas. Tan solo requiere que el “premier” Boris Johnson se quede sin la ansiada mayoría absoluta que necesita para ejecutar el divorcio con el bloque. Ya lo consiguió en 2017 pese a estar hasta 22 puntos por detrás de los tories en las encuestas por lo que los analistas consultados no se atreven a descartar por completo ahora ningún escenario. Porque, debido al voto táctico y al complejo sistema electoral británico Corbyn se convierte ahora de alguna manera en la última esperanza para los “remainers”.

La promesa del Brexit con la que Corbyn se presenta a estos comicios es la de solicitar una nueva extensión a Bruselas para poder negociar un nuevo acuerdo de retirada en un plazo de tres meses y someterlo a referéndum en un plazo de seis. En cualquier caso, a pesar de que estas elecciones anticipadas han sido convocadas por la incapacidad de la clase política para ejecutar la salida de la UE, el líder de la oposición está pasando de puntillas en la campaña por la cuestión comunitaria para centrarse en políticas domésticas y, ante todo, la denuncia de la crisis del Sistema Nacional de Salud (NHS), cuestión en la que tradicionalmente los laboristas siempre han gozado de más popularidad que los “tories”.

Lo cierto es que el que presume de ser el sistema salud más grande del mundo financiado con fondos públicos lleva ya tiempo enfermo. Los síntomas se agudizan seriamente en invierno. Para primavera, que es normalmente cuando los británicos celebran elecciones, los dolores mejoran y pasan a segundo plano.

El problema es que las urnas se sacan ahora en pleno diciembre, circunstancias que no se daban desde 1923, y el paciente está grave, con los servicio de urgencias completamente colapsados. El pasado mes de octubre, se alcanzaron los peores datos desde que existen registros en 2004. Solo una de cada seis personas fue atendida antes de las cuatro horas, que es el objetivo marcado para los hospitales de Inglaterra (Irlanda del Norte, Escocia y Gales tienen sus propias competencias).

Y da la casualidad, que los centros más saturados se encuentran el norte de Inglaterra, precisamente donde están los llamados “distritos marginales”, aquellos donde ni laboristas ni conservadores tienen el voto asegurado, en definitiva, aquellos donde Johnson se juega ahora la mayoría absoluta que necesita para sacar al Reino Unido del bloque.

En este sentido, la polémica creada por la fotografía de Jack Willment-Barr, un niño de cuatro años durmiendo en el suelo de la sala de urgencias, es tremendamente significativa en la recta final de campaña.

La reacción el lunes del primer ministro -metiéndose en su bolsillo el móvil del periodista de ITV que insistentemente le preguntaba por la fotografía – ha sido sumamente criticada y políticamente, Corbyn no ha dudado sacar provecho del episodio para acusar a los tories de no importarles el NHS.

Es más, durante toda la campaña, el laborista ha acusado al premier de querer privatizarlo como parte del acuerdo comercial que quiere negociar con Estados Unidos tras el Brexit. En este sentido, los laboristas sacaron a la luz un documento gubernamental donde Londres y Washington han estado tratado en los últimos meses, entre otros, la cuestión de las patentes farmacéuticas. Diferentes expertos apuntan ahora a que detrás de la filtración pueden estar los rusos. No hay evidencias de que los “tories” quieran privatizar el sistema, pero es eslogan “El NHS no está en venta” se ha convertido en estrella de la campaña oposición.

Por otra parte, lejos de intentar complacer al electorado laborista que ve con recelo su giro (o más bien volantazo) hacia la izquierda, Corbyn ha presentado en estos comicios el manifiesto electoral más radical de los últimos tiempos donde, aparte querer dejar al Reino Unido con el impuesto de sociedades más alto del G-7, aboga por la nacionalización parcial de la empresa British Telecom para ofrecer banda ancha gratuita de Internet a todos los hogares, así como la renacionalización de los servicios de ferrocarril y de transporte en autobús.

Según los sondeos, el 45% de los votantes está a favor de las nacionalizaciones que propone, sin embargo, no confían en que el veterano político sea el hombre adecuado para llevar a cabo los planes.

En definitiva, Corbyn sigue sin convencer al electorado. Con todo, sin apenas hablar del Brexit, podría convertirse en la opción por la que se decanten finalmente aquellos que quieran evitar una mayoría absoluta tory. Y en este sentido, sin ganar los comicios, el laborista radical podría ser el vencedor.