Coronavirus
Un confinamiento de ultramar (III): Lo tenemos todo controlado
Cuando los epidemiólogos advertían de que el desastre en Asia y Europa llegaría muy pronto Trump hizo caras y caretas y contó algún bromazo
El ventajismo, que los cínicos confunden con pragmatismo, fue emblema del gobierno Trump durante tres años. Impúdico sin que sus trolas molestaran a los acólitos, constante en la falta de convicciones, aconsejaba desconfiar de los expertos y agraviaba a la prensa. Cuando los epidemiólogos advertían de que el desastre en Asia y Europa llegaría muy pronto Trump hizo caras y caretas, contó algún bromazo, convocó nuevos maratones con sus feligreses, mítines con miles de personas, y abroncó a los científicos por pelmazos, sensacionalistas y aguafiestas. Afortunadamente la Casa Blanca ha cambiado el discurso. Sobre todo después del informe que alerta de millones de muertos en ausencia de medidas drásticas.
Necesitaríamos aproximadamente 18 meses de toque de queda flexible, con millones de tests y los sospechosos en cuarentena, con los colegios y los bares cerrados, si queremos evitar rebrotes. Más o menos hasta que no dispongamos de una vacuna en grandes cantidades. Lo malo es que vete tú y convence a millones de que toca arriar las velas, confiar en las autoridades, tomarse en serio sus recomendaciones.
El columnista del New York Times, David Leonhardt, ha reunido una lista con las declaraciones del presidente cuando minimizaba el coronavirus. La primera, del 22 de enero. Joe Kernen, de la NBC, le pregunta si teme una pandemia. «No», respondió Trump, «De ningún modo. Y lo tenemos totalmente bajo control. Es una persona que viene de China, y lo tenemos bajo control. Va a estar bien». Recuerda Leonhardt que el 22 de enero el virus ya estaba en cinco países y que «China comenzaba a tomar medidas drásticas y estaba a punto de cerrar la ciudad de Wuhan». El columnista acusa a Trump de no hacer otra que cosa que subestimar los ecos de los sismógrafos, que alertaban de un terremoto al otro lado de un mundo interconectado por miles de vuelos diarios y en el que las pandemias, como los muertos de Drácula, viajan deprisa (die Todten reiten schnell). Las comparaciones, odiosas pero sobre todo imprescindibles, invitan a copiar por orden cronológico los berridos presidenciales y las advertencias médicas. Van unos ejemplos recopilados por Leonhardt. 28 de enero, en el Wall Street Journal, Luciana Borio, ex directora de Políticas de Preparativos Médicos y Biodefensivos en el Consejo de Seguridad Nacional entre 2017 y 2019, y Scott Gottlieb, ex comisionado de la Administración Alimenticia y Farmacéutica 2017 y el 2019: «La nueva epidemia de coronavirus en China tiene unas características que pueden hacerla muy difícil de controlar. Si las autoridades de salud pública no interrumpen la propagación pronto podría infectar a muchos miles de personas en todo el mundo, interrumpir los viajes aéreos, desbordar los sistemas de atención médica y, lo peor de todo, cobrarse más vidas». Trump, 30 de enero: «Lo tenemos bajo control. Tenemos muy pocos casos en este país en este momento: cinco. Y todas esas personas se están recuperando con éxito». Recuerda Leonhardt que la Organización Mundial de la Salud, ese mismo día, el 30, «declaró que el coronavirus es una “emergencia de salud pública de interés internacional”. Anunció 7.818 casos confirmados en todo el mundo».
Avancemos con Leonhardt al 6 de marzo. Cuando William Hanage, profesor de epidemiología en el Centro de Dinámica de Enfermedades Contagiosas de Harvard, escribe en el Washington Post que «La batalla para evitar que el covid-19 llegue a Estados Unidos probablemente haya terminado sin disparar un solo tiro. No hemos sido engañados, superados o esquivados. Sabíamos lo que se avecinaba. Simplemente miramos para otro lado mientras el coronavirus entraba». El 6 de marzo, ¿entienden? ¿Sí? Pues 4 días antes, el 3 de marzo, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de la UE aconsejara a todos los países miembros «evitar actos multitudinarios innecesarios». No sé si me explico. Y ahora les dejo, que el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, está diciendo que el Estado necesitará unas 110.000 camas en los hospitales en los próximos 45 días, ahora mismo tenemos 53.000, así como pasar de los 3.000 ventiladores disponibles a 37.000.
El departamento de Defensa anuncia que enviará dos inmensos barcos hospitales a los muelles de Brooklyn. Con capacidad para tratar a los pacientes de traumatismos y así liberar plazas de los futuros enfermos de neumonía. En el frente local tengo a Mónica en plena operación para coordinar la escuela desde casa. Dice el alcalde que estamos cerca del toque de queda.
Varias generaciones, que no conocieron la guerra, que jugaron a la revolución sin quitarse los pañales, saborean ya el significado de la palabra emergencia, las ásperas implicaciones de una verdadera alerta.
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