Guerra comercial

Starmer saca pecho de su éxito diplomático frente a Trump

Con su política de halagos, el «premier» arranca al inquilino de la Casa blanca un acuerdo comercial entre Reino Unido

y EE UU en plena guerra comercial

El "premier" británico, el laborista Keir Starmer
El "premier" británico, el laborista Keir StarmerKirsty WigglesworthAgencia AP

El premier Keir Starmer está exultante. El Reino Unido se ha convertido en el primer país en cerrar un acuerdo comercial con Estados Unidos tras la conmoción global creada por el "Día de la Liberación" el pasado 2 de abril, cuando Donald Trump impuso aranceles punitivos a las importaciones de prácticamente todos los países del mundo. Downing Street matiza que la estrategia de "relaciones cálidas, mentes frías" ha dado sus frutos. Aunque también ha sido clave la gran adulación al inquilino de la Casa Blanca, con invitación incluida por parte de Carlos III para una visita de Estado.

La carta se la dio en mano a Trump el propio Starmer cuando ambos se reunieron en febrero en el Despacho Oval, donde el líder laborista no escatimó en elogios. Trump le devolvió el favor. “Eres un negociador muy duro”, le dijo. En definitiva, el laborista se muestra firme sólo en privado. La misma táctica la utilizó tras el gran enfrentamiento entre Trump y el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy. En lugar de condenar la escena en redes sociales como la gran parte de mandatarios europeos, prefirió llamar a ambos para intentar calmar la tensión.

La oposición en Westminster asegura que su `modus operandi´ es una señal de debilidad. Considera que debería ser duro también en público con el norteamericano, como el nuevo primer ministro de Canadá, Mark Carney. Pero Starmer, que ha intentado priorizar la construcción de puentes trasatlánticos en un momento en que otros líderes mundiales han adoptado una estrategia de confrontación, reivindica su política de mantener la calma y la cortesía ante los dramas.

Con el acuerdo comercial “histórico” -según sus protagonistas-, Washington reduce los aranceles del 27,5 % al 10 % para 100.000 automóviles británicos con destino a Estados Unidos al año y pone a cero los aranceles del 25 % sobre el acero y el aluminio. A cambio, Londres permitirá que 13.000 toneladas de carne de res estadounidense entren al Reino Unido sin aranceles. Las exigencias de la Casa Blanca para que Londres suavizara el impuesto a los servicios digitales que gravan a los gigantes tecnológicos no dieron resultado, al menos por ahora.

Tras la reacción negativa a nivel nacional por su ola de aranceles, Trump necesitaba desesperadamente anunciar que se había cerrado algún pacto, cualquiera, cuanto antes. Estaba ansioso por anunciar fortaleza y lograr una victoria antes de partir la próxima semana hacia Oriente Medio, en lo que supondrá el primer viaje al extranjero de su segundo mandato -sin contar con la visita a Roma para el funeral del papa Francisco-. Y el Reino Unido – que sigue siendo la sexta economía más grande del mundo- supo aprovechar la oportunidad.

Los detalles del acuerdo comercial aún se desconocen, por lo que quedan muchas cuestiones por resolver. Entre otras, en qué medida puede alejar a Starmer de su anhelado `reinicio´ en las relaciones con la UE tras los turbulentos años del Brexit. Asimismo, si Trump intenta imponer el orden mundial contra China, están en peligro los intentos del Ejecutivo laborista de congraciarse con Pekín.

Pero, por ahora, Starmer, que esta semana también cerraba un acuerdo de libre comercio con la India, puede anotarse una gran victoria. Al fin y al cabo, no sólo ha logrado ser el primero, sino que ha conseguido cerrar el pacto más ansiado tras el Brexit que los anteriores gobiernos conservadores no pudieron cerrar tras años de negociaciones.

En 2016, Barack Obama advirtió memorablemente al Reino Unido que, si abandonaba la Unión Europea, quedaría al final de la fila para cualquier acuerdo comercial. Pero, nueve años después, el Brexit británico se encuentra ahora a la cabeza, con Starmer -que siempre abogó por la permanencia en el bloque- atribuyéndose el mérito. Curioso cómo se desarrollan los acontecimientos.

Con el pacto, Starmer intenta remontar ahora en las encuestas tras los malos resultados cosechados en las elecciones locales de la semana pasada ante el auge de la derecha radical de Reform UK, liderado por el populista euroescéptico Nigel Farage. Y también espera que el acuerdo comercial libere al Reino Unido de los peores efectos de la guerra arancelaria y aumente sus posibilidades de crecimiento económico, que de momento sigue estancando.

Los estándares de alimentación siempre habían sido el mayor punto de fricción entre el Reino Unido y Estados Unidos para cerrar un acuerdo comercial. En este sentido, Londres mantiene sus líneas rojas: los alimentos estadounidenses importados tendrían que cumplir con las normas británicas sanitarias y fitosanitarias. Por lo tanto, la carne de res con hormonas y el pollo clorado siguen prohibidos.

“Somos el primer país en lograr un acuerdo de este tipo con Estados Unidos, y en una época de inseguridad e inestabilidad global, esto es tan importante”, recalcó el premier, quien matizó, eso sí, que nunca firmará nada que no sea bueno para el Reino Unido. “Si no es bueno para el país, no lo haremos; si no significa más dinero para la gente, no lo haremos; si no significa seguridad y renovación en todo el país, no lo haremos”, señaló.

Así mismo, el líder laborista insistió en que no se tiene por qué elegir entre Estados Unidos y la UE. “Creo sinceramente que podemos tener una buena relación y un buen acuerdo con ambos. Miren lo que hemos demostrado esta semana con paciencia, pragmatismo y no haciendo política como si fuera una actuación, sino haciendo política como el arte serio de la negociación”, puntualizó.

Estados Unidos es el principal socio comercial del Reino Unido, que exporta un volumen de unos 200.000 millones de libras anuales (unos 235.000 millones de euros), con un enorme peso de los vehículos y la industria farmacéutica. El mercado estadounidense es el destino de referencia de la automoción británica, por lo que cabe calificar el pacto como una victoria estratégica para Londres.