Joe Biden

Biden ante la herida racial: “No traficaré con el miedo. No avivaré el odio”

El candidato demócrata reaparece con un discurso de unidad ante la mayor ola de protestas en cinco décadas

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Joe Biden llegó a la epidemia del coronavirus como virtual candidato demócrata a la Casa Blanca. Cuando parecía que la ocasión propiciaba la vuelta al escenario este no podría haber trocado en algo más explosivo: los disturbios raciales, con las principales ciudades envueltas en protestas y el presidente, Donald Trump, abandonado a una retórica incendiaria, colocan en un lugar inquietante al aspirante demócrata. El electorado afroamericano es parte esencial de sus apoyos. Al mismo tiempo no puede permitirse el lujo de adoptar posturas de corte populista, haciendo guiños a los alborotadores más violentos.

Antes de la muerte de George Floyd, durante los primeros días del virus, Biden supo que su hoja de ruta había cambiado de forma irremediable: las medidas de confinamiento, destinadas a contener la pandemia y aliviar la carga hospitalaria propiciaron la suspensión y/o el retraso de varias de las elecciones primarias. En las semanas previas todo parecía sonreírle. El último rival que todavía quedaba en la carrera, el senador por Vermont Bernie Sanders, había renunciado definitivamente al sueño de pelear por la Casa Blanca. No pudo ser en 2016, cuando perdió a manos de Hillary Clinton, y tampoco en 2020, derrotado por el candidato del aparato. Dos meses más tarde, con los 50 Estados de la Unión en distintas fases de reapertura y los números de contagios y fallecimientos a la baja, vuelven las primarias. Se celebraban en ocho estados.

Algunas llevaban programadas desde meses. Otras, en efecto, fueron aplazadas por el cataclismo vírico y el medio a generar más contagios. Aunque todos los candidatos demócratas menos Biden se han retirado de la competición todavía restan Estados donde sus nombres lucen en las papeleta. Su archienemigo, Sanders, ya ha pactado que dará todos sus delegados a Biden. Igual que el resto. Pero deben de celebrarse porque técnicamente Biden todavía no tiene la mayoría suficiente para ser el candidato oficial.

Carrera demócrata a la presidencia, delegados que le faltan a Biden
Carrera demócrata a la presidencia, delegados que le faltan a BidenTeresa Gallardo

Necesita sumar más delegados. El carácter simbólico del proceso no impide su vertiente legalista. Biden, que acumulaba 1.556 delegados, necesita alcanzar la cifra mágica de 1.991. El siguiente en la carrera, Sanders, cayó con 1.007. Abandonó la noche en la que conquistó California, uno de los grandes premios de las primarias, pero perdió en otros diez estados. Entre eso y las debacles previas no le quedó más remedio que postrarse ante el nuevo rey. Igual que Elizabeth Warren, que se quedó en unos pírricos 58 delegados, muy lejos de sus grandes ambiciones. Michael Bloomberg, ex alcalde de Nueva York, con apenas 43 delegados, demostró que el rodillo feroz de una campaña dopada con cientos de millones acaba rápidamente gripado si el candidato no tiene metal político.

El ex alcalde de South Bend, Pete Buttigieg, veterano de guerra, homosexual y gran revelación de la carrera, cayó con 21. Amy Klobuchar dobló la rodilla con 7 y Tulsi Gabbard con apenas 2. Joe Biden, el viejo y cansado Biden, el veterano de mil guerras políticas, el ex vicepresidente con Barack Obama, el hombre al que el propio Obama había desdeñado en 2016 para ofrecer su apoyo a Clinton, se alzaba con la púrpura y competiría con un Donald Trump envalentonado, limpio de escándalos tras las grandes victorias personales cosechadas a cuenta del Rusiagate, desinflado como un globo de helio, y el “impeachment”, condenado a morir en un senado de mayoría republicana. Pero se cruzó el virus, y trajo una devastación humana, psicológica y económica nunca vista desde las grandes crisis del siglo XXI.

Desaparecido durante el coronavirus

En las peores semanas de la pandemia Biden no fue sino una nota a pie de página. El protagonismo se repartía entre las estrambóticas ruedas de prensa de un presidente entregado al histrionismo y las homilías diarias de figuras como el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, que acaparó la atención de la nación y el fervor de una parte del frente demócrata. Biden no estaba escondido, pero tampoco podía prodigarse en los platos en unos momentos en que sólo interesaba la gestión gubernamental, y mucho menos podía eclipsar a los gobernadores y alcaldes demócratas, duramente enfrentados a una Casa Blanca que en no pocas ocasiones parecía haber renunciado a su papel de árbitro.

En el día siguiente de que Trump se definiera como el presidente de la ley y el orden, apenas 15 horas más tarde de que los antidisturbios cargasen contra una multitud para que el presidente pudiera hacerse una foto, Biden habló desde Filadelfia: «No traficaré con el miedo y la división», dijo. «No avivaré las llamas del odio. Intentaré sanar las heridas raciales que han afectado a nuestro país durante mucho tiempo y no las usaré para obtener ganancias políticas. Haré mi trabajo y asumiré la responsabilidad. No culparé a los demás».

Nadie sabe si podrá sobreponerse a sus propias debilidades como candidato, ni en qué medida el coronavirus trastocará las próximas elecciones. Pero Biden, acuciado por las contradicciones y las presiones, tenía que asomarse de una vez a los televisores de los estadounidenses. Ayer fue el primer día de su regreso.