Estados Unidos

Llega la ofensiva de Trump tras el ataque de Biden

La consagración del ex vicepresidente. El candidato demócrata cierra su convención con un discurso sobre su capacidad de tender puentes, mientras el presidente acude a un acto de campaña en Pensilvania, su estado natal

Donald Trump, Joe Biden
Donald Trump, Joe BidenlarazonAP

Con el discurso y consagración de Joe Biden llega el segundo tiempo del partido por la Casa Blanca. Turno de Donald Trump, que contraataca la semana que viene y ya hace manos con una serie de tuits donde acusaba a Barack Obama y a Joe Biden de espiar su campaña y usar las cloacas del Estado para violentar la democracia.

La misma democracia que según Obama pone en peligro Trump cada vez que acusa a un juez incómodo; en cada ocasión en la que tacha a la prensa de enemiga del pueblo; todas y cada una de las veces en las que ha declarado su admiración por los dictadores de Rusia, China y Corea del Norte. El partido promete ser el más violento en décadas. Juego duro, como el que ya había anticipado el propio Obama en un discurso que fue puro terciopelo en las formas y hierro colado en el fondo.

A Obama siempre lo acusaron de ser excesivamente presidencial, de rechazar el cuerpo a cuerpo y no opinar de los desmanes de su sucesor. Hasta que en vísperas de que su antiguo vicepresidente pronunciase su propio discurso entregara una de las denuncias de un ex presidente más contundentes y avasalladoras. «Donald Trump no ha crecido en el trabajo porque no puede», dijo Obama, «Y las consecuencias de ese fracaso son graves. 170.000 estadounidenses muertos.

Millones de puestos de trabajo perdidos mientras que los que están en la cima reciben más que nunca. Nuestros peores impulsos se desataron, nuestra orgullosa reputación en todo el mundo está gravemente disminuida y nuestras instituciones democráticas amenazadas como nunca».

Obama insistió en que para Trump no hay principios, ni objetivos, ni otro deseo que lograr el aplauso inmediato. Trata la Casa Blanca como si fuera un programa de televisión. Mantuvo la línea delimitada antes por Clinton y Elizabeth Warren. La democracia, en riesgo; el sistema, horadado por alguien que no respeta las garantías. Más que el retrato de un rival, la alocución del ex presidente, una de las más duras de su carrera, fue el aguafuerte de un narcisista.

«No ha mostrado interés en el trabajo», exclamó, «ningún interés en encontrar puntos en común, ningún interés en usar el asombroso poder de su oficina para ayudar a nadie más que a sí mismo y a sus amigos; ningún interés en tratar la presidencia como algo más que un ‘'reality show’' más que le reporte la atención que ansía».

Nada, por cierto, que no dijera antes John Bolton, ex consejero de Seguridad Nacional con Trump, a LA RAZÓN. Bolton también insistió en que el mayor problema del actual presidente es que carece por completo de principios, que exhibe un radical pasotismo por las cuestiones de Gobierno, que nunca ha querido aprender y que, al cabo, sólo le interesa la Casa Blanca para usarla de trampolín mediático.

En el peor de los casos, si pierde las elecciones, recuperará una «Trump Organization» regada con el incuantificable chorro propagandístico que otorga haber ocupado el Despacho Oval. Con un gancho directo a la mandíbula, Obama ha explicado que no esperaba que su sucesor quisiera mantener su legado ni profundizar en sus políticas. No tiene por qué. Pero al menos sí creía que mostraría un cierto interés por el cargo. Algo de respeto por el Despacho Oval.

«Bienvenidos», respondía Donald Trump en Twitter, «Barack y la Corrupta Hillary. Os espero en el campo de batalla». Hasta tal punto que la primera idea de su campaña en contraprogramar la aparición de Biden con una comparecencia de su hijo, Trump Jr., con Kimberly Guilfoyle. Pero nada resultó más revelador del combate que viene que la sucesión de mensajes con los que el presidente respondía en directo a su antecesor. Varios de ellos en mayúsculas.

«Espió mi campaña, y lo cogieron», escribió. El tenor de lo que viene parece más próximo a una batalla que a unas elecciones, y ahora que Joe Biden salta al campo de juego llega el turno de un Trump deseoso de ponerse los guantes y enfilar hacia la yugular de sus adversarios. No habrá tregua en los dos meses que vienen ni paz para los espíritus más delicados.

Normal que en esas circunstancias, y conscientes de que el punto fuerte de Biden nunca fue la teoría, insistan en potenciar su perfil más amable. Su discurso se centró en su capacidad de tender puentes, algo clave en política. Aunque no está nada claro que el juego limpio funcione.