Estados Unidos
La rivalidad con China trasciende al presidente de EE UU
La victoria de Biden, que Pekín considera más «blando», podría rebajar la tensión, pero la pugna por la hegemonía perdurará
Asia espera con cautela el desenlace de las próximas elecciones estadounidenses. Las apuestas sobre qué candidato convendrá más a una nación u otra son múltiples. Pero si algo está claro es que el ganador de los comicios presidenciales deberá lidiar con todos los frentes que el actual presidente, el republicano Donald Trump, mantiene abiertos en diferentes países. Desde China, su principal rival, a Japón o Corea del Sur, sus grandes aliados en la región, el vencedor tiene grandes retos por delante.
Sin lugar a dudas, el mayor desafío será Pekín. Al régimen comunista chino le chirría el apoyo que Trump ha brindado a Taiwán, Hong Kong o a la región secesionista musulmana de Xinjiang socavando la soberanía del gigante asiático. Todo ello, sin olvidar la guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo, las sanciones impuestas a funcionarios chinos o la campaña que pretende tumbar a los gigantes tecnológicos Huawei o ZTE.
Como consecuencia de todos estos conflictos, la relación entre las dos superpotencias pasa por su peor momento en décadas. Por ello, algunos analistas consideran que una victoria del demócrata Joe Biden –considerado un político «más suave» por la prensa china», podría traer de vuelta la diplomacia bilateral.
Aunque otros afirman que es probable que el que fuera vicepresidente de Barack Obama trate de fortalecer el comercio y las dañadas alianzas militares con sus aliados tradicionales, lo que frenaría aún más a China en su patio trasero.
Precisamente, otro de los mayores puntos de fricción con Washington es su política hacia Taiwán. Pekín no ha visto con buenos ojos el acercamiento de Trump a Taipéi con su apoyo explícito a la actual presidenta, Tsai Ing Wen, en las elecciones de enero o la repetida venta de armamento a la isla, adonde también el Pentágono envió portaaviones y destructores de misiles provocando una airada reacción de las autoridades chinas.
Por eso, desde el otro lado del estrecho de Formosa, la preferencia por Trump es obvia. Más aún desde que Biden no mencionó Taiwán en su discurso de aceptación de la candidatura demócrata y sea partidario de realizar una política más cauta hacia la isla.
En el caso de Corea del Norte, se enfrentan a uno de los mayores problemas de su política exterior: desarmar a un régimen de Kim Jong Un que desde el año 2006 ha probado con éxito seis dispositivos nucleares y tres misiles balísticos intercontinentales. Pyongyang insiste en que se retiren las sanciones internacionales que le impiden comerciar con el exterior al tiempo que se niega en rotundo a deshacerse de un armamento que considera esencial para disuadir cualquier eventual agresión extranjera.
El conflicto, sin embargo, se antoja complicado y sin solución a corto plazo, especialmente tras el fracaso de la Cumbre de Hanói de 2019 entre Trump y Kim. Muchos consideran que la desnuclearización total de la península coreana propuesta por el inquilino de la Casa Blanca es poco realista, aunque su postura ayude a contener a Pyongyang y mantener a baja temperatura la península de Corea, mientras otros aventuran que Biden podría sacar provecho de las conversaciones fallidas y no exigir la desnuclearización total de inmediato.
Inquietud entre los aliados
No obstante, sea quien sea el que llegue a la Casa Blanca, tendrá que trabajar para convencer a sus aliados Japón y Corea del Sur de que Washington está comprometida con su defensa independientemente del costo y de sus políticas con terceros. Más aún cuando durante los últimos cuatro años el proteccionismo de Trump ha puesto en entredicho sus tradicionales alianzas militares obligando a Seúl a pagar más por tener allí desplegadas tropas norteamericanas.
En el país nipón quedará por ver si la Administración venidera también les obliga a incrementar sus aportaciones a cambio de la continuidad de su presencia militar y, en el ámbito financiero, mantiene el acuerdo comercial de 2019 con Tokio, que se llevó a cabo después de que Trump abandonara dos años antes el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. Unos roces que, en este caso para los expertos, pesan menos que las amenazas conjuntas a las que se enfrentan ambos países.
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