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Estados Unidos

Trump dificultará el suministro de tecnología estadounidense a Huawei

El presidente Donald Trump amenaza con cortar las relaciones de Estados Unidos con China

Logo de Huawei en un edificio comercial de Pekín
Logo de Huawei en un edificio comercial de PekínAndy WongAP

La Casa Blanca ordenó ayer viernes dificultar el suministro global de chips al gigante chino Huawei. La medida contrasta con los mensajes que apelan a la calma y las palabras conciliadoras de quienes aspiran a que los dos países mantengan vivas las negociaciones. El gigante de las telecomunicaciones chino es desde hace años objeto de una agria batalla entre los dos países. Según adelantó el departamento de Comercio, «Esta acción da preferencia a Estados Unidos, tanto a las empresas estadounidenses como a la seguridad nacional. El gobierno de EE UU exigirá a los fabricantes de semiconductores extranjeros que usen tecnología estadounidense y venda sus productos a Huawei a que previamente pidan un permiso especial a EE UU.

Donald Trump no oculta su malestar con China. Lo exteriorizó esta semana y volvió a subrayarlo en la cadena Fox. El presidente estadounidense está descontento con la forma en la que China estaría aplicando el acuerdo comercial que firmó con EE UU a principios de enero.

Según prometieron los dignatarios de las dos potencias, el gigante asiático se comprometía a aumentar de forma significativa el volumen de sus importaciones provenientes de EE UU. Hasta 200.000 millones en bienes y servicios. Pero sea por falta de voluntad, sea porque la crisis propiciada por el Covid-19 ha destruido las previsiones económicas, lo cierto es que según Trump China no ha cumplido. De hecho las compras habrían sido incluso inferiores a las registradas durante el mismo periodo, el primer trimestre, del año 2019. Ofuscado, Trump amenaza con cortar sus relaciones.

«Hice un gran trato comercial», comentó en la Fox, «La tinta no estaba seca cuando la plaga llegó de China. La tinta no estaba seca. Estoy muy decepcionado con China». En realidad las escaramuzas no pasan, de momento, de las meras declaraciones de intenciones.

La Casa Blanca todavía parece contar con que el acuerdo pueda ampliarse antes de finales de año, de hecho antes de las elecciones presidenciales del próximo otoño. Se trataría de la llamada segunda fase, que ciertamente llega de forma renqueante después de la tensión diplomática desatada entre las dos naciones a cuenta de la pandemia.

De fondo, más allá de las declaraciones y los exabruptos, están los intentos por salvar los pactos y evitar a toda costa el escenario de una guerra comercial que llegaría en el peor momento imaginable. Así, y mientras desde Pekín tratan de quitar hierro a los desencuentros, tanto el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, como Robert E. Lightzer, asesor de comercio de la Casa Blanca, explicaron su convencimiento de que todo marchará según lo previsto.

Ciertamente Trump amenaza con suspender todo e imponer aranceles a las importaciones chinas por valor de cientos de miles de millones de dólares. Pero todo el mundo es consciente de que la economía China ha sufrido un encogimiento del 7%, algo inédito desde hace décadas, y que tampoco conviene pasar a mayores. Y eso que Mike Pompeo, secretario de Estado, mantiene que la enfermedad podría haber nacido en un laboratorio chino, concretamente en la ciudad de Wuhan, de donde habría escapado.

Tampoco ayuda la evidencia de que la dictadura comunista informó tarde y mal al resto del mundo, las maniobras para acallar y reprimir a los médicos que advertían de la inminente pandemia y las sospechosas sinergias con organismos internacionales como la OMS, situada en el disparadero de la Casa Blanca y objeto de presiones geopolíticas y otros juegos de tronos de amplio alcance.

Por si fuera poco en Estados Unidos cunde la idea de que el país necesita replantear su dependencia en sectores estratégicos respecto de un país que está muy lejos de considerarse un socio. De ahí que Trump lleve varios días insinuando que podría propiciar una serie de estímulos y medidas que faciliten que algunas empresas estadounidenses, especialmente aquellas relacionadas con la fabricación de componentes y herramientas sanitarios, saquen sus fábricas de China. Trump, entre tanto, ha aprovechado el final de la semana para volver a visitar una fábrica de mascarillas, sin mascarilla, en este caso ubicada en Pensilvania: uno de los estados claves de cara a las elecciones de 2020.