Pandemia

El alemán que inoculó su propia vacuna contra la covid a sus empleados, denunciado por agresión física

El científico Winfried Stöcker dice que el centenar de personas que recibieron el antídoto tendrían anticuerpos, pero la Fiscalía le ha demandado

Winfried Stöcker
Winfried StöckerWinfried StöckerI

La historia llama especialmente la atención por producirse en uno de los países con mayor burocracia del mundo. El médico alemán Winfried Stöcker afirma haber creado en su laboratorio de Lübeck un antígeno que funciona contra el coronavirus y se saltó al parecer de forma deliberada los pasos necesarios para la aprobación del medicamento por las autoridades. El científico de Schleswig-Holstein, que fue miembro del partido liberal FDP, se habría inoculado a sí mismo, así como a un centenar de sus trabajadores y conocidos, la sustancia en cuestión sin haber realizado test previos ni tener el permiso necesario.

El médico asegura que el 97% de los inoculados presenta anticuerpos contra el virus y no ha tenido efectos secundarios. Su receta sería de fácil producción y con ella se podría inmunizar la población en pocas semanas, asegura el facultativo. La fiscalía alemana ha iniciado una investigación en su contra bajo la acusación de lesiones por no haber realizado los estudios necesarios antes de aplicar el preparado.

La veterinaria austríaca Petra Falb, responsable para la autorización de vacunas escribía en su blo que “aquí se festeja el aplicar de forma ilegal un producto no testado, potencialmente contaminado” y alertaba de que dependiendo de esta cuestión, sin los controles adecuados, una vacuna podría causar cáncer en el futuro. Falb explica en su web que el médico habría tenido la posibilidad de probar su compuesto por la vía tradicional y que nadie se lo ha impedido. Asegura que podría haber cooperado con alguna compañía con experiencia en la autorización de medicamentos y con mayor capacidad de producción, pero que el camino escogido pone en riesgo vidas humanas de forma innecesaria.

En una respuesta a LA RAZÓN, el Instituto Paul Erich, la organización nacional alemana responsable para la autorización de las vacunas y los preparados biomédicos, confirma dichas acusaciones. Su portavoz de prensa, Sussane Stöcker, asegura que dicha organización ha estado en contacto con el médico de Lübeck y le ofreció apoyarlo en su investigación, pero que “hasta ahora no ha aceptado el ofrecimiento”.

Éste sigue en pie según el Instituto. “En el caso de las vacunas que han sido aprobadas, y que se atuvieron a la vía de autorización y estudios previos, aún hay personas en la sociedad que se preguntan si los estudios clínicos son válidos – lo cual lo son”, dice la portavoz, que explica la importancia “también para la sociedad y no solo para los organismos reguladores” de que las vacunas sean probadas y que no presenten efectos adversos “y más si cabe en el caso de medicamentos que se aplican a personas sanas”. Por otro lado, su comportamiento podría además incluir un delito contra el código deontológico, por administrar medicamentos no autorizados, que podría ser sancionado por el colegio médico.

El médico ha asegurado que se defenderá de la acusación ante los tribunales y su abogado es, al parecer, el ex-diputado del FDP Wolfgang Kubicki. Se defiende asegurando que se trata de un experimento permitido a los médicos según el cual, con el consentimiento de los pacientes, se prueban medicamentos que no estén autorizados. Sin embargo, esta norma solo se aplica al tratamiento de enfermedades activas y no a la profilaxis de posibles enfermedades futuras, ya que en ese caso los peligros podrían ser mayores a los beneficios para personas sanas.

Stöcker no quiere patentar su vacuna y según sus propias palabras, la receta está publicada en su propia web. La vacuna funciona de forma similar a la americana Novavax, que sí ha recorrido el circuito de los controles de seguridad. En el mundo científico, su comportamiento ha suscitado duras críticas, al saltarse pasos importantes en la comprobación de la posible peligrosidad del serum y poner en peligro las vidas de las personas con que ha experimentado, todo ello a pesar de los presuntos buenos resultados.

No realizó tests previos en laboratorio con células ni en animales antes de aplicarlo a las personas, por ejemplo. Asimismo, quienes realizan el experimento no pueden ser las mismas personas que reciben el medicamento en cuestión, para evitar que haya resultados influidos por factores subjetivos.