Un año
Primer aniversario del acuerdo del Brexit con las espadas en alto
Las licencias de pesca y el Protocolo de Irlanda amenazan con una guerra comercial entre Bruselas y Londres
“Ya es hora de dejar el Brexit atrás”, aseguró justo hace año la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen después de que Bruselas y Londres hubieran conseguido un acuerdo in extremis para evitar un divorcio caótico a los dos lados del Canal de la Mancha. Doce meses después, las palabras de Von der Leyen parecen pecar de una gran ingenuidad. Porque los Veintisiete si algo no han conseguido precisamente es dejar el Brexit atrás. Tras la primera mutilación que sufre el club comunitario, el miembro ausente sigue doliendo. Londres sigue batallando para conseguir la renegociación del Protocolo de Irlanda y no se puede descartar una dura guerra comercial entre Reino Unido y sus antiguos socios, si Downing Street decide pulsar el botón nuclear. Liz Truss, la nueva negociadora del Brexit por parte británica, elegida tras la dimisión de David Frost, promete una actitud constructiva, pero mantiene las amenazas de su predecesor.
La fumata blanca de hace un año, en un día tan simbólico como la Nochebuena, cumplió todos los estándares de la liturgia bruselense: noche en blanco, negociaciones maratonianas y lo que parecía un final feliz después de que las dos partes consiguieran salvar el que se convirtió en el último gran escollo en la recta final: las cuotas de pesca para permitir el acceso de los pescadores europeos a las aguas británicas. Pero hay que pasar de las musas al teatro. No sólo la aplicación de esta parte del pacto sigue dando problemas sino que también Reino Unido no está siendo capaz de poner en marcha el Protocolo de Irlanda, acordado durante las negociaciones del acuerdo de divorcio que había sido sellado con anterioridad.
Tras el portazo británico, la división entre las dos Irlandas que separa la provincia británica de la República de Irlanda se convierte en la única frontera terrestre -junto con Gibraltar - entre Reino Unido y la UE y la que blinda la integridad del mercado común.
La negativa de Reino Unido a seguir formando parte de la unión aduanera tras consumar el divorcio, amenazaba con volver a levantar una frontera dura en el Ulster que pusiera en peligro los Acuerdos de Viernes Santo de 1998 que consiguieron la paz entre católicos y protestantes tras décadas de terrorismo por parte del IRA.
Para evitarlo, la UE y Reino Unido acordaron una imaginativa solución por la que que la provincia de Irlanda del Norte no forma parte desde el punto de vista formal de la unión aduanera europea, pero el territorio sí queda sujeto a una serie limitada de normas de la UE. Esto desplaza los controles fronterizos de mercancías a la frontera del mar de Irlanda, con el fin de preservar el mercado común europeo. Durante estos meses, Reino Unido ha sido incapaz de cumplir con lo acordado. A mediados de octubre, la Comisión Europea propuso una series de cambios burocráticos para reducir en un 80% estos controles fronterizos y hacer más fácil su aplicación. A pesar de esto, Bruselas se sigue negando a que al Tribunal de Justicia de la UE deje de tener jurisdicción sobre el territorio de Irlanda del Norte, algo que sigue exigiendo Londres. Si Reino Unido decide activar el artículo 16 para suspender la aplicación de este Protocolo, esto podría llevar a severas represalias comerciales por las dos partes.
Aunque Bruselas y Londres se han dado una tregua navideño para continuar las negociaciones el año que viene, Francia amenaza con restringir el mercado único a Reino Unido si no se respeta el reparto de las licencias de pesca. El acuerdo del Brexit establece que los barcos de la UE pueden seguir faenando en aguasbritánicas pero siempre y cuando consigan las licencias pertinentes, expedidas por Londres, según una serie de derechos adquiridos por haber pescado con anterioridad en esas aguas. París considera que Reino Unido no está cumpliendo lo pactado y lucha por 74 licencias adicionales.
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