Turquía

65 millones de desplazados

LA RAZÓN acompaña a tres refugiados atrapados en las rutas migratorias hacia el sueño europeo el día en que Acnur ilustra con cifras el alarmante éxodo humano en el mundo

La Razón
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LA RAZÓN acompaña a tres refugiados atrapados en las rutas migratorias hacia el sueño europeo el día en que Acnur ilustra con cifras el alarmante éxodo humano en el mundo

Los refugiados no son números, son personas. Familias destrozadas, sueños rotos y una lucha infatigable por alcanzar una vida mejor. Sin embargo, en ocasiones es necesario pararse a reflexionar sobre la situación actual de los exiliados y su presencia global para comprender que aunque resulten lejanos, sus problemas nos tocan muy de cerca. Por ello, en ciertos momentos, sí es necesario apuntar a las estadísticas, ya que éstas son capaces de ilustrar la que ya se ha convertido en la mayor crisis migratoria tras la Segunda Guerra Mundial. ACNUR volvió a poner ayer negro sobre blanco: 65,3 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares huyendo de la violencia o la persecución. De ellos 21,3 millones son refugiados y 40,8 millones, desplazados. Los principales países de origen son Siria, Afganistán, Somalia, Sudán y Congo. Siria es el mayor país emisor de refugiados del mundo. Turquía, Pakistán, Líbano e Irán son, por este orden, los países que más refugiados acogen: un tercio del total. Las mujeres son un grupo muy vulnerable ya que se encuentran con frecuencia en situaciones duras: largas jornadas de camino hacia el exilio, el acoso o la indiferencia oficial y con frecuencia al abuso sexual, incluso una vez que han alcanzado un lugar aparentemente seguro.

En el informé que presentó ayer el alto comisionado de ONU se afirma que cada minuto, 24 personas se convirtieron en desplazadas el año pasado y que una de cada 113 del mundo, es actualmente solicitante de asilo. Cifras abrumadoras detrás de las cuales hay rostros, historias y, por supuesto, futuro. Ayer, se celebró el Día mundial del refugiado y LA RAZÓN acudió a tres puntos clave de esta crisis. Tres localizaciones clave donde alguno de estos millones de desplazados se encuentra atrapado....

Atrapados en Gracia

“Nunca pensé que el final de mi camino sería Grecia. Yo solo quiero reunirme con mi familia en Alemania. A ellos ya les han concedido la protección internacional, han alquilado un piso y viven juntos. Mi sueño es poder vivir todos allí” cuenta Ivan a LA RAZÓN.

Este joven sirio de 19 años se debate entre la rabia y la tristeza. En febrero del 2013 él y su familia abandonaron la ciudad de Alepo, al norte de Siria, con la idea de cruzar Europa. El primer destino fue la ciudad turca de Izmir. Allí contactaron con varios smuggler (mafiosos) para negociar el bote, y ahí llegaron los problemas: “El plan inicial era llegar a Turquía y cruzar. Pero nos dimos cuenta de que el dinero que llevábamos no era suficiente para mis padres, dos hermanos y yo. Así que decidimos quedarnos trabajando allí durante 3 años. A mis hermanos y a mi nos explotaron. Trabajábamos más de 16 horas al día en un taller de ropa. Nos metían en el sótano, sin poder ver la luz del sol” relata Ivan que sujeta la taza de té con la mano temblorosa.

La vida en Turquía se complicaba cada día más. Tenían poco dinero ahorrado, y lo que ganaban trabajando lo gastaban en subsistir en un país asfixiado, que a día de hoy acoge a más de 2,3 millones de refugiados. “Las vida allí cada vez era más complicada. Así que un día mi hermano mayor y yo decidimos que era el momento idóneo para cruzar. Era el mes de Octubre y todavía no hacía mucho frío. Y tampoco podíamos esperar más. No sabíamos si la ruta por el mar Egeo iba a permanecer abierta mucho más tiempo. Pero el principal motivo eran mis padres, estaban ya cansados de esperar” dice Ivan mientras enseña fotos en el móvil a este periódico de su familia en Alemania.

Así fue. Negociaron el bote y cruzaron. Todos, menos Ivan. El trayecto eran unos 1.200 euros por persona y no tenían dinero para todos. “Decidimos que yo me quedara unos meses más trabajando con el fin ahorrar y cruzar después de ellos. El plan era reunirnos todos en Alemania y empezar allí una vida nueva”. Un plan que nunca llegó a cumplirse. Ivan cruzó en el mes de marzo a Lesbos, unos días antes de que se firmara el Acuerdo entre la U.E y Turquía. De allí cogió un ferry con destino Atenas. “Cuando llegué al puerto recuerdo que me llamó mi primo Omar. Estaba en Idomeni. Me dijo que no subiera a la frontera porque estaba cerrada. La ruta de los Balcanes había echado el candado y no había esperanza de que volvieran a abrir. Decidí quedarme en Atenas, buscar un campo en el que poder asentarme hasta que una nueva ruta surgiera. De verdad que nunca pensé que mi final sería en Grecia” nos cuenta Ivan con lágrimas en los ojos.

Ahora se encuentra en el Campo de Refugiados de Eleonas, en Atenas. Solo tenía dos opciones: apuntarse al programa de recolocación de Naciones Unidas y esperar, o pedir asilo político en Grecia. “Me apunté al programa de recolocación, pedí Alemania, y solicité reagrupación familiar. La contestación ha sido negativa. Solo se reagrupan a menores de edad. Así que he tenido que pedir asilo político en Grecia” denuncia este chaval kurdo de 19 años, al que la impotencia y la rabia le están consumiendo por dentro.

Atrapado en Europa

Mohammad, sirio de 23 años, nunca pensó que su vida en Europa sería tan complicada. Llegó en el mes de Noviembre a Bélgica, acompañado de su madre, hermano mayor, cuñada y la pequeña de la familia. “Después de la pesadilla que supone cruzar Europa, llegamos aquí derrotados, mi hermana Hannan de 9 años enfermó en el camino de neumonía. Al llegar nos derivaron a un campo en Tournai, la frontera belga francesa. Lo gestionaba Cruz Roja. Nos daban 7 euros semanales, así que te puedes imaginar que en todos estos meses ha sido imposible ahorrar nada. Además, el dinero que teníamos ahorrado lo gastamos en el camino” cuenta este chico de Damasco, con semblante triste.

Después de 8 meses han recibido la protección internacional, pero tiene unas condiciones: “Nos exigen alquilar una casa y tener dirección propia. Esto supone pagar un alquiler y 3 meses por adelantado en el mejor de los casos. Hasta que el Gobierno belga no comprueba que tenemos una casa en renta, no podemos recibir el salario de 800 euros. Además tampoco podemos estudiar o trabajar hasta que mi proceso esté resuelto y reciba el pasaporte. ¿Cómo piensan que vamos a empezar una vida de cero, sin dinero, habiendo perdido todo, si no nos ayudan?” cuenta este joven desesperado.

El tiempo corre en su contra. Necesita alquilar una casa en un plazo estipulado, no tiene dinero, no puede trabajar hasta que le den el pasaporte: “Nunca pensé que nos pondrían todo tan difícil. No hemos hecho daño a nadie. Solo queremos ganarnos la vida de forma honrada y en paz hasta que acabe la guerra en nuestra país” relata este chaval con el rostro cansado y desesperado.

Atrapada en Turquía

“Me casé con mi marido Kawa en Turquía antes de cruzar. Él iba a hacerlo primero y yo más tarde con mi familia. Ahora el está en Suecia viviendo y yo atrapada en Turquía, con mi padre enfermo y una situación insostenible. Quisimos cruzar en marzo, cuando teníamos el dinero ahorrado y con la firma del Acuerdo nos fue imposible” relata Narin a LA RAZÓN.

Esta joven siria de 28 años no ve a su marido desde hace 6 meses. Tampoco le dan la posibilidad a él de pedir reagrupación familiar. Ella y su familia se han apuntado al programa de Recolocación que ofrece Naciones Unidas pero tienen pocas esperanzas “Hay gente apuntada en este plan desde hace meses y aún no han recibido una respuesta. Cada día tengo menos esperanzas de poder juntarme con Kawa a corto plazo y aquí la vida es muy complicada”.

Profesora de Inglés en Siria, Narin intenta buscar trabajo en un país, Turquía, que a día de hoy alberga a 2,3 millones de refugiados y de los cuales tan solo el 25% están en campos.