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«La piel les colgaba. Era un ejército de fantasmas»

El primer ministro japonés, Shinzo Abe, ofrece una corona de flores durante la ceremonia de conmemoración por el aniversario 70 de la bomba nuclear en Hiroshima
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, ofrece una corona de flores durante la ceremonia de conmemoración por el aniversario 70 de la bomba nuclear en Hiroshimalarazon

«Mi madre sufrió graves quemaduras, pero consiguió llegar a casa. Mi abuelo me dijo que, tras saber que yo había sobrevivido, cayó inconsciente. Fuimos hacia las afueras con ella en un carro y nunca olvidaré lo que vi. La ciudad había cambiado por completo. Las casas habían desaparecido y vimos a cientos de personas caminando con múltiples quemaduras». Así rememoraba la señora Nabashaki, que quedó huérfana de madre, lo que vivió un 6 de agosto setenta años atrás, cuando cayó por primera vez en la historia una bomba atómica en la ciudad japonesa de Hiroshima. «Estaban cubiertos de cenizas, de la cabeza a los pies. La piel quemada les colgaba a tiras. Era un ejército de fantasmas», señalaba a «The Telegraph».

Como ella, muchos supervivientes no han podido borrar los recuerdos de este fatídico día de 1945 en el que, a las 08:15, EE UU lanzó sobre la ciudad a «Little Boy», como se denominó a la bomba. Precisamente, ayer a la misma hora arrancó con un minuto de silencio la conmemoración del aniversario de una de las peores lecciones que la energía nuclear deja a la humanidad. Decenas de miles de personas asistieron al memorial en el Parque de la Paz, próximo al epicentro del ataque. Entre ellas, la embajadora de EE UU en Japón, Caroline Kennedy, y representantes diplomáticos de las grandes potencias nucleares, como Rusia, Reino Unido o Francia.

Aquel día, Shuntaro Hida, que entonces trabajaba en el Hospital Militar, fue a las afueras a ayudar a un paciente. Eso le salvó. «Cuando levanté la mano para poner la inyección, vi un avión. De repente, hubo un tremendo flash y se me cayó la jeringuilla. Entonces me sentí muy mareado por la luz de la explosión. Vi ese enorme círculo de fuego en el cielo y, ya no había nubes, un color rojo lo inundaba todo», relataba a la BBC.

La detonación terminó con la vida de unas 80.000 personas de manera inmediata, un número que aumentó a finales de 1945 hasta los 140.000 y aún más en los años posteriores por la radiación. «Los oficiales pusieron tiendas de campaña en las calles para tratar a los heridos. Hacía mucho calor y estaban llenas de gente cubierta de sangre. Empecé a curarles. Muchos otros murieron por los síntomas de la radiación. Creo que en total traté a 6.000 pacientes, quizás a 10.000», explicaba.

Tres días después, EE UU lanzó otra bomba atómica en Nagashaki y el 15 de agosto Japón se rindió. Desde entonces, el país ha mantenido una política antibelicista que ahora tiene visos de cambiar. El primer ministro, Shinzo Abe, se ha propuesto aprobar una ley que refuerza el papel del Ejército y le permite el uso de la fuerza en el exterior. En medio de esta polémica ley que podría permitir a Japón transportar armas nucleares para sus aliados en algunos supuestos, Abe destacó que «como único país atacado por una bomba atómica, tenemos la misión de crear un mundo sin armas nucleares». Según dijo, Japón presentará una resolución ante la Asamblea General de la ONU sobre la abolición de las armas nucleares.

Precisamente, son los «hibakusha» quienes han alzado su voz en contra esta reforma. «Hiroshima necesita seguir enviando el mensaje al mundo de que esto no debería volver a ocurrir», señalaba a Reuters Hiroshi Harada, superviviente de 76 años. Mientras, Fumiaki Kajiya, de la misma edad, sentenciaba: «Si olvidamos Hiroshima, el mundo se convertirá en un lugar muy peligroso».