Irán

Riad rompe relaciones diplomáticas con Teherán en plena escalada de tensión

El Gobierno saudí insta al embajador iraní a abandonar el país en 48 horas tras el asalto a su embajada por los manifestantes. La cólera chií por la ejecución del clérigo Al Nimr se extiende por Oriente Medio con múltiples protestas al grito de «¡Muerte a Al Saud!»

Durante una manifestación en Teherán una turba irrumpió en la Embajada diplomática saudí y provocó importantes daños materiales
Durante una manifestación en Teherán una turba irrumpió en la Embajada diplomática saudí y provocó importantes daños materialeslarazon

El Gobierno saudí insta al embajador iraní a abandonar el país en 48 horas tras el asalto a su embajada por los manifestantes. La cólera chií por la ejecución del clérigo Al Nimr se extiende por Oriente Medio con múltiples protestas al grito de «¡Muerte a Al Saud!»

Demostraciones de ira y cólera se intensificaron ayer en las calles de Teherán, Beirut, Bagdad o Manama tras la ejecución del clérigo chií Nimr Baqir al Nimr en Arabia Saudí. El incidente ha provocado una nueva escalada de la tensión entre la comunidad chií y el reino saudí, rival histórico de Irán.

La tensión entre ambos países subió ayer un escalón con la decisión del Gobierno de Arabia Saudí de romper relaciones diplomáticas con Irán tras el asalto a su embajada en Teherán. El ministro de Exteriores saudí, Adel al Yubeir, anunció que el embajador iraní en Riad tiene 48 horas para marcharse de Arabia Saudí.

Más de cuarenta personas fueron detenidas ayer como sospechosas de haber participado en el asalto e incendio de la Embajada saudí en Teherán durante la pasada madrugada. Una turba de manifestantes irrumpieron en el lugar, rompiendo muebles y prendiendo fuego a las instalaciones, antes de ser expulsados por la Policía. «Hasta el momento, se ha identificado y detenido a 40 personas en relación con el incidente de anoche [por el sábado] que acabó con el incendió de la Embajada de Arabia Saudí», declaró el fiscal general, Abas Yafari Dolatabadi. De poco sirvió la llamada a la calma de las autoridades iraníes, ya que por la tarde alrededor de unos 400 manifestantes volvieron a concentrarse en las inmediaciones de la Embajada saudí al grito de: «¡Muerte a Al Saud», en referencia a la casa real que ostenta el poder en la península arábiga. A partir de ahora, la calle en la que se encuentra la legación saudí llevará el nombre del jeque «mártir» Nimr al Nimr, anunció el régimen iraní, en un intento de aplacar a los manifestantes.

A pesar de la indignación generalizada y las condenas oficiales por parte de las autoridades iraníes, el Gobierno del presidente Hasan Rohani reprobó ayer el ataque contra la sede diplomática saudí y prometió castigar a los culpables. En un comunicado, el mandatario iraní pidió procesar a los «individuos extremistas» que atacaron la legación diplomática y el consulado saudí en Masshad, al noreste del país, y manifestó que el asalto no es justificable «de ningún modo».

Rohani recordó que estas acciones se consideran, «antes que nada, un insulto al régimen y son perjudiciales para la reputación de la República Islámica de Irán». Sin embargo, el máximo líder religioso del país, el ayatolá Ali Jamenei removió las ascuas para avivar más el fuego. Por segundo día consecutivo, Jamenei criticó a Arabia Saudí por la ejecución de Al Nimr y sentenció que los políticos del reino suní enfrentarán un castigo divino por su muerte. «La sangre injustamente derramada de este mártir oprimido sin duda pronto mostrará su efecto y una venganza divina caerá sobre los políticos saudíes», amenazó la máxima autoridad del régimen teocrático iraní.

Horas antes, la Guardia Revolucionaria, garante de la revolución islámica, había prometido una «dura venganza» contra la dinastía saudí por la ejecución del clérigo chií disidente, considerado un terrorista por Riad, pero aclamado en Irán como un defensor de los derechos de la marginada minoría chií en el reinó saudí.

En un cruce de acusaciones, el Ministerio de Exteriores saudí afirmó que, al condenar la ejecución, Irán había «revelado su auténtico rostro, representado en apoyo del terrorismo». En un comunicado, el reino saudí acusó a Teherán de «sectarismo ciego» y afirmó que «con su defensa de actos terroristas», Irán es un «socio en sus crímenes en toda la región». Las protestas continuaron ayer en todo el mundo islámico. Centenares de simpatizantes de Al Nimr también escenificaron protestas en Al Qatif, la localidad natal del jeque en el este de Arabia Saudí. En el vecino Bahréin, de nuevo manifestantes de esta minoría religiosa chocaron con la Policía. Violentos enfrentamien-tos se produjeron en varios suburbios chiíes de Manama entre simpatizantes del clérigo ejecutado en el reino saudí y las Fuerzas de Seguridad, que respondieron con gases lacrimógenos y disparos de perdigones contra los activistas, que tiraban cócteles molotov. La protesta ocurrió en la isla de Sitra, al sur de la capital de Bahréin, donde los manifestantes corearon que Nimr al Nimr es «nuestro mártir».

La ejecución del clérigo chií disidente en Arabia Saudí complica más la relación de Riad con el Gobierno que encabezan los chiíes en Irak. El viernes, la Embajada saudí en Bagdad había vuelto a abrir sus puertas por primera vez desde hace casi 25 años. Pero ya este sábado, el primer ministro iraquí, Haidar al Abadi, confrontaba exigencias para ordenar el cierre de la Embajada saudí. Asimismo, miles de miembros de la comunidad chií se manifestaron en la ciudad santa de Kerbala (centro del país). En Líbano, el líder de Hizbulá fustigó ayer a Arabia Saudí por la ejecución. En un discurso televisado, Hasan Nasrala describió a Al Nimr como un mártir valiente y guerrero santo que no portaba armas ni defendía los conflictos armados. Declaró que fue ejecutado sólo por sus críticas a la familia real saudí. «La ejecución de Al Nimr es un crimen grave cometido por la familia de los Saud [reinantes en Arabia Saudí] y tendrá repercusiones en el mundo y más allá», añadió Nasrala. Resonaron disparos en el centro de Beirut al inicio y al final del discurso.

La creciente tensión entre los dos tradicionales rivales en Oriente Medio, representantes a su vez de las dos corrientes opuestas del Islam, el sunismo (Riad) y el chiísmo (Teherán) amenaza con devenir en un conflicto sectario, étnico y regional de inquietantes consecuencias.