Estados Unidos

Biden, un rey en la corte de los demócratas

El ex vicepresidente, que lidera con holgura los sondeos de su partido, desprecia a sus rivales para cargar contra la Casa Blanca

Joe Biden, vicepresidente con Barack Obama, contesta a un seguidor por teléfono en un café de Iowa / Ap
Joe Biden, vicepresidente con Barack Obama, contesta a un seguidor por teléfono en un café de Iowa / Aplarazon

El ex vicepresidente, que lidera con holgura los sondeos de su partido, desprecia a sus rivales para cargar contra la Casa Blanca.

Algunos días pareciera que la nostalgia por Obama todavía gripa al Partido Demócrata. Su arena es ahora mismo un circo de varias pistas donde compiten 25 candidatos. Cierto que algunos parecen efímeros, meros contendientes de entrenamiento para que los pesos pesados hagan músculo. Es una incógnita cómo se comportarán Steve Bullock, gobernador de Montana; Pete Buttigieg, alcalde de South Bend (Indiana); Julian Castro, ex secretario de Desarrollo Urbanístico con Obama; o el flamante alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, que dirige la Gran Manzana desde 2014.

De momento, el único rey verdadero es Joe Biden. El que fuera dos veces vicepresidente encabeza los sondeos de forma arrolladora. En uno de «Politico» publicado ayer aventajaba a Bernie Sanders en 19 puntos y a Warren en 11. En otro de la cadena Fox, de este domingo, le sacaba otros 19 a su inmediato perseguidor, Sanders, y 23 a una Elizabeth Warren que al menos parece recuperarse. Así sea para ejercer de lujosa comparsa en los debates que vienen. El primero ya tiene fecha, el 26 de junio, y Biden lo anuncia en redes sociales promoviendo fiestas para que sus fieles puedan verlo frente al televisor.

Biden es un torpe y somnoliento según Trump. Biden es viejo y le faltan reflejos, insiste su previsible rival. Biden representa al sector más acomodado del Wall Street de los demócratas, aullan desde su bancada los seguidores de Bernie. Pero Biden no hace caso y ni siquiera entra a polemizar con ellos. Sus asesores le han convencido de que resulta mucho más provechoso ignorar a sus competidores y centrarse en Trump. Ni un día sin su golpe, «Donald Trump no cree que sea importante si los candidatos aceptan información perjudicial sobre su oponente de manos de un Gobierno extranjero», afirma un día, para añadir que «por eso estoy firmando el Compromiso para la Integridad Electoral. Me niego a ayudar a quienes buscan socavar nuestra democracia». Y al poco, «siguiendo las directrices del presidente Trump, un niño de cuatro meses fue separado de su familia en la frontera. Es inconcebible y está fundamentalmente en desacuerdo con todo lo que representa nuestra nación. América es mejor que esto».

En el frente digamos tradicional, quizá mejor engrasado para plantar batalla, todo discurre de acuerdo al guión prefijado. ¿Pero qué sucede en el ala izquierda? ¿Resulta sostenible un combate entre dos candidatos tan similares como Warren y Sanders? Se lo pregunta, por ejemplo, Osita Nwanevu, que en «The New Yorker» recuperaba la duda sembrada por la escritora Moira Donegan en las páginas de «The Guardian»: «¿Por qué los votantes demócratas elegirían a Sanders cuando Warren se está postulando? No son ideológicamente idénticos, pero las diferencias entre sus principales posturas políticas, relativas a la regulación de los servicios financieros y a la necesidad de extender el Estado de bienestar, son relativamente menores, especialmente en comparación con el resto».

Después hay otros factores en juego. O'Rourke todavía trata de hacerse perdonar una portada en una conocida revista en la que poco menos parecía decir que había nacido para ocupar el Despacho Oval. Buttiegg, entretanto, que es de los pocos que de momento ha osado hablar de un asunto tan poco atractivo a ojos del electorado medio como la política exterior, se vio obligado a regresar a South Bend, a la alcaldía, para atender un clásico local: la policía de su ciudad mató a tiros a un afroamericano.

Entretanto, Kamala Harris, la solvente ex fiscal de California, lucha por hacerse escuchar en el fragor de voces y Jennifer Rubin, en «The Washington Post», le aconseja que subraye el contenido emocional. Lo tiene todo, la experiencia en una trinchera tan complicada como la administración de Justicia, el discurso y hasta el factor racial, pero necesitaba foguearse en el arte del mitin. Sostiene Rubin que el pasado lunes, cuando nueve candidatos, incluidos Biden y Warren, debatieron en Washington sobre pobreza y discriminación racial, Harris estuvo imponente. La clase de actuación que necesitaba para ganar confianza.