La amenaza yihadista
Cerco a los cachorros libios de la matanza de Manchester
Salman Abedi tenía vínculos estrechos con el Grupo Combatiente Islámico de Libia, que mantiene sinergias con Daesh y Al Qaeda.
Salman Abedi tenía vínculos estrechos con el Grupo Combatiente Islámico de Libia, que mantiene sinergias con Daesh y Al Qaeda.
Durante la dictadura de Muamar Gadafi, centenares de opositores consiguieron asilo en Reino Unido. Tenían estatus de refugiados y algunos recibieron incluso subsidios sociales y vivienda de protección oficial. Sus hijos nacieron como británicos, pero ahora todo apunta a que muchos de ellos podrían estar detrás de la célula terrorista responsable del atentado en el Manchester Arena, la peor barbarie que ha sufrido el país desde las bombas de Londres en 2005.
Salman Abedi, el kamikaze que el lunes dejó 22 muertos y decenas de heridos, muchos de ellos aún estado muy grave, tenía vínculos estrechos con los «cachorros» del Grupo Combatiente Islámico de Libia (LIFG). En definitiva, hijos de aquellos que formaron parte de una organización que, en las últimas décadas, ha mantenido una relación intermitente con los servicios de inteligencia y seguridad británicos. Los líderes del LIFG lucharon con Al Qaeda contra la URSS en Afganistán, pero se separaron cuando Osama bin Laden declaró la guerra a Occidente en 1998. Ante la persecución en Libia, muchos decidieron mudarse a Gran Bretaña. Sin embargo, en 2005, el Gobierno británico prohibió la organización al considerar que buscaba establecer un «estado islámico de línea dura inspirado por Al Qaeda». Ramadan al Abedi, padre del kamikaze, era uno de sus miembros. Como el resto de sus colegas aprovechaba las vacaciones escolares para llevar a sus hijos a Libia a luchar en las filas rebeldes. Con 16 años, Salman manejaba rifles, se codeaba con expertos en explosivos y escuchaba comentarios que responsabilizaban a los gobiernos de Occidente de las matanzas de niños en sus tierras. Empiezan por tanto a encajar las piezas sobre cómo pudo llegar a inmolarse el lunes con 22 años.
Al cierre de esta edición, once personas estaban detenidas en relación con el atentado, con edades de entre 18 y 38 años. La unidad antiterrorista de la Policía de Manchester, que trata de establecer si el terrorista suicida tenía cómplices, constató que todas las personas detenidas hasta ahora son «sospechosas de haber cometido delitos terroristas». El nivel de amenaza terrorista no obstante se rebajó de nuevo en «grave», tras varios días en estado «crítico» de máxima alerta.
Los jóvenes miembros de este grupo estarían vinculados a Raphael Hostey, uno de los reclutadores británicos con base en Manchester más importantes para el Estado Islámico (EI) hasta que fue asesinado en un ataque de aviones no tripulados en Siria el año pasado. Los servicios de seguridad investigan ahora los vínculos entre Salman y Hostey y tratan de averiguar hasta qué punto influyó su progenitor en su radicalización. Aunque supadre llegó a trabajar originariamente para los servicios de seguridad de Gadafi, algo ocurrió en 1993 que le llevó a unirse al bando opositor. Aquel año fue acusado de tener vínculos con grupos extremistas. Él lo negó. En Fallowfiel, el multicultural barrio residencial al sur de Manchester con gran presencia de casas de protección oficial, cuesta ahora sacar palabras a los vecinos. «Dejen de llamar a la puerta. No sabemos nada de esta familia», reza un cartel que cuelga de una de las puertas próximas a Elsmore Road.
Pero lo cierto es que los Abedi eran muy conocidos. Actualmente hay 30.000 libios repartidos por todo Reino Unido. Pero en Manchester está representada la comunidad más grande, con cerca de 5.000, con un gran porcentaje de miembros del LIFG. Cuando el dictador fue derrocado, tanto en Fallowfiel como en los barrios de Cheetham Hill, Chorlton y Whalley Range se organizaron grandes fiestas. Muchos de los miembros de LIFG viajaron, de hecho, a Trípoli para participar en el levantamiento que en 2011 acabó con Gadafi. Se hacían llamar los «Luchadores de Manchester». Ramadan formaba parte de «la Brigada de los Mártires del 17 de febrero».
Por aquel entonces, muchos de ellos estaban sujetos a órdenes de control antiterrorista. Sin embargo, según la publicación Middle East Eye, el Gobierno británico operó una política de «puertas abiertas». «Se me permitió ir, sin hacer preguntas», dijo un ciudadano británico de origen libio que estaba en arresto domiciliario por temor a que se uniera a grupos militantes en Irak. «Me quedé muy sorprendido, pero sé que no fui el único», matiza. Una fuente de los servicios antiterroristas confirmó a «The Times» la noticia: «A las personas que se consideraban amenazas a la seguridad nacional se les permitió salir y luchar contra Gadafi. Tenemos que examinar ahora las consecuencias de esas decisiones». La información pone en una situación muy complicada a la «premier» Theresa May, ya que en esas fechas era ministra del Interior y responsable, por tanto, del MI5, los servicios secretos británicos.
En el fragor de la guerra civil libia, el LIFG dejó de existir como tal. Muchos de sus miembros se unieron a otras milicias y organizaciones, como Ansar al Sharia o formaron sus propios batallones mixtos con otros combatientes. Cuando el EI hizo acto de presencia en Libia, algunos de estos veteranos se unieron al Califato. Tras la caída de Gadafi, Ramadan decidió quedarse en Trípoli donde el miércoles fue detenido, junto a su otro hijo de 20 años, por sus vínculos a grupos terroristas. En la actualidad, Libia está sumida en un caos que ha llevado al desarrollo de grupos radicales y, en particular, algunos de los que se opusieron al anterior régimen con apoyo en el exterior. Ahora el fanatismo es un factor esencial en un escenario al que los medios habían prestado muy poca atención. Hasta ahora.
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