China
China da una vuelta de tuerca a la censura
Las redes sociales se han convertido en los principales canales de denuncia de la corrupción de las élites
China, el país que más dinero invierte en controlar Internet, ha dado otra vuelta de tuerca a su sistema de censura. Tal y como se anunció hace más de un año, todos los usuarios tendrán que identificarse a partir de ahora con su nombre real, tanto para acceder a servicios de
Internet como para contratar una línea de teléfono fija o móvil. Los proveedores no sólo estarán obligados a hacer ese registro de
clientes, sino que también (y esto es más grave) tendrán que «interrumpir y borrar la transmisión de información ilegal cuando sea
detectada», guardar los datos del «infractor» y, posteriormente,
«informar a las autoridades». Es decir: se les obliga a «colaborar», censurando y delatando a los clientes que consultan páginas prohibidas y a aquellos que hagan búsquedas «inoportunas» o suban comentarios, fotografías o vídeos que contengan información que el régimen considera «ilegal». La medida, presentada por la propaganda como un modo de «garantizar la seguridad de la información y salvaguardar los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos», permite ejercer un control más efectivo sobre la Red, especialmente en las redes sociales y los microblogs, donde el ejército de censores a sueldo del Gobierno tiene graves problemas últimamente para evitar que proliferen denuncias y críticas. El anuncio hace pensar, por otra parte, que la censura será una de las prioridades de la nueva cúpula del Partido Comunista Chino (PCCh) elegida en el congreso de noviembre. Es algo que no coge por sorpresa a nadie y menos desde que se reveló la identidad del nuevo burócrata a cargo de Internet: Liu Qibao, un hombre que ha apostado públicamente por seguir invirtiendo masivamente recursos y personal en sofisticar los sistemas de control digital, una «industria» en la que China es líder mundial y que ya está exportando a otros países. El registro de usuarios, además, no es una idea nueva. Hace meses se anunció ya que las redes sociales y «microblogs» tendrían que exigir a sus usuarios darse de alta con nombres reales y números de identidad. La mayor compañía china en Internet, Sina Corp, respondió entonces asegurando que esto «reduciría drásticamente» el tráfico de páginas como Weibo, el «Twitter chino», que cuenta actualmente con más de 300 millones de usuarios. También llevan un tiempo quejándose las empresas que ofrecen servicios de «VPN», programas informáticos con los que cientos de miles de usuarios burlan el sistema de censura conectándose a través de servidores extranjeros. Estos sistemas, hasta ahora relativamente tolerados, están sufriendo ataques constantes y cada vez más agresivos en los últimos meses, lo que obliga a los proveedores a cambiar continuamente de «rutas» para dar servicio a sus clientes. En ocasiones, las conexiones se caen durante días enteros y expertos informáticos consultados por LA RAZÓN creen que los usuarios que reinciden en páginas de contenido «ilegal» son desconectados antes. La preocupación del régimen por controlar lo que pasa en la Red está justificada. Por Internet, y en particular las redes sociales, aumentan vertiginosamente las denuncias por corrupción, los ataques a burócratas y políticos, las quejas ambientales, el cuestionamiento de las decisiones del Gobierno y, en suma, todos los temas que la censura trata de borrar por todos los medios. Los usuarios de «Weibo» han venido generando una suerte de opinión pública inédita.
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