
Arqueología
Cirene, desconocido y frágil tesoro de la arqueología libia
Como otras joyas del país norteafricano, la antigua ciudad helenística resiste el paso del tiempo con la esperanza de que la nueva etapa política permita la llegada de visitantes

Dos sentimientos se apoderan del visitante al pasear por entre las ruinas de la antigua ciudad griega y romana de Cirene: por un lado, el de la emoción por el milagro de la supervivencia de una urbe creada hace más de 2.600 años y la belleza del enclave en el que podemos seguir disfrutando de sus columnas, esculturas y calzadas con el mismo horizonte mediterráneo que inspiró a sus fundadores; por otro el del privilegio de disfrutar casi de manera privada de una de las joyas de la arqueología del país norteafricano, sin las hordas de turísticas tan habituales en otros muchos puntos de Europa y el Mediterráneo.
Colonia de los griegos de Thera (Santorini) en el siglo VII a.C., Cirene fue una de las principales ciudades del mundo helénico en tanto que centro filosófico y comercial. Fue la más importante de la Pentápolis, las cinco colonias griegas de la región a las que la ciudad dio nombre. Posteriormente romanizada, continuó siendo una gran ciudad hasta el terremoto del año 365. En ella destacan, para regocijo de quienes tienen el privilegio de visitarla, los templos de Zeus -más grande que el Partenón ateniense- y Apolo, el ágora y foro romano, el teatro griego, el anfiteatro romano y la necrópolis.
En Cirene nacieron importantes matemáticos, filósofos y geógrafos, como Erastótenes, Aristipo y Carnéades. También vio la luz en la ciudad Simón de Cirene, quien, según la tradición cristiana, ayudó a Jesús a cargar la cruz hacia el Calvario. A poco más de 15 kilómetros de la vieja Cirene se hallan los restos del que fuera su puerto, Apolonia (Marsa Sousa), que también llegó a ser un importante centro romano y bizantino y en el que sobreviven su basílica bizantina, el teatro romano y las murallas.
La historia contemporánea de Cirene ha sido, sin duda, la de una supervivencia. Tras siglos de abandono, la ciudad fue descubierta por el cónsul francés en Trípoli a comienzos del siglo XVIII y hasta el fin de la primera Guerra Mundial no se intensificaron las tareas de excavación y estudio. La Unesco declaró Cirene Patrimonio de la Humanidad en 1982.
En 2013, varios medios de comunicación internacionales llamaron la atención sobre la destrucción de al menos 200 tumbas de una necrópolis de diez kilómetros cuadrados -que fue utilizada entre el siglo VI a.C. y el IV- y parte del viaducto. Y no fue la guerra la responsable, sino la acción de un grupo de agricultores locales. Según el relato de la cadena France 24, los agricultores demolieron las criptas con idea de despejar el terreno antes de ponerlas a disposición de promotores inmobiliarios.
Por fortuna, como explican a LA RAZÓN responsables del Ayuntamiento de Shahat, la relativa distancia del sitio arqueológico de núcleos de población importantes permitió que la vieja Cirene se librara de los proyectiles y las balas en las dos últimas guerras civiles. Un auténtico milagro para una vieja ciudad que, como tantas otras a lo largo de la cuenca mediterránea, ha sufrido años de abandono, destrucción y saqueos, pero que se ha salvado de las tecnologías bélicas de nuestro tiempo. Por su fragilidad, en 2016 la Unesco incluyó a Cirene, junto a Leptis Magna, Sabratha, Tadrart Acacus y Gadamés, en su lista de patrimonio mundial en peligro.
Objetivo: atraer visitantes
Después de más de una década de guerras e inestabilidad, las autoridades de Shahat confían en que la situación de normalidad en que ha entrado en los últimos años la Libia controlada por el Ejército Nacional del mariscal Haftar permita la llegada de visitantes y estudiosos de todo el mundo en el futuro.
Todo está aquí por hacer. El entorno de Cirene es hoy un espacio semifantasmal. “En estos momentos no tenemos un solo turista”, reconocen a este medio responsables municipales de esta ciudad libia de unos 45.000 habitantes y situada a unos 230 kilómetros de distancia de Bengasi. En el municipio hay un solo hotel, pero cerca de él hay un aeropuerto cerrado que podría atraer visitantes a la zona sin necesidad de que los aviones tengan que aterrizar en la capital del este de Libia, a tres horas de allí.
Como el resto de Libia, la población de la región es joven, y la ciudad de Al Bayda, situada a unos 15 kilómetros, cuenta con la Universidad Islámica de Al Saied Mohamed Bin Ali Al Sanussi. Solo falta que los convenios con universidades españolas, europeas y del resto del mundo comiencen a establecerse, como admiten autoridades locales. La ciudad que dio nombre a la Cirenaica se asentó sobre suaves y fértiles terrenos situados junto a la costa mediterránea libia, que, como otras partes del país, espera pronto sacar rendimiento de su importante potencial turístico.
Mucho más que Cirene
No es Cirene la única joya arqueológica libia. El país magrebí cuenta con al menos una decena de sitios de máxima relevancia. Si Cirene es el gran tesoro helenístico del país, Leptis Magna, situada a algo más de 120 kilómetros al este de Trípoli y Patrimonio de la Humanidad en 1982, es la joya indiscutible de la Libia romana. Fundada sobre un asentamiento fenicio en el VII a.C., Leptis Magna alcanzó su apogeo con Septimio Severo, emperador romano originario la ciudad.
Leptis Magna, bautizada como la Roma de África, llegó a ser un importante centro comercial del Mediterráneo y la región transahariana, así como un próspero mercado agrícola. En el siglo I d.C. Leptis Magna mantuvo su carácter púnico, incluida su constitución y lengua. El emperador Trajano designó a la ciudad colonia. Entre los lugares que han llegado hasta nuestros días destacan el arco de Septimio Severo, el foro y la basílica, el teatro romano, las termas de Adriano, el mercado romano, el puerto y el circo.
También han llegado hasta nuestros días en un buen estado de conservación los restos de Sabratha, también patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1982, una ciudad púnico-romana situada en la costa del oeste de Libia a unos 60 kilómetros de Trípoli, la capital. En la que fuera un importante puerto comercial vinculado a Cartago y Roma destacan el gran teatro romano -uno de los mejor conservados de África-, el foro y los templos romanos (Isis, Serapis, Hércules) además de la basílica cristiana y la necrópolis. Desdichadamente, a diferencia de otros sitios arqueológicos, Sabratha se vio afectada por fuego de artillería durante la última guerra civil.
No menos bellas son las ruinas de Ptolemais (o Ptolemaica), que, fundada en el siglo VI a.C. por los faraones de la dinastía Ptolemaica, fue una de las cinco ciudades más importantes de Cirenaica (de la que fue capital hasta el siglo V de nuestra era). Situada en la costa nororiental de Libia a unos 110 kilómetros al este de Bengasi, destacan en sus ruinas el mausoleo y el teatro griego. Recientemente, un grupo de arqueólogos de la Universidad de Varsovia -que trabajan en ellas desde 2001- encontraban encontrado una misteriosa máscara durante una expedición.
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