Opinión

Contraofensiva de Ucrania: el fin para Putin y un peligro para la integridad de Rusia

En el campo de la guerra psicológica, Ucrania lleva varias semanas haciendo saber a los rusos que no están a salvo

Dos soldados del Grupo de Voluntarios Rusos durante su acción en Belgorod
Dos soldados del Grupo de Voluntarios Rusos durante su acción en BelgorodTelegram

Desde hace al menos dos semanas, Rusia está siendo atacada desde dentro de sus fronteras, tanto por Ucrania como por grupos armados opuestos al régimen de Vladimir Putin. Belgorod es el símbolo de la cristalización de la respuesta armada a la agresión rusa, pero esta vez en suelo ruso. Desde el 22 de mayo, combatientes rusos contrarios al Kremlin llevan a cabo una incursión armada en la región de Belgorod, fronteriza con Ucrania. Como resultado, el territorio ha sido sometido a un régimen “antiterrorista” por Moscú, que finalmente ha afirmado haber “aplastado” a los autores de los ataques y haber controlado la situación - lo que no es cierto.

Los opositores rusos al régimen de Putin, antiguos diputados de la Duma que se encuentran en el exilio, evocan la figura del general De Gaulle, que pudo continuar la lucha contra la Alemania nazi desde Inglaterra con su famoso llamamiento del 18 de junio de 1940. Para ellos, el objetivo es crear una Rusia en Europa con una estructura política totalmente distinta a la de Putin.

Para lograrlo, existe un Congreso de los Diputados del Pueblo. Se trata de un parlamento ruso en la sombra, creado por una docena de antiguos diputados, que está diseñando el futuro mediante la redacción de una nueva Constitución. El objetivo es establecer un periodo transitorio, probablemente de dos años, durante el cual se aprobaría la nueva Constitución tras unas elecciones libres y justas. En Polonia, el Consejo Cívico -una asociación política rusa- sostiene que ha llegado el momento de que los ciudadanos rusos recuperen su país. En su opinión, la resistencia militar es inevitable si se quiere derrocar al régimen de Putin y poner fin a la guerra en Ucrania.

Los “atentados” de Belgorod anuncian la contraofensiva ucraniana, que ya ha comenzado. Aún no ha dicho su nombre, pero las señales son claras en estos primeros días de junio de 2023. El pasado domingo por la noche se envió una primera señal en el sur del Donbás, no con la “ofensiva a gran escala” que Moscú afirma haber repelido valientemente, sino más bien en forma de ataques exploratorios dirigidos inicialmente a intentar cortar las líneas rusas allí donde son más frágiles.

La sociedad ucraniana se adentra en su segundo verano mortal, rezando para que sea el último. Apoyada a distancia por Occidente, la contraofensiva que se perfila en la niebla de la guerra no puede fracasar. En cualquier caso, Kyiv se enfrenta a un enemigo que está casi en todas partes a la defensiva, 15 meses después del comienzo de la invasión rusa. Una nueva prueba de ello es la destrucción de la presa de Kajovka, en el río Dniéper. Hay pocas dudas de que el Ejército ruso es responsable de ello, ya que su objetivo era impedir el avance de las fuerzas ucranianas sobre Crimea, anexionada por Moscú en 2014. Para Kyiv, este sabotaje supone un reto estratégico considerable. En la medida en que las inundaciones subsiguientes causarán graves daños humanos y ecológicos. Una vez más, el gesto atestigua el pánico destructivo que dicta el comportamiento de Moscú.

En el campo de la guerra psicológica, Ucrania lleva varias semanas anunciando su contraofensiva, haciendo saber a los rusos de a pie que no están a salvo. En primer lugar, mediante drones, cuyos objetivos han sido el Kremlin y algunos hermosos barrios del oeste y suroeste de la capital, incluido uno no lejos de la residencia de Putin. En segundo lugar, mediante bombardeos e incursiones en suelo ruso, en la región fronteriza de Belgorod, lo que no deja de irritar a Occidente, ansioso por contener la escalada con Moscú. Al parecer, en estos ataques se utilizaron sobre todo vehículos blindados estadounidenses. El hecho es que, a pesar de toda la irritación que Washington, Londres y París han mostrado ostensiblemente por el uso ofensivo de sus armas, los ucranianos no han perdido la libertad de hacer lo que les plazca.

Teniendo en cuenta que Putin lanzó su “operación especial para desnazificar Ucrania” en febrero de 2022, no deja de ser irónico que los ataques sobre el terreno en la región de Belgorod estén siendo llevados a cabo por dos organizaciones rusas anti-Putin de extrema derecha: el “Cuerpo de Voluntarios de Rusia”, una organización descaradamente supremacista y neonazi, y la “Legión de la Libertad de Rusia”, una fuerza ultranacionalista difícilmente más encomiable. Putin se encuentra en la posición del rociador rociado. Tanto Occidente como los rusos necesitan encontrar una solución a este conflicto lo antes posible, porque podría conducir a la desestabilización o incluso a la ruptura de la Federación Rusa. Cuanto más tiempo pasa, más se debilita el régimen de Putin desde dentro y desde fuera. No podemos descartar un caos provocado por una lucha despiadada por el acceso al poder ruso.