Hungría

De Turquía a Lesbos: «Hemos visto la muerte muy de cerca»

Los siete kilómetros que separan la isla griega de las tierras turcas se han convertido en una trampa mortal. Ello no impide un caudal diario de exiliados que huyen de la guerra y la represión en Oriente

Un sirio nada hacia la orilla tras averiarse la barca llena de refugiados en la que viajaba hacia la isla griega de Lesbos
Un sirio nada hacia la orilla tras averiarse la barca llena de refugiados en la que viajaba hacia la isla griega de Lesboslarazon

El bote está a escasos metros de la playa, pero algunos, impacientes, prefieren saltar mojándose hasta las rodillas para ser los primeros en pisar suelo europeo. Aún con el salvavidas puesto, un padre abraza a su mujer, empapada en lágrimas, y acerca a su regazo a sus dos hijas para fundirse en un mismo abrazo. Las niñas sollozan, todavía nerviosas. Las familias se tambalean medio aturdidas, secándose los últimos llantos mientras algunos jóvenes ya han desenfundado sus móviles para hacerse sonrientes «el primer selfie». De fondo, una montaña. Turquía, a escasos siete kilómetros de agua. Una distancia y un mar que separa la vida de la muerte para los centenares de personas que arriesgan su vida para llegar a estas playas. «Estamos muy contentos», alcanzaba a decir sofocado Ali, un joven afgano aún extenuado, para luego añadir: «Hemos visto la muerte muy cerca». Esa es la sensación que repiten los recién llegados, invadidos por el «pánico».

Por eso la mayoría aprovecha para llamar a sus familias a los pocos minutos de pisar tierra firme. Ese bote con 40 personas a bordo es tan sólo una de las más de 30 embarcaciones –entre 700 y 2.000 exiliados, según datos de Acnur– que llegan a diario a Lesbos, la isla griega del Egeo con mayor afluencia migratoria con hasta 20.000 entradas esta semana. El trayecto en mar es apenas el primer obstáculo de un largo camino. La mayoría de botes «atracan» al norte de la isla, una zona alejada de la capital, Mitilini. Centenares de personas deben recorrer a pie más de 60 kilómetros para dirigirse a la ciudad. «Llevamos seis horas caminando», cuenta Ahmed, un joven sirio que nos encontramos de camino. Por la carretera decenas de familias con niños de pocos meses y ancianos avanzan bajo un sol abrasador. Algunos levantan el dedo sin éxito. Trasladar refugiados puede considerarse un delito de tráfico de personas castigado con penas de prisión. Al aflojar el ritmo, muchos se pegan al cristal del coche con desesperación: «Hemos caminado durante dos días», aseguran algunas familias con niños, que ni siquiera saben hacia dónde se dirigen y simplemente siguen a la multitud. No es suficiente el autobús de línea que pasa a cada tanto y a veces ni siquiera se detiene. La presencia de las organizaciones humanitarias también es escasa para hacer frente al caudal de entradas.En la ciudad de Mitilini se repiten las aglomeraciones para comprar un pasaje a Atenas. Son los que ya han obtenido el permiso de estancia de tres meses. El Gobierno heleno abrió recientemente un nuevo campo de registro para agilizar los trámites, pero aun así no dan abasto. Ali, un iraquí, explica que lleva «tres días» a las puertas del centro y siempre le «dan largas».

Los hoteles están completos, o directamente optan por no dar alojamiento a los refugiados, como ha podido comprobar LA RAZÓN. Hace tres días el Gobierno griego fletó varios ferrys para trasladar a unos 15.000 exiliados a la capital helena. Un alivio de la situación que tan sólo duró un par de días. Centenares de personas duermen en los aledaños del puerto.

«Miedo en Hungría»

Su único objetivo: «Salir de Grecia cuanto antes». Muchos son conscientes de que este martes Hungría sellará sus fronteras con el despliegue del Ejército y una nueva legislación que establece penas de entre uno y cinco años de prisión para quien cruce ilegalmente su frontera, además de reforzar la alambrada ya existente a lo largo de 175 kilómetros fronterizos con Serbia. «Nos queda poco tiempo. Hungría es la parte más complicada del trayecto, tenemos miedo», afirma Salam, un iraní, profesor de inglés. Más de 3.000 personas provenientes de Serbia entraron a Hungría el viernes y se calcula que lo hagan otras 23.000 en los próximos días. Ante esa presión migratoria, también Macedonia se plantea el cierre de sus fronteras, tal y como sugirió su ministro de Exteriores.Unos 40.000 exiliados provenientes de Oriente Medio y Asia atraviesan en estos momentos la ruta de los Balcanes, según estimaciones de ACNUR. Una oleada con rumbo a Austria y con destino final en Alemania, que se prepara para acoger esa llegada masiva de demandantes de asilo.