Política

Premio Nobel de la Paz

La lucha contra la violencia sexual como arma de guerra, Premio Nobel de la Paz

El Comité noruego reconoce la labor del médico Denis Mukwege y la activista Nadia Murad

Denis Mukwege y Nadia Murad
Denis Mukwege y Nadia Muradlarazon

El Comité noruego del Nobel ha decidido conceder el Premio Nobel de la paz por 2018 a Denis Mukwege y a Nadia Murad por sus esfuerzos para poner fin al uso de la violencia sexual como arma de guerra y conflicto armado.

El Comité noruego del Nobel ha decidido conceder el Premio Nobel de la paz por 2018 a Denis Mukwege y a Nadia Murad por sus esfuerzos para poner fin al uso de la violencia sexual como arma de guerra y conflicto armado. El médico Denis Mukwege ha pasado grandes partes de su vida adulta ayudando a las víctimas de la violencia sexual en la República Democrática del Congo. Mukwege y su personal han tratado a miles de pacientes que han sido víctimas de tales asaltos. Mukwege ha condenado reiteradamente la impunidad por violación masiva y criticó al Gobierno congoleño y a otros países por no hacer lo suficiente para detener el uso de la violencia sexual contra las mujeres como estrategia y arma de guerra.

"Cuando violan a una mujer, allá donde sea, es a mi mujer a la que violan. Cuando violan a una hija, a una madre, es a mi hija y a mi madre a las que están violando", dijo Mukwege a Efe en 2014 con motivo del Premio Sajarov que le concedió el Parlamento Europeo.

Nacido en 1955 en la República Democrática del Congo (RDC), Mukwege fundó en 1999 el Hospital Panzi en Bukavu, en el este del Congo. Allí trata a las mujeres que son violadas por los grupos armados, muchas veces en grupo, usadas como un arma de guerra más, y se ocupa de aminorar los efectos devastadores de esos daños, tanto físicos como morales, con una prioridad: "No debemos precipitarnos con una operación si no hemos recuperado psicológicamente a esa mujer".

Para ello cuenta con un equipo de asistencia social, psicológica y psiquiátrica, que ayudan antes de proceder a un tratamiento quirúrgico complicado, ya que muchas mujeres acuden con destrozos físicos en su aparato genital. Este médico congoleño siempre ha tenido claro que las violaciones a cargo de militares son "una potente arma de guerra", que busca "destruir no solo físicamente a la mujer, sino a toda la comunidad a la que pertenece"y que se prolonga cuando se producen embarazos de niños no deseados.

Hijo de un ministro pentecostal, estudió Medicina en Burundi y después comenzó a hacer prácticas en el Hospital Cristiano de Lemera, en Kivu del Sur. Conmocionado por las ablaciones que sufrían las mujeres en el país decidió especializarse en Obstetricia y Ginecología y después de completar su formación en Francia regresó a Kivu del Sur en 1989.

Como cirujano jefe, él y su equipo han intervenido a miles de mujeres víctimas de violaciones y de la ablación. En su trayectoria no lo ha tenido fácil porque Mukwege ya tuvo que dejar el Hospital de Lemera (Kivu del Sur), tras ser destruido el 6 de octubre de 1996 en un ataque que precedió a la Primera Guerra del Congo (1996-1997), que derrocó al dictador Mobutu Sésé Seko.

En octubre de 2012 Mukwege sufrió un atentado en el que murió uno de sus colaboradores. En una entrevista anterior con Efe, en 2012, Mukwege dijo no sentirse un héroe por haber ayudado a tantas congoleñas.

"Sólo hago - dijo entonces - lo que tengo que hacer. Como ser humano, no puedo entender que no se actúe en esta situación. No siento que esté haciendo nada especial".

Como hombre, además, tiene la responsabilidad de trasladar a otros hombres que rompan su silencio frente a los abusos: "debemos decir a las mujeres que vosotras sois como mi madre, como mi mujer, y que esa violencia no es aceptable".

Nadia Murad es una de las 3.000 niñas y mujeres que fueron víctimas de violación y otros abusos por parte de militares de Estado Islámico. Los abusos eran sistemáticos y formaban parte de una estrategia militar. Sirvieron como arma en la lucha contra yazidíes y otras minorías religiosas. Tras huir, Murad eligió hablar abiertamente sobre lo que había sufrido. En 2016, con apenas 23 años, fue nombrada la primera embajadora de buena voluntad de la ONU para la dignidad de los supervivientes de la trata de personas.