Hungría
Diez años del «big bang» de la Unión Europea
Los Veintiocho se resisten a admitir a nuevos países una década después de acometer la mayor ampliación de su historia
Imbuida en plena crisis ucraniana, la Unión Europea (UE) ha celebrado el 1 de mayo el décimo aniversario de la mayor ampliación de su historia. Con la adhesión de ocho países de Europa Central y Oriental, Malta y Chipre, se puso fin en 2004 a más de medio siglo de división del Viejo Continente. El entusiasmo integrador prosiguió con la entrada de Rumanía y Bulgaria en 2007 y de Croacia en julio de 2013. Una década después, la UE, más preocupada por su crisis económica y de confianza que por expandir sus fronteras, ha decidido pisar el freno.
Lo cierto es que el balance del "big bang"comunitario no puede ser más positivo. Para el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, "diez años después, sólo podemos estar orgullos del poder transformador del proyecto europeo. Los diez países eran muy diferentes (...), pero les unía la convicción de que ahora podían ser dueños de su destino".
Aunque las rentas de los viejos quince socios aún dobla a la de los recién llegados, el progreso económico es indiscutible. El comercio entre viejos y nuevos socios ha pasado de 175.000 millones de euros en 1999 a 500.000 en 2007. República Checa ha superado en rente per cápita a Portugal, mientras que Polonia fue el único Estado de la UE que esquivó la crisis financiera de 2008-2009. Convertida en el principal receptor de ayudas europeas, Varsovia ha visto cómo su PIB ha crecido un 48,8% desde 2004.
Polonia, activa impulsora del proyecto europeo
Durante este tiempo, además, la posición polaca en la UE ha dado un giro de 180 grados. Tras dejar atrás el euroescepticismo de los hermanos Kaczynski, Polonia se ha transformado en un activo impulsor del proyecto europeo bajo el Gobierno del liberal Donald Tusk. Así lo constata Katarzyna Stoklosa, experta en Europa Oriental de la Universidad del Sur de Dinamarca, durante una conversación telefónica con LA RAZÓN. "Con Tusk, Polonia se ha abierto internacionalmente y ha acabado con los prejuicios hacia los extranjeros. El Gobierno ha ensañado a la gente que hay que dar algo para recibir algo en el futuro y que necesitamos más cooperación con nuestros vecinos y menos nacionalismo".
Menos halagüeño han resultado las cosas para Hungría, cuya economía ha crecido un 20% desde su adhesión a la UE, una tercera parte de lo que lo hizo en la década anterior. Además, desde la llegada al poder de Viktor Orban en 2010, Budapest ha sido amonestada reiteradamente por Bruselas por el deterioro de su sistema democrático. "Hace diez años, la situación económica y política húngara era mejor que lo es ahora cuando crecen el antisemitismo, el nacionalismo y la discriminación de la situación de la población gitana", lamenta Stoklosa.
Por su parte, Borja Lasheras, director adjunto de la oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), habla de un "proceso positivo que acabó con la división de Europa", al que sucedió, sin embargo, en el tiempo "una crisis institucional y financiera en la UE que fueron provocadas por los Estados fundadores, no por los del este".
Philippe Perchoc, politólogo de la Universidad católica de Lovaina pone el énfasis en que la UE ha crecido en diversidad: "Hoy, Europa es más plural. Nos habíamos acostumbrado a tener una visión anclada en la separación este-oeste. Hoy, esa fractura es más bien norte-sur, porque muchos de los países que integran la zona euro son países del norte y muchos de los nuevos Estados forman parte de ella".
La rápida expansión de la UE, que en una década casi ha doblado su número de socios, no ha sido asimilada aún por una población temerosa a perder su modo de vida. Miedos que han sido rápidamente capitalizados por los partidos populistas y eurófobos para denunciar una imaginaria invasión del mercado laboral por parte de los inmigrantes del este. En realidad, durante los últimos diez años, el número de trabajadores de Europa Central y Oriental en los antiguos Quince ha pasado de 900.000 a 2,4 millones de trabajadores (menos del 1% de la fuerza laboral).
«Cansancio de ampliación»
De cara al futuro, Lasheras augura que "la ampliación será la próxima crisis de la política exterior de la UE, pues, mientras que han crecido los recelos en los países miembros, las instituciones comunitarias han acelerado el proceso de integración de nuevos países". Muy conscientes de este "cansancio de ampliación"son los dos principales candidatos a presidir la futura Comisión Europea. El popular Jean-Claude Juncker cree que "no habrá nuevas entradas durante la próxima legislatura", mientras que el socialdemócrata Martin Schulz advierte de que "la UE no puede expandirse indefinidamente. Primero hay que reformarla". Profundización o ampliación, ésta es la disyuntiva a la que se ha enfrentado el proceso de construcción europea desde su nacimiento en los años cincuenta del siglo pasado.
A la espera de que la Unión deshoje la margarita, Macedonia, Montenegro, Serbia, Islandia y Turquía gozan del estatus de país candidato, el mismo que confían alcanzar algún día Albania, Bosnia-Herzegovina, y Kosovo. Pese a las demoras y "que algunas élites no están de acuerdo con la independencia judicial y policial que supone la UE, la integración europea es la principal prioridad en política exterior de los países balcánicos", admite Lasheras. "Entre ellos -añade- hay países más europeístas, como Albania, y otros más euroescépticos, como Serbia".
El "Euromaidan"en Kiev demostró como el sueño europeo de paz, democracia política y prosperidad económica sigue atrayendo a aquellos países que permanecen fuera de la UE. "Mirando hacia atrás y contemplando el éxito polaco, Polonia espera que ese éxito pueda ser replicado en aquellos países vecinos que ahora están llevando a cabo reformas difíciles, reformas que a veces cuestan su propia sangre", recuerda el ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski,
Precisamente, la dubitativa respuesta europea a la crisis ucraniana ha puesto en evidencia las debilidades de la política de vecindad de la UE, en especial su principal instrumento, la Asociación Oriental. Creada en 2009 a iniciativa de Polonia y Suecia para impulsar la estabilidad y la cooperación con las ex repúblicas soviéticas de Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Georgia, Azerbayán y Armenia, la Asociación Oriental no suscita unanimidad entre los Veintiocho. "Para sus patrocinadores es una antesala para una futura adhesión, mientras que para otros muchos Estados miembros no lo es en absoluto", explica Lasheras.
Todo ello, asegura Stoklosa, ha contribuido a que aumente las dudas sobre Europa en estos países. "La población del Este es más escéptica y más prorrusa tras lo ocurrido en Ucrania. A países como Moldavia les será más difícil entender por qué la democracia es importante". Además, "en Polonia, Eslovaquia y los países bálticos se ha perdido la confianza en la OTAN como paraguas de seguridad frente a Rusia". Mientras Bruselas se muestra dividida a la hora de responder a las provocaciones rusas, el Este vuelve a mirar a Washington como garante de su integridad territorial.
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