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El número dos del FBI dimite por las presiones de Trump

Nunca le perdonó el cierre de la investigación de los «emails» de Clinton

Imagen de archivo del "número dos"del Buró Federal de Investigaciones (FBI), Andrew McCabe
Imagen de archivo del "número dos"del Buró Federal de Investigaciones (FBI), Andrew McCabelarazon

Nunca le perdonó el cierre de la investigación de los «emails» de Clinton.

Le llegó la hora. Andrew McCabe, «número dos» del la Agencia Federal de Investigación (FBI), ha dimitido después de arrostrar durante meses la presión combinada de la Casa Blanca y de los republicanos en las Cámaras legislativas. Antes que él, el pasado 9 de mayo de 2017, cayó el director del FBI, James Comey. Fue arrollado por la investigación de la posible complicidad de la campaña presidencial de Donald Trump con el espionaje ruso.

Pero la dimisión de McCabe no ha sorprendido a nadie. Hace meses que el mandatario estadounidense cuestionaba su eficacia e independencia. No le perdonaba el cierre del caso de los correos electrónicos de Hillary Clinton. En una explosiva entrada en Twitter, el presidente Trump atacó a su esposa, Jill, candidata demócrata al Senado de Virginia, acusándola de recibir dinero de un aliado del matrimonio Clinton, Terry McAuliffe, al tiempo que, dijo, usaba su cargo en el FBI para promocionar la carrera política de Jill.

«Obviamente no puedes hacer esto», añadía Trump, para rematar que «estas fueron las personas que investigaban a Hillary Clinton». Para Trump resulta altamente sospechoso que el ya ex subdirector del FBI, bueno, la campaña de su esposa, recibiera hasta 700.000 dólares (unos 570.000 euros) de una PAC (Comité de Acción Política) liderada por McAuliffe. No en vano se trata del hombre «que dirigía junto a James Comey la investigación de Hillary ‘la Mentirosa’ Clinton (y sus 33.000 correos electrónicos eliminados ilegalmente)», y por supuesto la supuesta trama rusa.

conexiones rusas

También es importante recordar que McCabe habría contactado con el ex espía británico, asociado al M16, que elaboró el insólito y polémico dosier sobre las presuntas conexiones rusas del actual presidente. Un informe del que nunca ha llegado a extraerse ninguna información contrastada más allá de los simples rumores, pero que no habría acabado con el interés del FBI.

En defensa de McCabe han salido nombres como el ex fiscal general Eric Holder, que ayer comentó a la Prensa que «ha servido bien a este país». «Los ataques [a partir de falsedades] contra el FBI y el Departamento de Justicia», aseguró, «distraen la atención de una investigación criminal legítima a largo plazo, dañando de forma innecesaria los cimientos de nuestro Gobierno».

Por su parte, la Casa Blanca, por boca de su secretaria de Prensa, Sarah Huckabee Sanders, ha negado cualquier presión contra el funcionario. En su opinión, sólo McCabe sabe por qué abandona. Quizá le pudo la presión. Acaso se sabe culpable de trabajar con la idea de desestabilizar al Gobierno. O puede que, sencillamente, se aproximara a la edad en la que podía retirarse con la paga máxima y ya nada le ataba a las ruidosas obligaciones del cargo.

Pero desde que trascendió la salida de McCabe se suceden los aldabonazos contra la línea de flotación de la Casa Blanca. Así, el presidente Trump conspira con la idea de boicotear la investigación del Rusiagate por parte del fiscal especial, Robert S. Mueller. Eso opina, por ejemplo, el candidato a fiscal general de Misuri, Renato Mariotti. Para el jurista, «Donald Trump habla en serio cuando trata de forzar a Rosenstein [Rod Rosenstein, asistente del fiscal general de Estados Unidos] para socavar, limitar o poner fin a la investigación de Mueller». «Eso debería alarmarnos a todos», remató.