Estados Unidos
«EE UU debe comprender que las armas no dan más seguridad»
Patrick Kennedy. Ex congresista norteamericano
MADRID- Patrick Kennedy, sobrino de JFK y congresista norteamericano hasta 2011, estuvo ayer en Madrid para acompañar al Consejo Nacional de la Resistencia Iraní en su puesta de largo en España. A pesar de que abandonó la primera línea política, sigue comprometido con la democracia y la libertad. Por esta razón quiso participar en el acto de presentación de la líder de los opositores iraníes en el exilio, Maryam Rajavi, ayer en Casa de América.
-¿Se puede ser un miembro de la familia Kennedy y no luchar por los derechos humanos o intentar cambiar el mundo?
-Mi padre, el senador Edward «Ted» Kennedy, escribió muchísimas cartas en apoyo de Amnistía Internacional, individuos que estaban luchando contra Jomenei. Cuando estaba en el Congreso, también apoyé a los que sufrieron en Ashraf y ahora veo que la importancia de esta lucha por los derechos humanos es crucial. Porque no va a haber una verdadera Primavera Árabe en todo Oriente Medio si no se incluye a Irán. Pues Irán es uno de los peores violadores de Derechos Humanos del mundo. Resulta difícil ser el peor en ese «vecindario» conocido por tener un historial lleno de terribles episodios. Pero Irán es verdaderamente el peor y necesitamos aprovecharnos de esta oportunidad histórica. Los tiempos lo son todo, tanto en nuestras vidas como en nuestras naciones y en el mundo. Por eso tenemos que aprovechar esta transición histórica en Oriente Medio y asegurarnos de que se canaliza para proporcionar una estabilidad a largo plazo en la zona. Necesitamos apoyar a un grupo como es el Consejo Nacional de Resistencia Iraní (CNRI) que ha respaldado y adoptado los principios democráticos universales. No queremos sólo reemplazar el actual régimen con un líder que sea igualmente ofensivo a los derechos humanos, sino que queremos elegir a una alternativa democrática real. Y el CNRI garantiza este avance democrático.
-EE UU atraviesa un momento muy difícil tras la matanza de Newtown. ¿Puede ser un punto de inflexión que permita una mayor regulación sobre las armas de fuego?
-Obviamente mi familia conoce de cerca la violencia de las armas. Dos de mis tíos fueron asesinados y he visto a mis primos crecer sin sus padres debido a la violencia de las armas de fuego. Por lo que mi corazón está, así como el de todos los que han visto lo ocurrido en Connecticut, con los padres y los familiares de esos niños y adultos que fallecieron en esa tragedia. Algo tiene que cambiar. Puede que no haya una solución perfecta, pero eso no significa que no exista una buena solución. En otras palabras, no podemos estar intentando esperar a que llegue una solución que sea apoyada por todo el mundo, cuando hay algo que ya puede reducir la probabilidad de que esto le pueda volver a pasar otra vez. Espero apoyar un diálogo real alrededor de ambos asuntos: el acceso a las armas de fuego, pero también la mejora de atención sanitaria para la salud mental. Fui el patrocinador principal en el Congreso en 2008 del Acta sobre la paridad de la salud mental y la adicción. Esa ley decía que no se pueden tratar las enfermedades mentales de manera distinta a las enfermedades físicas. Yo tenía desorden bipolar; también sufrí adicción y fui alcohólico. Ahora estoy sobrio porque fui y sigo yendo a recuperación. Hay millones de personas que como yo se están recuperando de una enfermedad mental. Pero sólo podemos lograrlo si el sistema sanitario disponible para las enfermedades mentales es similar al sistema del resto de las enfermedades.
-¿Podrá el presidente Obama vencer a la oposición en el Congreso para prohibir los rifles de asalto?
-Creo que podemos aumentar los requisitos de quien quiera comprarse un arma, podemos limitar la cantidad de balas por cargador, que es una manera más efectiva de atacar el problema real que es la disponibilidad de armas sin importar el tipo, ya sean semi automática... Tenemos que eliminar la posibilidad de que alguien dispare muchas balas y que las dispare en un breve espacio de tiempo. Ése es el objetivo. Y como digo, tenemos que hacerlo al mismo tiempo que proveer asistencia a la gente que sufre enfermedades mentales. También necesitamos hacer otras muchas cosas, pero claramente tenemos que desarrollar estas dos ideas y desarrollar unas políticas muy constructivas que se acerquen a ambas: qué le pasó a Adam Lanza, y a sus predecesores en Aurora, en Tucson, Arizona... Todos estos criminales tienen una historia similar: era bien conocido que estaban enfermos. Necesitamos estar seguros de que nos hacemos cargo de la gente que padece. No sólo por su propio bien, sino por el de todos los demás. El presidente será capaz de lograr el respaldo para regulaciones pragmáticas y razonables respecto a la venta y compra de armas de fuego y municiones que incluyan un incremento de los requisitos.
-¿Tomó usted alguna medida como diputado de Rhode Island contra el uso indiscriminado de las armas?
-Sí, fui el responsable del «Periodo de siete días de espera» en Rhode Island. Dábamos a los jefes de la Policía local autoridad final en la decisión. Por lo que incluso si alguien no tenía antecedentes penales, se le podía denegar un arma. Si el jefe de Policía sabía que eran maltratadores –aunque no hubieran cometido ningún crimen– podía negarles la posesión de armas. Esto es una forma de ver el problema. No se trata sólo de datos en un ordenador, si no de hacer una investigación. También pudimos decir: «Las armas, en casas con niños, no se mezclan. Elegid una», obviamente esperando a que eligieran a los hijos. Pero tenemos que ser simples y directos con la sociedad: las armas no nos dan más seguridad. Son objetivo de robos y se usan fácilmente en acaloradas discusiones pasionales donde una mala situación empeora hacia lo trágico. Tenemos que difundir la noción de que más armas no significa más seguridad. No es el caso.
-¿Qué será más difícil cambiar la Segunda Enmienda o que se negocie el techo fiscal?
-Ahora hay una oportunidad de llegar a acuerdos sobre temas de interés mutuo. Tanto republicanos como demócratas no quieren que la economía estadounidense se hunda. Lo mismo con las armas, necesitamos encontrar un compromiso para que todo el mundo pueda decir: «Esto es mejor de lo que tenemos ahora». La pelea consistirá en hacerlo tan bueno para todos.
Primera persona
Una dinastía política marcada por la violencia
La vida de Patrick Kennedy no ha sido nada fácil. Su tan famoso apellido marca de por vida. Aun así, ha sabido salir adelante no sólo como político sino como persona. Casado y con un hijo desde el año pasado, a Patrick le gusta hablar en español, lengua que aprendió en el instituto durante sólo dos cursos y recordar a su padre, Ted Kennedy, el hermano pequeño de JFK, que fue uno de los grandes pesos pesados del Partido Democrático hasta su fallecimiento en 2011. Como hijo agradece que se le diga que la reforma sanitaria de Obama, uno de los hitos del actual presidente, le debe mucho al trabajo previo de Ted. La entrevista con LA RAZÓN estuvo prácticamente acaparada por la terrible matanza de Newtown. Patrick Kennedy reconoce con naturalidad la fatal relación de su familia política con la violencia por armas de fuego por eso pone tanto énfasis en la necesidad de poner un punto y aparte e impedir otra tragedia de este alcance. Quizás marcado por su agitada biografía, el ex diputado que reconoce su bipolaridad y problema con las drogas insiste en que no hay que olvidar del paquete de medidas la atención a los enfermos psíquicos. «El mayor reto es cambiar la actitud la discriminación que existe entorno a los enfermos mentales», subraya.
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