Unión Europea
Ekaitz Cancela: “Ni la UE ni EE UU quiere reconocer que uno hace más cesiones que el otro en las negociaciones del TTIP”
El periodista y autor del libro “El TTIP y sus efectos colaterales” (Temas de Hoy, Editorial Planeta) ha hablado con LA RAZÓN sobre cómo maneja los acuerdos comerciales el Club de los 28.
El periodista y autor del libro “El TTIP y sus efectos colaterales” (Temas de Hoy, Editorial Planeta) ha hablado con LA RAZÓN sobre cómo maneja los acuerdos comerciales el Club de los 28.
La Unión Europea (UE) lleva años negociando acuerdos comerciales con Canadá (el CETA) y con Estados Unidos (el TTIP), pero la opacidad de dichas negociaciones han provocado la desconfianza por parte de la opinión pública europea (y alguna que otra protesta). Aprovechando la salida al mercado el próximo día 25 de octubre de la exhaustiva investigación “El TTIP y sus efectos colaterales” (Temas de Hoy, Editorial Planeta), LA RAZÓN ha contactado con su autor, Ekaitz Cancela, para tratar de arrojar algo de luz sobre el tema.
A la vista de las complicaciones que han surgido en torno a la aprobación del CETA, ¿qué se puede esperar de las negociaciones del TTIP?
Es evidente que hay un conflicto cuando la Unión Europea (UE), en una negociación, choca con determinados intereses de los Estados miembros. Va a ser muy difícil para el Club comunitario negociar en el futuro tratados tan ambiciosos que vayan más allá, como dice el Tribunal Constitucional alemán, de las competencias nacionales. Esto se ha puesto de manifiesto en el CETA, algo que no se esperaba. Seguramente sea así de complicado para el TTIP, e incluso para el tratado de comercio que firmen la Unión Europea y Reino Unido cuando haya que activar el Artículo 50.
¿Cree que la UE puede negociar como un ente político, teniendo en cuenta los intereses tan diferentes de los Estados miembros?
Es difícil decir Sí o No. La UE tiene que tener la competencia exclusiva del comercio, porque el comercio es la piedra angular de la UE. Tengo una concepción federalista y europeísta y quiero que la Unión tenga las mayores competencias posibles. Es muy difícil tener una integración social y un mercado único sin tener una integración política y social que vayan de la mano. En el caso del CETA y del TTIP, las ratificaciones debe ser mixtas porque hay aspectos que entran dentro de las competencias de los Estados. Son acuerdos que tienen que aprobar los Estados y sus parlamentos a menos que vayamos hacia una unión política de verdad, es decir, hacia un Estado europeo real.
¿Cuáles son los puntos de mayor fricción ahora mismo en las negociaciones del TTIP?
Los puntos de mayor fricción son dos: la agricultura y la contratación pública. Sigue habiendo tiranteces en estos puntos porque hay elecciones. Ni EEUU ni la UE quieren reconocer que uno hace más cesiones más que el otro. Por eso es inevitable que las conversaciones se alarguen hasta, al menos, ocho o nueve meses después de las elecciones americanas, que es cuando se forma la nueva administración, momento en el que se volverá a la mesa de negociaciones.
¿Nos vemos abocados entonces a un alargamiento considerable de las negociaciones hasta que pasen las elecciones americanas?
La Comisión Europea tiene razón cuando dice que esta es una pausa natural en las negociaciones. Ya se preveía en el 2014 que en marco de las elecciones americanas se detendrían las conversaciones en torno al TTIP. El CETA tardó cinco años en negociarse y es un acuerdo menos ambicioso en lo que a cooperación reguladora se refiere. Así que sí, las negociaciones en torno al TTIP serán un proceso largo y eso es normal.
¿Son estos acuerdos internacionales como el CETA o el TTIP una oportunidad o un riesgo?
Extender el comercio ha servido siempre para dar respuesta a la modernidad. En este momento, estamos entrando en un proceso en el que el comercio va a ser fundamental. Principalmente, para devolver a los obreros la capacidad de tomar decisiones por sí mismos y para crear sociedades más justas y equitativas. Desde mi punto de vista, eso es algo positivo. Pero también hay aspectos que no son tan positivos, como que, por la tradición comercial de los años anteriores, se han creado una serie de desajustes sociales al crear mercados más abiertos y al defender el libre comercio y esto profundiza en esa apertura sin corregir esas desigualdades y los desajustes creados en el pasado.
¿Qué opinión le merece el modo en el que se han desarrollado las negociaciones del TTIP?
Son más opacas que discretas y creo que deberían ser más discretas que opacas. El problema del TTIP es que, aunque los textos de las negociaciones fueran abiertos, nadie confiaría en la Unión Europea. Esto corresponde a un problema de fondo: la legitimidad de la UE. Durante estos años, la opinión pública ha perdido la confianza en la Unión y, por tanto, ésta ha perdido su legitimidad a la hora de negociar. Y aquí hay que señalar una cosa. Fue Durao Barroso, el que inició las negociaciones del TTIP y que ahora ejerce como director ejecutivo de Goldman Sacks, quién dijo que si las negociaciones eran totalmente secretas, sería mucho más fácil llegar a un acuerdo.
¿Qué le parecen las protestas de algunos sectores de la ciudadanía contra el TTIP y el CETA?
El principal problema es que, desde un principio, se trató de hacer ver que el TTIP era un acuerdo que, justo después de una crisis, generaría crecimiento económico, pero este argumento ha caído por su propio peso. No sólo porque se hablaba, a lo sumo, de un elemento del 0,5% en diez años, en fin, de una taza de café a la semana, sino porque la gente sentía un malestar con la globalización, y creía que el TTIP la incrementaba, que era la última tuerca del liberalismo. Habría que hablar claro a la opinión pública que el comercio es necesario en el s.XXI, que es necesario para marcar las reglas globales y para hacer frente a China. Se debe utilizar el comercio como una herramienta, no como un fin en sí mismo.
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