Brexit
El Brexit y el Gatopardo
Un nuevo acuerdo para el Brexit. A pocos días de la fecha límite, el fatídico 31 de octubre, el Reino Unido y la Unión Europa han anunciado -de nuevo- un compromiso que permitirá avanzar -o no- en la salida ordenada de los británicos del club europeo. Los vientos del referéndum de 2016 derribaron a dos primeros ministros del Reino Unido -David Cameron y Theresa May- y han encumbrado al gran muñidor del éxito de los “brexiters”: el enfant terrible de Westminster -Boris Johnson-, que está a pocas horas de un éxito que supondría el triunfo de una de las carambolas políticas más ambiciosas en la historia del Reino Unido desde la II Guerra Mundial. Su asalto al poder.
Como en “El Gatopardo”, el gran retrato de los traumas de la aristocracia siciliana -azotada por los vientos de la unificación italiana- al final todo ha tenido que cambiar, para que todo siga igual. El nuevo acuerdo supone un alambicado compromiso político para dar solución a lo que se ha convertido en el gran escollo para aprobar cualquier acuerdo en la Cámara de los Comunes: La cuestión de la frontera en Irlanda del Norte. El nuevo acuerdo sustituye lo obligatorio por lo inevitable. Frente a una garantía ad eternum sobre el estatus de la frontera norirlandesa, en el futuro se fía a la voluntad de Belfast la que lo oriente. Bien podría decirse que, con este acuerdo, Irlanda del Norte se convierte en una suerte de Territorio Brexit, un pintoresco híbrido europeo y británico, donde se entrecruzará la una legislación europea -aplicada por funcionarios británicos- y sin frontera física irlandesa.
El acuerdo se votará el sábado en la Cámara de los Comunes. Sin aventurar el resultado de esa votación, nadie puede negar la capacidad de Boris Johnson para la prestidigitación. Los unionistas de Irlanda del Norte (DUP), la piedra en el zapato que hizo naufragar a Theresa May, han manifestado su rechazo al acuerdo “tal y como están las cosas”. Todo parece indicar que Johnson tiene un reducido margen para un mercadeo de última hora con sus socios, para arrancar un apoyo pírrico a la aún tambaleante propuesta. Pero con el Brexit toda previsión es una aventura, y lo previsible tiende a no coincidir nunca con la realidad.
Boris Johnson se sitúa en cualquier caso como el centro del acuerdo. Ha conseguido abrir de nuevo un compromiso que Bruselas veía como cerrado, y eso que es evidente que su muy peculiar estilo british dista de seducir a los líderes de la UE. Pero con su cara de pillo que pretende no haber roto nunca un plato, este Churchill golfo está a horas de ver rendida la política británica a sus pies.
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