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Miami

El intruso de la Casa Blanca pone al Servicio Secreto en el ojo del huracán

El primer intruso armado en la historia de la Casa Blanca, uno de los edificios más protegidos del mundo, ha puesto en el ojo del huracán al Servicio Secreto de Estados Unidos, un cuerpo de élite salpicado en los últimos años por escándalos y flagrantes errores. Julia Pierson, la mujer elegida en 2013 para poner fin a la cuestionada cultura interna de esta agencia dominada por hombres, es ahora el objeto de las críticas tanto por los graves fallos de seguridad como por la falta de transparencia a la hora de informar sobre ellos.

El 19 de septiembre Omar J. González, un veterano de Irak con supuestos problemas mentales, logró entrar armado con un cuchillo en la Casa Blanca y acercarse a las dependencias de la familia presidencial, que había abandonado el edificio tan sólo unos minutos antes.

En un primer momento el Servicio Secreto aseguró que el intruso no iba armado y que fue detenido en cuanto cruzó la puerta de entrada, pero el martes Pierson tuvo que admitir ante el Congreso la veracidad de los informes del Washington Post que contradecían esa versión.

¿Cómo pudo ocurrir?. El perro que tendría que haber sido soltado cuando González saltó la verja del jardín, no lo fue. La puerta de la Casa Blanca no estaba cerrada ni tenía -acaban de incorporarlo- un sistema de cierre activable a distancia.

Además, en el Pórtico Norte no estaba el guardia pertinente y la alarma que debía avisarlo había sido silenciada por funcionarios del edificio que la consideraban molesta. Para más inri, el agente que interceptó a González ya no estaba de servicio, pasaba por la Sala Este de casualidad a su salida del trabajo.

Ante la gravedad de este suceso, congresistas y prensa estadounidenses cuestionan la continuidad de Pierson en el cargo y piden una investigación externa de lo ocurrido por temor a que en la anunciada por la directora la agencia encubra sus propios fallos.

“Omar J. González ha acabado con la idea de que la Casa Blanca es un espacio cívico intocable protegido por la fuerza de seguridad más impenetrable del mundo”, considera hoy el New York Times en un editorial titulado “El colapso del Servicio Secreto”.

Este incidente, aunque el más grave, no es el único por el que Pierson tiene que responder. Este mismo martes el Post revelaba que Obama y un hombre armado con antecedentes compartieron ascensor en Atlanta porque el Servicio Secreto no le sometió a la investigación delictiva que estipula el protocolo.

En 2011 un hombre disparó contra el piso superior de la Casa Blanca, con una de las hijas del presidente en el interior, y los agentes tardaron cuatro días en reconocer que había habido un ataque armado, gracias a que una empleada del hogar descubrió cristales rotos y restos de cemento. En esa ocasión también se acusó al Servicio Secreto de falta de transparencia con el Congreso y los ciudadanos.

Un año después un sonado escándalo internacional obligó a endurecer las normas de la agencia y derivó en el nombramiento de la primera directora mujer: 12 agentes llevaron prostitutas a sus habitaciones de hotel antes de la visita de Obama a Cartagena de Indias (Colombia) para asistir a la Cumbre de las Américas.

Este año, pese al cambio de políticas impulsado por Pierson, otros dos nuevos escándalos han salpicado al cuerpo de élite. El 7 de marzo en Miami varios agentes tuvieron un accidente de tráfico y fueron sometidos a pruebas de alcoholemia en una visita oficial del presidente.

Los oficiales fueron devueltos a Washington, al igual que sus colegas que en el viaje de Obama a Ámsterdam (Holanda) también en marzo salieron de copas pocas horas antes de la llegada del presidente, cuya protección es el cometido más sensible de esta agencia creada en 1865 para luchar contra la falsificación de dinero.

Los empleados del Servicio Secreto alegan que los recortes presupuestarios de los últimos años han les han desmoralizado y son la causa de una menor vigilancia sobre el trabajo de base.

Este cuerpo de élite está integrado por 6.600 agentes (6.900 en 2011) encargados de velar por la vida del presidente y el vicepresidente, sus familias y los líderes extranjeros de visita en el país.

Desde 2009 esta agencia tiene en sus manos la seguridad de Obama, el primer presidente afroamericano de EE.UU., un líder que ha recibido tres veces más amenazas de muerte que sus antecesores.