Asia
El renacimiento de la gran China
El presidente, Xi Jinping, cierra el congreso del traspaso de poder con un discurso de ecos nacionalistas. La quinta generación de líderes aspira a restablecer la supremacía que el gigante tuvo durante siglos
PEKÍN- El «pequeño timonel», Deng Xiaoping, el artífice de la China moderna, marcó hace más de treinta años las directrices que debería seguir el país para no llamar la atención ni preocupar al mundo con su poderío demográfico y su crecimiento económico. «Tenemos que mantener un perfil bajo y la cabeza fría, observar con lucidez y compostura, nunca tomar la delantera ni destacar hasta que no estemos preparados. Tenemos que ocultar nuestras capacidades hasta que llegue el momento». Tres décadas después, el Partido Comunista Chino (PCCh) siente que el momento del que hablaba Deng Xiaoping ya ha llegado. La «quinta generación de líderes» se estrenó ayer con un discurso de ecos nacionalistas pronunciado en el Gran Palacio del Pueblo por su nuevo presidente, Xi Jinping, quien abogó abiertamente por el «gran renacimiento» de la «gran nación china». Ambas expresiones han de entenderse desde una perspectiva histórica, ya que China fue la primera economía mundial durante muchos siglos, un puesto que sólo perdió tras la revolución industrial y el auge y la aventura imperialista de Occidente. Para China fue un ciclo de penosa decadencia durante el que se derrumbó el viejo orden imperial y que desembocó en lo que la historiografía oficial denomina los «años de la humillación»: las derrotas frente a Japón y las potencias europeas.
Un ciclo que el PCCh considera por fin superado. Xi Jinping inauguró su mandato presentando las credenciales del nuevo Gobierno y las aspiraciones del país para la próxima década. En clave interna, prometió atajar los problemas que más indignan a la población y que constituyen la mayor amenaza para la estabilidad política: la corrupción institucional, el desastre medioambiental y la creciente desigualdad entre ricos y pobres. En clave internacional, sin embargo, exaltó el orgullo nacional y patriótico, exigió «unidad nacional» para afrontar el desafío y dejó entender que China tendrá un papel mucho más decisivo en los años venideros. «El patriotismo siempre ha sido el pegamento que mantiene unido al pueblo chino», abundó. En definitiva, tras dos siglos en la sombra, el «Reino del Medio» vuelve a estar en primera fila. El gigante asiático aspira de hecho a adelantar a Estados Unidos como primera potencia económica planetaria durante esta legislatura, una ambición que respaldan las previsiones de casi todos los organismos internacionales. Pocos economistas ponen en duda que se vaya a producir el «sorpasso» y el debate está más bien en la fecha en la que llegará. Mientras que algunos informes lo sitúan en 2016, otros lo retrasan a 2020.
El PCCh acaba de culminar un largo y complicado proceso de transición y de relevo generacional del que Xi Jinping sale como hombre fuerte, con las riendas del Partido, el Ejército y el Gobierno, los tres resortes del poder. «Haremos arduos esfuerzos para continuar con la realización del gran renacimiento de la nación China y del sueño chino», insistió ante los delegados de la Asamblea Nacional del Pueblo reunidos en su sede, en un lateral de la plaza de Tiananmen. Aunque Pekín sigue insistiendo en que su ascenso es pacífico («como potencia, nuestra obligación es promover la amistad con el resto del mundo»), Xi advirtió de que el Ejército chino está cada vez más preparado para «ganar batallas» y prometió firmeza para «proteger la soberanía nacional y la seguridad». Los diversos conflictos territoriales que sostiene China con sus vecinos, empezando por Japón, hacen presagiar una década de tensión y gasto militar durante la que muchos expertos creen que podría producirse la primera escaramuza provocada por el «auge chino». La política exterior de Pekín ha ido ganando en firmeza en los últimos años y parece que la quinta generación de líderes redoblará esas ambiciones.
De fondo late la madre de todas las disputas, la de la hegemonía por el Pacífico (el nuevo centro del mundo), donde Estados Unidos sigue mandando. El nuevo equipo diplomático, recién anunciado, está compuesto por varios defensores de la línea dura en las recientes disputas territoriales (con Japón, Vietnam y Filipinas) y en otras cuitas diplomáticas y comerciales con países de la Unión Europea y con Estados Unidos.
Nacionalismo y eficacia económica son las dos principales señas de identidad de un régimen que mantiene la bandera y la escenografía comunistas, pero que renunció hace tiempo a los principios de igualdad social y la lucha de clases. El discurso de Xi Jinping abraza sin tapujos esta idea y busca conectar con el pueblo abogando por la mano dura con la corrupción y la ineficacia del sector público, un mejor reparto de la riqueza y una exaltación del orgullo nacional. «Empujaremos con indómita voluntad para avanzar en la causa del socialismo con características chinas. Para lograrlo, China tiene que seguir su propio camino», aseguró. Por lo demás, las líneas maestras de su discurso fueron continuistas con las de sus predecesores. La diferencia más notable fue de estilo: Xi se maneja con mayor naturalidad ante las cámaras, habla de una manera más clara y no abusa tanto de eslóganes y conceptos abstractos como el presidente saliente, Hu Jintao. En definitiva, el ADN de la nueva China contiene grandes dosis de nacionalismo, desarrollismo económico y continuismo político.
La economía como prioridad absoluta
Si Xi Jinping ofreció ayer su primer discurso como presidente, el nuevo primer ministro chino, Li Keqiang, se estrenó respondiendo a las preguntas de los periodistas (todas pactadas de antemano) en la rueda de prensa anual con la que se clausuran siempre las asambleas. Li se desenvolvió con soltura en la abarrotada sala de prensa e insistió en que la «verdadera prioridad» para China sigue siendo «mantener el crecimiento económico sostenible». El nuevo «premier» no ocultó que el país asiático afronta importantes desafíos en su modelo y que debe afrontar reformas. «Tenemos que navegar en aguas inciertas, tenemos que afrontar problemas que urge afrontar y tenemos que deshacer muchos intereses creados», concluyó en el inicio de su mandato al frente del Gobierno.
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