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El rugido de Donald

El libro «Trump. El león del circo» describe la extravagante personalidad del republicano, máxima expresión de la realidad-ficción

Donald Trump
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El libro «Trump. El león del circo» describe la extravagante personalidad del republicano, máxima expresión de la realidad-ficción

La tienda de pianos Steinway and Sons luce grandes ventanales por los que se pueden ver varios modelos de la mítica casa de instrumentos en el 1.133 de la Sexta Avenida de Nueva York. Buen sitio para colocar un establecimiento de estas características, en una ciudad cuyo ritmo cardíaco es un indescifrable y constante ruido que desespera y enamora a partes iguales. A pocos metros, junto al carrito donde venden perritos calientes, un joven pide limosna sosteniendo un cartel entre sus manos. «Give a dollar and I will not vote Trump», pone en un sucio cartón como mensaje a los viandantes que no quieran asistirle. O hay algo de dinero o ayudaré a adelantar el apocalipsis planetario votando al nuevo monstruo del siglo XXI. Nadie sabe si lo hará o no realmente, pero según una encuesta publicada la semana pasada por «The New York Times» y la CBS, el candidato republicano a la Casa Blanca se encuentra, con un 42%, empatado en intención de voto con Hillary Clinton.

Con este panorama y a menos de 50 días de la cita con las urnas en EE UU, Francisco Reyero tiene ya en las librerías «Trump. El león del circo» (El Paseo), donde hace un repaso de la personalidad de quien puede alzarse con el poder en el Despacho Oval dentro de pocas semanas. Escrito entre Los Ángeles, Las Vegas y Nueva York, rescata tanto los orígenes inmigrantes del personaje como su ascenso al Olimpo de la estupidez mediática, haciendo un análisis profundo de cómo se ha llegado a esta situación de, prácticamente, no retorno.

La época de la superficialidad, de la ausencia de discursos coherentes, cuando los nuevos predicadores tienen en Youtube su mejor arma para aleccionar a millones de fieles cada día, la era de la «telerealidad», en suma, sirve de hábitat perfecto para la asunción de un hombre como Donald J. Trump quien, carente de ideología y escrúpulos, no tiene reparos incluso en cargar contra su propio partido. Sobre este aspecto, el autor contextualiza el progresivo deterioro cultural y mediático en el que las sociedades occidentales se han instalado progresivamente desde finales de los años setenta hasta alcanzar una situación en la que todo vale por mantener el espectáculo, aun a costa de la seguridad, el progreso y la libertad de millones de ciudadanos. Un horizonte irrelevante para sus seguidores, que no se inmutan jamás, viven en esa fe ciega tan propia de EE UU, ni cuando cargó contra John McCain porque fue capturado en Vietnam.

Ante la realidad prima ya la ficción, la palabrería, el exabrupto; y el empresario neoyorquino domina este campo a la perfección. A medida que la agresividad de su discurso crecía, su presencia en la televisión se hizo mayor hasta alcanzar un estatus casi esquizofrénico en el que es imposible distinguir entre lo fingido y lo verdadero. Un ejemplo que ilustra Reyero al contar el triunfo de ventas que es «The coloring book of Donald Trump». Se trata de un cuaderno de colorear para niños donde el candidato sale con Putin, con quien juega al ajedrez, recibe como presidente a un extraterrestre o aparece junto al líder de Corea del Norte, Kim Jong Un. Press Hill, en la explicación que aparece en el libro, ahonda en esta situación al adelantar que no han contactado con Trump ni con su oficina, pero sí que están seguros de que «tiene un gran sentido del humor y que él apreciará el humor blanco y honesto de M.G. Anthony. Hay más de 100.000 copias impresas. Esto es suficiente para que todos estemos contentos. También Trump». Así es América y el hombre de los 3.500 juicios, de las empresas en bancarrota, de los casinos arruinados, de los miles de despidos a sus espaldas, el esposo de mujeres recauchutadas, el individuo por quien Tila Tequila pide el voto también lo sabe y además, es consciente de que «el entretenimiento ha anegado la política y la reputación se gana, en buena parte, por la capacidad interpretativa y la desenvoltura en el cambiante entorno mediático». Los problemas de seguridad, la inmigración o la economía internacional no son más que meros artilugios de una interpretación «teatral» de la realidad, porque nadie sabe, ni él mismo, qué va a hacer si finalmente se impone en los comicios.

«Make America great again», el lema de su campaña, luce luminoso detrás de sus intervenciones sean muy o descorazonadamente desafortunadas. Es un «remake» del utilizado por Reagan en las presidenciales de 1980 contra Carter, pero Trump ni se plantea la posibilidad de plagio porque «es un eslogan que ha inventado él, reunido consigo mismo y sin ninguna ayuda». No necesita a nadie, ni a su propio partido, ni a su dinero, ha gastado mucho menos que Clinton en propaganda, porque los medios le sirven de altavoz cada vez que sale a vociferar en la pequeña pantalla. En lo audiovisual se mueve bien, pero detesta la profundidad de los medios escritos hasta el extremo de expulsar de su campaña a aquellos que le incomodan. Hay una frase con la que Reyero explica, sucintamente, el porqué de este comportamiento y su éxito: «Apela a los sentimientos y no a la gestión». Trump es un muñeco vacío en un gran teatro que se llama América.

En su reciente visita a México, Donald J. llegó precedido por una de sus declaraciones más polémicas al anunciar que crearía un muro para contener el flujo migratorio y que su construcción saldría de los bolsillos de los mexicanos «al 100%». Su odio contra los que no considera estadounidenses no tiene fin, es patológico, hasta el punto de que defendió una campaña en la que aseguraba que el presidente Obama no había nacido en Hawái sino en Kenia. La conspiración la inició en 2011, y cuando apareció el documento certificando su nacionalidad no tuvo reparos en mostrarse «agradecido» por el gesto. Aliviado, podría decir irónicamente alguien cuyo abuelo, Friedrich Drumpf, había llegado como uno más de los miles de inmigrantes europeos, en concreto desde Alemania, para buscarse un porvenir en el Nuevo Mundo a finales del siglo XIX. «Drumpf, Trumpf, Trump» se titula el capítulo con el que se ponen a la luz los detalles de una saga dedicada a la especulación desde los tiempos de la Fiebre del Oro y que ahora pretende el asalto a la Presidencia del país más poderoso de la Tierra. Tres generaciones aupadas al devenir de la construcción en Nueva York que buscaron cobijo al calor del dinero viniera de quien viniera, porque ahí no hay lugar para el racismo. El padre del protagonista, Fred Trump, ocultó en los años posteriores a la II Guerra Mundial su origen debido a que tenía muchos inquilinos judíos.

La explosión de una bomba en Manhattan ha reactivado la situación de pánico en Nueva York cuando se cumplen 15 años del 11-S. Aún no se ha cerrado la investigación, pero The Donald, como lo conocen familiarmente, ya ha augurado en la Fox que «es un lío y es una vergüenza y vamos a tener que ponernos muy duros (...). Esto sólo va a ir a peor». Los atentados han entrado en la campaña electoral dando fuelle al candidato conservador, que el año pasado, según PolitiFact, tuvo el honor de ser nombrado Mentiroso del Año, tras alcanzar el 70% de sus declaraciones la calificación de totalmente falsas. A lo mejor dice la verdad en esto último, y todo se pondrá más negro en los próximos meses a medida que el margen de tiempo se vaya cerrando. Como en la Italia de Berlusconi, donde nadie reconocía que votaba a «Il Cavaliere», muy pocos se confiesan votantes de Trump, aunque tampoco muestran su antipatía directamente contra una especie de trilero político cuyo libro más vendido se llama «El arte de la negociación». Sobre este asunto, escribe el autor: «El actual candidato republicano es un personaje de su tiempo, sin habilidades ni cualidades actorales, amparado por su personalidad ‘‘hipercelebrity’’». Cuando lean el libro, si lo hacen, claro, pueden meterse con tranquilidad o pavor en la web 270win.com, donde podrán ver el avance de los dos candidatos según los sondeos, jugar con datos históricos e incluso crear su propio partido para saber qué se necesita para llegar a la Presidencia. Es como un juego, casi mejor, es un juego como el que comenzó Trump, al que nadie le dio importancia hasta que se hizo realidad.

Un marketing desbocado

- Jabón para la política de mala calidad. En el universo Trump cabe todo lo imaginable en la industria del entretenimiento y el mal gusto, como esta pastilla de jabón para limpiarse las manos de la «mala política». Con su peculiar estilo, Donald apuesta por este tipo de productos con los que hacer mella en un electorado ávido de la última «actualización» de su campaña. Esta pastilla de jabón es como el muro antimexicanos, una muestra más de su no-política.

- Un superhéroe para colorear. No es su programa electoral, desde luego, pero podría serlo si se empeñan en ahondar en su discurso. En realidad, Trump no es más que un personaje salido de la pequeña pantalla del que ya se puede adquirir un cuaderno para colorear donde aparece en las situaciones más dispares junto a otros «dioses» del panteón político internacional.

- Un candidato de plástico. Trump cuenta con muchos canales mediante los que lanzar sus mensajes, también los hay en contra, como la caja de pastillas contra el mal aliento con su rostro en la tapadera. Las caretas son un clásico en la política norteamericana, ya seas candidato, presidente o el terrorista más buscado. Si no la tienes, no eres nadie.

Ficha

«Trump. El león del circo»

Francisco Reyero

El paseo

208 páginas,

17,95 euros