Brexit

El Parlamento británico rechaza por tercera vez el acuerdo de May para el Brexit

La tercera derrota del acuerdo de salida firmado por May y la UE obliga a Londres a pedir a Bruselas una prórroga larga para impedir una ruptura caótica de trágicas consecuencias el 12 de abril

Theresa May, durante su intervención en el Parlamento
Theresa May, durante su intervención en el Parlamentolarazon

Por 286 votos a favor y 344 en contra, la Cámara Baja rehusó dar luz verde al texto sobre los términos de la retirada

«Estamos fuera». Las palabras del veterano periodista David Dimbleby retumbaron en todo Reino Unido la noche del 23 de junio de 2016. Por un ajustadísimo porcentaje –51,9% frente 48,1%–, los británicos apostaron por el Brexit. Theresa May se mudó entonces a Downing Street con la promesa de sacar al país de la UE. Repitió por activa y pasiva que la ruptura se ejecutaría el 29 de marzo de 2019. Pero casi tres años después, nadie sabe exactamente qué va a ocurrir.

Ni siquiera si el divorcio va a llegar realmente algún día a producirse. La Cámara de los Comunes rechazó ayer, por tercera vez, el Acuerdo de Retirada que la «premier» cerró con los Veintisiete en noviembre para garantizar una salida ordenada del bloque y con periodo de transición.

Sus señorías tumbaron el texto por 344 votos en contra frente a 286 a favor. La diferencia de 58 escaños mejora la derrota de 149 cosechada el pasado 12 de marzo y nada tiene que ver con la humillación que la «premier» sufrió en enero por 230 escaños. En cualquier caso, su futuro está más en el aire que nunca. Y los rumores de unas posibles elecciones anticipadas toman cada vez más fuerza.

El hecho de que sus señorías debatieran por enésima vez el documento, justo el día en el que el país debía haber abandonado el bloque, dejó una imagen de lo más rocambolesca. Una prueba más de la crisis institucional sin precedentes en la que está sumido Westminster, donde ayer se concentraron tanto simpatizantes pro UE como euroescépticos. Muchos de los «brexiters» finalizaron ante el Parlamento una marcha que comenzó hace una semana en la pequeña localidad de Sunderland, liderada por Nigel Farage. El que fuera dirigente del UKIP, protagonista indiscutible del plebiscito, gritó a sus fieles que habían sido «traicionados».

De nada sirvió la promesa de May a sus filas asegurándoles que, si el texto era aprobado, dejaría vía libre a otro líder de cara a las negociaciones sobre futuras relaciones con el bloque. «Me temo que estamos llegando a los límites de este proceso en esta Cámara», manifestó. En los últimos días, muchos «tories» euroescépticos se habían puesto de su parte para evitar una prórroga larga que pueda dejar ahora a Reino Unido atrapado en la UE sine die. Entre ellos, el excéntrico Boris Johnson, que ya está en modo campaña para las primarias que se avecinan.

En cualquier caso, el fracaso para la primera ministra se daba prácticamente por hecho porque los norirlandeses del DUP, de cuyo apoyo depende su Gobierno en minoría, reiteraron que no iban a aceptar nunca un texto que califican de «tóxico», ya que el documento establece que, hasta que se cierre un acuerdo comercial, todo Reino Unido debe permanecer en la unión aduanera e Irlanda del Norte además alineado con el mercado único. Y el DUP no quiere que la provincia quede con un estatus diferente al del resto.

En un intento a la desesperada por desbloquear la peor crisis política de la historia reciente del país, lo que May presentó ayer a sus señorías fue tan sólo el Acuerdo de Retirada, sin la Declaración Política. El primer documento, legalmente vinculante, cubre las cuestiones relativas al divorcio en sí: derechos de los ciudadanos, factura que Londres debe pagar por la salida, la salvaguarda para evitar frontera dura en Irlanda y el periodo de transición.

El segundo, legalmente no vinculante, describe, aunque de manera muy vaga, las aspiraciones sobre las futuras relaciones con el bloque. La decisión de Downing Street de separar ambos textos estaba dirigida, sobre todo, a intentar cosechar apoyos en la oposición laborista, porque los de Corbyn se muestran partidarios de dejar al país en una unión aduanera y alineados con el mercado único. Pero la táctica tampoco funcionó. Tan sólo cinco diputados rebeldes se posicionaron con el Ejecutivo.

¿Por qué sabiendo que iba a perder, May quemó el que parece fue su último cartucho? Lo cierto es que no tenía otra opción porque el plazo impuesto por los Veintisiete expiraba ayer por la noche a las 23.00 horas. En la cumbre europea de la semana pasada, cuando se solicitó una primera extensión, Bruselas respondió con dos fechas. Si el pacto era aprobado, habría prórroga hasta el 22 de mayo. Si no era ratificado, Londres debería comunicar para el 12 de abril cuál es su plan B. Ante la carencia de un convenio, Reino Unido está destinado a una salida abrupta. Pero la Cámara de los Comunes se opone completamente al divorcio caótico. Así que todo apunta ahora a una prórroga larga que obligaría a los británicos a participar en las próximas elecciones europeas de mayo.

En medio del caos político absoluto, sus señorías tienen previsto realizar el próximo lunes votaciones –legalmente no vinculantes–sobre las alternativas al pacto que resultaron más populares en la sesión que tuvo lugar el pasado miércoles. Ninguna consiguió mayoría, pero las que tuvieron más apoyos fueron la convocatoria de un referéndum para ratificar cualquier eventual acuerdo y la negociación de una unión aduanera con la UE. Y por increíble que parezca, tampoco se descarta que May haga un cuarto intento. «Hay más trabajo que hacer, pero vamos en la dirección correcta», señaló un portavoz de Downing Street.