Rusia

Envenenado dos veces y vivir para contarlo

Pese a los ataques recibidos, el activista Kara-Murza promueve sanciones contra el Kremlin

La lucha de un opositor ruso contra Putin
La lucha de un opositor ruso contra Putinlarazon

Pese a los ataques recibidos, el activista Kara-Murza promueve sanciones contra el Kremlin.

En 20 minutos, la vida del opositor ruso Vladimir Kara-Murza (Moscú, 1981) se vino abajo. El 26 de mayo de 2015, mientras estaba reunido con un grupo de disidentes rusos en Moscú, comenzó a sudar inesperadamente y a vomitar mientras sufría taquicardias. Los médicos rusos no pudieron identificar la causa, pero las pruebas hechas en un laboratorio francés más tarde sugirieron que había sufrido un envenenamiento binario con dos toxinas desconocidas administradas por separado. El segundo envenenamiento ocurrió en febrero de 2017. Kara-Murza fue ingresado con un coma inducido tras sufrir los mismos síntomas que tuvo dos años atrás. Los médicos que le salvaron la vida le dijeron que no sobreviviría a un tercer intento.

«No sé ni quién ni cómo ni dónde ocurrió, pero sí por qué me envenenaron», aseguró Kara-Murza en una entrevista con LA RAZÓN realizada en la Cumbre de Ginebra de Derechos Humanos, donde recibió el premio por su valentía en la lucha a favor de la democracia en Rusia, un país acostumbrado al envenenamiento de muchos de sus ciudadanos, como ha sucedido recientemente con el ex espía Serguei Skripal y su hija.

Kara-Murza es una voz incómoda en el Kremlin. Para los estándares del régimen ruso podría ser incluso un traidor. Su enérgico discurso contra la que considera una élite rusa corrupta y autoritaria fue clave para que el Congreso de Estados Unidos aprobara en 2012 la Ley Magnitsky, que impuso sanciones contra funcionarios rusos acusados de violar los derechos humanos. Otros cinco países han adoptado la misma normativa, entre ellos Canadá, Reino Unido y Estonia. Kara-Murza fue amigo del líder opositor Boris Nemtsov, asesinado en Moscú a balazos en 2015. Actualmente es miembro de la fundación Nemtsov y vicepresidente del movimiento Open Rusia, impulsado por el ex magnate en el exilio Mijail Jodorkovski para forjar una oposición unida capaz de hacer frente a Putin.

Él desmiente que Putin sea un líder sólido dentro de Rusia. «Es un estereotipo aceptado en Occidente, pero un líder fuerte no encarcela opositores ni censura medios. Además, los sondeos en un país autoritario no tienen valor. La gente no está bien informada y responde con miedo. Pese a su victoria, la famosa popularidad de Putin no ha sido contrastada ni una sola vez en unas elecciones libres y justas con oponentes de verdad. En Rusia teníamos a dos grandes líderes opositores en las últimas. Uno está muerto, Nemtsov, y el otro, Alexey Navalni, inhabilitado». Admite que en su país no hay posibilidad real de cambio ahora mismo porque las elecciones no son limpias: «Pero no queremos revoluciones, Rusia ya ha tenido bastantes. Queremos una transformación pacífica y democrática. El problema es que el régimen de Putin ha eliminado cualquier posibilidad de cambio constitucional y la única opción es la calle».

Tras dos envenenamientos y después de haber instalado a su familia en EE UU, Kara-Murza se niega a tirar la toalla y prefiere seguir con su actividad frenética por medio mundo. «Sabemos que ser opositor del régimen de Putin es una vocación peligrosa. Muchos han sido detenidos, envenenados, asesinados o forzados a abandonar el país. El mejor regalo que le podríamos hacer a Putin es rendirnos. Y no lo vamos a hacer. Nos merecemos algo mucho mejor que un régimen corrupto liderado por un ex funcionario de la KGB. Si nos limitamos mirar y no hacemos nada seremos cómplices». También cree necesario aumentar las sanciones contra los altos funcionarios, pero rechaza «castigos colectivos contra la población», matiza. «Esa gente viola los derechos fundamentales de la democracia. Roban en Rusia y se lo gastan en Occidente. Durante mucho tiempo, los países occidentales daban la bienvenida a los ricos rusos, incluido España, pero en los últimos ocho años hemos trabajado con diputados de muchas naciones para convencerles de que impongan sanciones. Seguimos hablando con legisladores de muchos países para que envíen un mensaje muy claro a esa gente».