Accidente aéreo
¿Es cada vez más peligroso viajar en avión?
Pese a la percepción social hay una tendencia a la baja en el número de accidentes aéreos en las últimas décadas
Pese a la percepción social hay una tendencia a la baja en el número de accidentes aéreos en las últimas décadas
El titular de este artículo tiene varias respuestas. Las cifras frías indican que el año pasado murieron en el mundo 898 personas en 122 accidentes aéreos, mientras que en 2014 fueron 1.328 personas (en 121 accidentes), según el Bureau of Aircraft Accidentes Archives. En 1980 fallecieron 2.203 personas y en 1990 el número bajó a 1.631. Existe, por tanto, una tendencia a la baja en el número de siniestros en las últimas décadas. Volar nunca fue tan seguro como en la actualidad, al menos así lo dicen las estadísticas y muchos analistas.
Entonces, ¿por qué existe cada vez una mayor alarma social y la percepción de que volar es más peligroso? Los expertos consultados consideran que más allá de lo que indican las estadísticas y del hecho innegable del aumento del número de trayectos (3.500 millones de personas volaron en 2015 en 37,6 millones de vuelos), ha surgido una tipología nueva de siniestros aéreos que son más llamativos y convulsionan la sensibilidad del público. Los casos más dramáticos han sido la tragedia de Germanwings provocada por un piloto desequilibrado, la misteriosa de-saparición de un avión en Malasia en 2014 y el derribo por un misil de un avión comercial en Ucrania en plena guerra.
También hay otro dato que está cambiando las percepciones. En 2015, once de los 16 accidentes fatales en aviones de pasajeros se produjeron en fase de crucero. «Antes era al revés –explica Gustavo Barba, vicedecano del Colegio Oficial de Pilotos de Aviación Comercial–. El mayor número de accidentes se producían en fase de despegue y aterrizaje».
También hay variables nuevas relacionadas con los cambios geopolíticos y la inestabilidad en determinadas zonas, relacionadas en algunas partes con el terrorismo y la guerra, que afectan a la aviación, como pudiera haber sucedido con el avión que se estrelló ayer en el mar Egeo.
El transporte aéreo se ha vuelto más complejo que nunca. Es más moderno y automatizado y, al mismo tiempo, está creciendo a un ritmo brutal en lugares como Asia y Oriente Medio. «También hay más pilotos», añade Barba, «pero el nivel de su formación y conocimiento no va a la par con la expansión del tráfico aéreo. Los pilotos de antes tenían más experiencia y conocimiento. Ahora son más rápidos y trabajan con un sistema más automatizado, pero cuando falla el ordenador les falta capacidad de respuesta. Hoy, por ejemplo, es muy difícil reconducir un avión manualmente debido a la complejidad técnica. Y hay fallos que ni siquiera los propios ingenieros fabricantes se esperaban. Lo que sí es cierto es que el porcentaje de que ocurran esos fallos es muy limitado». El piloto, además, se maneja en un contexto más complejo que excede las competencias técnicas. «A veces surgen problemas entre los pasajeros, problemas políticos y de seguridad, situaciones que requieren otras soluciones. Y hoy en día el piloto no está recibiendo ese tipo de formación», añade.
Barba aclara que los accidentes en fase de crucero ocurren por la pérdida de control en vuelo, bien ante una situación meteorológica muy adversa, bien porque falla un sistema esencial del avión. En ambos casos, el piloto no es capaz de controlar el aparato. «Para este tipo de siniestralidad se requiere un entrenamiento especializado que no se ha hecho hasta ahora», indica el vicedecano, quien también apunta como el hecho más grave para la seguridad aérea «la falta de cualificación de los inspectores de las aeronáuticas que controlan las normas de seguridad», dice citando informes de la Organización Internacional de Aviación Civil.
Pedro Cerrato, antiguo ingeniero de Aena, considera que el aumento del tráfico aéreo ha generado una mayor exposición a los accidentes. También hace hincapié en la falta de mantenimiento de los aparatos y apunta a las líneas aéreas de bajo coste. «El ‘low cost’ se consigue con menos mantenimiento, y esto, entre otras cosas, incide en la siniestralidad», asegura. Ante el accidente del avión egipcio, Cerrato aventura la posibilidad de un fallo de sustentación de la aeronave por una masa de aire caliente que habría provocado una caída acelerada del avión hacia el mar.
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