Política

Irán

Estados Unidos e Irán se dan una última oportunidad

Washington accede a prolongar las conversaciones que deben concluir en un pacto nuclear preliminar. Los últimos flecos encallaron el acuerdo cuando todas las partes lo daban por hecho

El jefe de la Organización de Energía Nuclear, Ali Akbar Salehi (en el centro), a la salida de un encuentro con el grupo 5+1, ayer en la ciudad suiza de Lausana
El jefe de la Organización de Energía Nuclear, Ali Akbar Salehi (en el centro), a la salida de un encuentro con el grupo 5+1, ayer en la ciudad suiza de Lausanalarazon

Washington accede a prolongar las conversaciones que deben concluir en un pacto nuclear preliminar. Los últimos flecos encallaron el acuerdo cuando todas las partes lo daban por hecho

No pudo ser en el plazo señalado, el 31 de marzo, pero Washington accedió ayer a negociar otras 24 horas el acuerdo nuclear con Irán. Mientras se apuraba el plazo en Lausana, la Casa Blanca se mostraba en la noche de ayer a a favor de ampliar un día más el plazo, pero pidió «serios compromisos» a Teherán y no cerró la puerta a dar por muertas las conversaciones. «No tiene sentido que, si hemos estado en un intercambio serio con la otra parte, interrumpamos abruptamente las negociaciones», aseguró el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest. Si algo ha caracterizado la última ronda de negociaciones maratonianas para pactar con Irán ha sido el factor sorpresa. Hasta el último segundo de esta carrera a contrarreloj todo era imprevisible. Nadie se atrevía ayer a conjeturar sobre un inminente acuerdo marco para desbloquear diez años de desencuentros diplomáticos y paso definitivo hacia un pacto final. El inesperado viaje de ida y vuelta del jefe de la diplomacia rusa, Sergei Lavrov, a Lausana, o el anuncio repentino de los ministros de Exteriores de Alemania y de Francia, Frank-Walter Steinmeier y Laurent Fabius, respectivamente, de suspender su reunión bilateral en Berlín para extender una vez más su estancia en la ciudad helvética pusieron en suspense a las reuniones a puerta cerrada.

Todas las miradas estaban puestas en el regreso de Lavrov, que antes de subir a su avión privado en Moscú señaló que las perspectivas de la última fase de la ronda final de negociaciones «no son malas, yo incluso diría que son buenas». El jefe de la diplomacia rusa llegó por la tarde al hotel Beau Rivaghe Palace de Lausana para incorporarse a la fase final de las negociaciones en la que participaron el grupo de ministros de Asuntos Exteriores de seis grandes potencias (EE UU, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania) y su homólogo iraní, Mohamed Yavad Zarif.

«Ahora se puede anunciar con suficiente confianza que los ministros alcanzaron un acuerdo en los principales temas», manifestó Lavrov en declaraciones a la prensa rusa. Nada se oyó al final de la jornada de forma oficial de la delegación de Estados Unidos, liderada por el secretario de Estado, John Kerry, quien ha estado en Lausana desde el pasado jueves, en un intento de impulsar las negociaciones con los iraníes. El Departamento de Estado se limitó a anunciar que el presidente, Barack Obama, fue informado por el equipo de Kerry vía vídeo-conferencia sobre lo sucedido en el último día de la cumbre.

El acuerdo final paralizaría el enriquecimiento de uranio, impondría a Irán obligación de informar sobre lo hecho hasta ahora, llevaría a Rusia toneladas de uranio enriquecido y establecería un sistema muy intrusivo de inspecciones a cargo de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) durante un plazo de 10 años, con el objetivo de detectar cualquier incumplimiento al menos un año antes de que Irán pudiera producir la bomba.

A cambio se levantarían progresivamente las sanciones a Irán, se desbloquearían 100.000 millones de dólares congelados en el extranjero y se permitiría volver a usar el sistema financiero internacional, casi lo más importante. El desahogo económico permitiría a Teherán reintegrase al juego de la geopolítica regional, donde es mucho lo que puede influir en Irak, Siria, Líbano, Yemen o con grupos como la milicia chií libanesa Hizbulá y Hamas. La comunidad internacional quiere evitar, por su parte, que Irán se haga con los conocimientos y materiales para una bomba nuclear, algo que los portavoces iraníes siempre han negado.

Sin embargo, los expertos del Organismo Internacional de Energía Atómica, que investigan ese programa desde 2003, no logran dar garantías sobre las intenciones iraníes. Tanto Washington como la UE, Israel y los países árabes quieren evitar esa posibilidad y el riesgo que llevaría consigo una nueva potencia nuclear en la convulsa región de Oriente Medio. La duración de un eventual acuerdo ha sido uno de los grandes impedimentos que ha separado a las partes y retrasado la firma del acuerdo.

Los plazos que se barajaban anoche son entre 10 y 15 años de duración, un periodo de tiempo después del cual la comunidad internacional exige además garantías adicionales de que Irán no pueda desarrollar tecnología nuclear militar. Asimismo, las modalidades de un eventual levantamiento de las sanciones internacionales, sobre todo las de Naciones Unidas, ha sido otro de los asuntos sensibles que ha dividido a los negociadores estos meses.

También se debatió ayer cómo proceder con el material fisible producido hasta ahora por Irán y cómo limitar el programa de enriquecimiento de uranio, la materia prima para combustible atómico pero también para fabricar armas nucleares. En declaraciones a la agencia de noticias iraní Fars, el portavoz de la Organización de Energía Atómica de Irán (OEAI), Behruz Kamavandí, señaló ayer que las diferencias técnicas persisten pero que «el movimiento es para adelante, aunque lento».

Otro de los puntos clave de la negociación ha sido el número de centrifugadoras para enriquecer uranio que Irán podría mantener tras la firma de un acuerdo, una parte también esencial del debate. El número de centrifugadoras podría pasar de las 10.000 actuales a una cifra en torno a 6.000.

Los estadounidenses desconfían del compromiso iraní

Según una encuesta publicada ayer por «The Washington Post», los estadounidenses respaldan mayoritariamente a su presidente, Barack Obama, de cara al inminente pacto nuclear, pero desconfían de que los iraníes cumplan su palabra. Aproximadamente, dos de cada tres ciudadanos de EE UU apoyan la idea de llegar a un acuerdo con Irán que limite el programa nuclear de los ayatolás a cambio de la supresión de sanciones a la república islámica. Sin embargo, casi seis de cada 10 encuestados confiesan no estar seguros de que este pacto evite que Teherán desarrolle armas nucleares. La opinión de los ciudadanos va en consonancia con su ideología política. Así, mientras que los que se definen como demócratas apuestan por el consenso, los votantes republicanos se muestran más reacios a pactar. Aun así, éstos también superarían, según la encuesta del diario norteamericano, a los republicanos que se niegan a negociar con Teherán, que suponen el 43 por ciento, frente al 47 que sí lo aprueba. Sin embargo, el número de congresistas republicanos que se oponen frontalmente a «dar alas» económicas a Irán tras el levantamiento de sanciones superaría el 60%. Esta división en el seno del Congreso de EE UU quedó reflejada durante el viaje de Benjamin Netanhayu a Washington a principios de marzo. El «premier» israelí, invitado por los conservadores, ofreció un discurso ante los legisladores del Capitolio en el que alertó de los peligros que conllevaría cancelar las sanciones económicas que golpean a Teherán. Unas palabras que cayeron como un jarro de agua fría entre los demócratas. Es más, ni Obama ni su jefe de la diplomacia, John Kerry, hicieron un hueco en sus agendas para recibir al mandatario israelí durante su paso por la capital de EE UU. Un clima de tensión que sin duda ha empañado la recta final de las negociaciones.