
Francia
Francia entra en la era post Macron con Le Pen en primera línea
Entre mociones de censura y condenas judiciales, el país se adentra en un ciclo clave hacia las presidenciales de 2027 mientras celebra el 14 de julio en medio de la incertidumbre

Hace un año Francia se disponía a celebrar su Fiesta Nacional en medio de una grave crisis política tras las elecciones legislativas, sin gobierno y en la antesala de los Juegos Olímpicos. La endiablada aritmética parlamentaria que dejaron aquellos comicios persiste a día de hoy en una situación de inestabilidad que vuelve a marcar los festejos del 14 de julio, pero con dos novedades importantes que podrían alterar el tablero político del país en el corto plazo.
La primera es que Macron ya sí podría convocar de nuevo elecciones legislativas al haber pasado un año desde las anteriores, el plazo marcado por la Constitución e intentar resolver de esta forma una eventual moción de censura al gobierno del centrista François Bayrou que lleva ocho superadas pero que tendrá su prueba de fuego con la apertura del nuevo curso político y la más que posible sanción a sus líneas presupuestarias. Un ejecutivo que sigue dependiendo de que Le Pen no una sus votos a los de la izquierda en caso de moción.
La líder de Agrupación Nacional sigue disponiendo del botón nuclear para derrocar a Bayrou como ya hizo con su antecesor, el conservador Michel Barnier, el pasado mes de diciembre. Pero la otra novedad es su complicada situación judicial, que en los últimos días se ha visto considerablemente agravada. A su condena a cinco años de inhabilitación política por malversación de fondos europeos conocida el pasado mes de marzo se le añaden ahora otras dos investigaciones.
El pasado miércoles una veintena de policías armados de la Brigada financiera y dos jueces de instrucción entraron en la sede de la Agrupación Nacional en búsqueda de pruebas sobre la presunta financiación irregular de las campañas electorales de 2022 (elecciones presidenciales) y 2024 (europeas y legislativas) del primer partido de la oposición en Francia en el marco de una investigación judicial abierta el año pasado tras una denuncia de la Comisión Nacional de Cuentas de campaña y financiamiento político.
La justicia sospecha de préstamos concedidos por ricos militantes al partido y a sus candidatos en los últimos años y también de facturas supuestamente infladas para aumentar el reembolso estatal al partido de Le Pen. La otra investigación vuelve a llegar de Bruselas. Un informe del Parlamento Europeo que acusa ahora al grupo que integra el Reagrupamiento Nacional y sus aliados europeos de haber gastado "indebidamente" un crédito de 4,3 millones de euros que se les concedió entre 2019 y 2024 para estrictamente financiar su funcionamiento político.
Según este documento, revelado en Francia por Le Monde, el monto habría terminado en dos sociedades de dos allegados a Le Pen, su exconsejero, Frédéric Chatillon y su esposa, Sighild Blanc. A este complicado panorama judicial para la ultraderechista hay que añadirle un nuevo revés que llegaba también esta semana. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos declinaba por unanimidad el recurso sobre la aplicación inmediata de su ilegibilidad que había presentado Le Pen en dicha instancia. La corte estimó que "la existencia de un riesgo inminente de carácter irreparable sobre un derecho protegido por la Convención no ha sido establecido". Un nuevo varapalo desde Estrasburgo.
La llave para hacer caer al gobierno
Lo paradójico de este escenario es que el momento más duro en lo judicial para Le Pen llega cuando más poder acumula respecto al futuro inmediato de Francia. Con 143 escaños, la formación ultraderechista tiene la llave para hacer caer al gobierno aunque su posición de fuerza parece enturbiada por su manejo de fondos europeos y su condena judicial. Esta dicotomía va a marcar la agenda política de los próximos meses en Francia y el partido calibra cuál es la mejor estrategia para confrontar su relato político.
Tras los registros en la sede de Agrupación Nacional del pasado miércoles, Jordan Bardella, presidente de la formación y delfín de Le Pen, volvía a agitar la tesis de la conspiración. "Una nueva operación de acoso. Un ataque grave al pluralismo y a la alternancia democrática" sentenciaba Bardella en X. Pero lo cierto es que en Agrupación Nacional aún recuerdan el fiasco del intento de movilizar a sus seguidores tras la condena del pasado mes de marzo cuando apenas 3000 se dieron cita en una plaza de París, cifra muy por debajo de las expectativas.
Aquel episodio hizo cuestionar a los dirigentes de la formación ultraderechista si presentarse como víctima de un sistema forjado entre la Justicia francesa y los pasillos de Bruselas era la mejor estrategia para encarar el futuro. El partido, que suele enarbolar la bandera del orden y la ley como principios sagrados, podría caer en una deriva antiinstitucional con fantasmas como el Capitolio o Brasilia en la memoria colectiva, pero muchos expertos dudan que lo que funcione para Trump o Bolsonaro lo haga en Francia.
Se abren numerosas preguntas sobre la estrategia que va a seguir la formación en los próximos meses, tanto en la calle como en la Asamblea Nacional y de la que va a depender la estabilidad política en Francia. Por lo pronto, el curso político que se abre en septiembre vendrá marcado por la campaña de las municipales y regionales de 2026, una especie de antesala a las presidenciales de 2027.
El fallo de recurso se conocerá en 2026
Será el primer test para comprobar la erosión que todas las causas abiertas con la Justicia causan a Le Pen. Inmediatamente después, en el verano de 2026 se dará a conocer el fallo del recurso con el que Le Pen quiere suspender su condena por inhabilitación y de ello dependerá que pueda concurrir o no a la carrera por el Elíseo en 2027. En caso de confirmarse la inhabilitación, la formación ultraderechista tendría que activar de inmediato su plan B lanzando a Bardella a la carrera presidencial. Hasta entonces, la formación parece destinada a presentar un cartel bicéfalo con ambos, aunque sigan asegurando que su único plan sea Le Pen.
Con un Macron centrado en la escena internacional para no quemarse más en la doméstica, el resto de formaciones también comienzan a moverse de cara a su sucesión. Una de las principales incógnitas a despejar es la de si el macronismo seguirá sin Macron, es decir, si alguna figura podrá tomar el relevo del presidente para aglutinar un hipercentro que retenga el poder. El joven exprimer ministro Gabriel Attal, que no esconde sus ambiciones, parece el mejor posicionado para ello. Pero en caso contrario, podrían volver a emerger los dos partidos tradicionales noqueados desde la llegada de Macron: Los Republicanos y el partido socialista.
Por parte de la derecha y a día de hoy, es el ministro del Interior, Bruno Retailleau, el que más opciones parece tener. Por la izquierda aún habrá que resolver si es posible una candidatura común excluyendo a la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, condición que muchos socialistas ponen en interno para secundar un nombre de común acuerdo con ecologistas y comunistas. El nombre del eurodiputado Raphaël Glucksmann, anclado en la socialdemocracia y muy crítico con Mélenchon es el que más voto podría concentrar en una izquierda que parece muy atomizada.
En cualquier caso, los sondeos conocidos durante los últimos meses siguen dando a Le Pen una ventaja considerable de alrededor del 30% de intención de voto en la primera vuelta. Una luna de miel que las causas judiciales podrían acabar frustrando para desgracia de quien lleva tanto tiempo intentando acceder al Elíseo.
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