Elecciones en Estados Unidos
Fuego cruzado sobre el director del FBI
Un intento de violación cuando era niño llevó a James Comey a estudiar Derecho. Cree en la ley y resiste estoico las críticas por investigar a Clinton.
Un intento de violación cuando era niño llevó a James Comey a estudiar Derecho. Cree en la ley y resiste estoico las críticas por investigar a Clinton.
Mientras los demócratas halagaban en los últimos meses al director del FBI, James Comey, miembros del Partido Republicano buscaban en el pasado para entender qué le ocurría a un conservador como él. Consideraban que no era lo suficientemente duro con la Administración Obama, y para colmo cerró en verano el caso de los «emails» de Hillary Clinton por falta de evidencias: una «traición» en toda regla de este durante años votante republicano que contribuyó a las campañas presidenciales de John McCain y Mitt Romney en 2008 y 2012, respectivamente.
Ahora, una decisión suya ha vuelto todo del revés. La repentina reapertura del caso de los correos de la candidata demócrata ha conmocionado la campaña y ha puesto todos los focos sobre él. Es aplaudido por Trump y odiado por los demócratas, que temen que su carta al Congreso del viernes, en la que informaba de la existencia de nuevos correos electrónicos en el «caso Clinton», pudiera costar la Presidencia a su candidata. A la cabeza de las críticas se encuentra el senador Harry Reid, líder de la minoría demócrata en la Cámara Alta. Reid escribió ayer una carta en la que advierte de que podría haber violado la Ley Hatch, «que prohíbe a los funcionarios del FBI utilizar su autoridad para influir en las elecciones. Debido a sus actividades partidistas, puede que haya roto la ley». La fiscal general, Loretta Lynch, también se enfrenta a Comey, ya que le dio la orden de no enviar la carta a los líderes del Congreso.
Una rápida investigación
A la lista de críticas demócratas se añadieron las de Eric Holder (al frente de Justicia entre 2009 y 2015) y Alberto Gonzales, fiscal general del republicano George W. Bush, con el que Comey tuvo un enfrentamiento en 2004, cuando Gonzales se presentó en el hospital donde el entonces fiscal general, John Ascroft, estaba ingresado en la UCI para hacerle firmar una extensión del controvertido plan de escuchas de Bush. Allí, Ascroft, con Comey a un lado de la cama, se negó a firmarla por considerarla ilegal. Sólo la Casa Blanca acudió ayer en su ayuda al asegurar que no cree que la investigación influya en la campaña.
Ante el revuelo, el Departamento de Justicia se comprometió ayer a acelerar la nueva investigación sobre los correos de Clinton. En una breve carta enviada a legisladores demócratas, Justicia aseguró que trabajará de cerca con el FBI para «tomar las medidas necesarias lo más rápidamente posible», aunque no detalla cuáles serán esas iniciativas.
Comey, confirmado como director del FBI en 2013 por abrumadora mayoría en el Senado (93 votos a favor y uno en contra), concluye su mandato oficialmente en 2023, pero son muchos los que piden su cabeza por no medir las consecuencias de su polémica decisión. Pero la reacción de este católico de origen irlandés es una incógnita. Su duro pasado y su experiencia en cargos de responsabilidad podrían haberle hecho inmune a los ataques.
Comey se licenció en Química y Religión, y después estudió en la Universidad de Derecho de Chicago. Fue un suceso traumático que sufrió con su hermano de adolescente el que le hizo decantarse por el estudio de la Ley. Fueron atacados por el famoso «violador de Ramsey», que entró en su casa de Nueva Jersey. Los dos hermanos se escondieron en el baño y se escaparon por la ventana. Después llamaron a la Policía. Tampoco es ajeno a enfrentarse a la maquinaria Clinton. Es la tercera vez que los investiga con el caso de los correos electrónicos. La primera, a mediados de los noventa, en el «caso Whitewater», donde revisó las alegaciones de que el ex presidente había formado parte de unas operaciones inmobiliarias fraudulentas en Arkansas. No se presentaron cargos, pero la investigación llevó al escándalo Lewinsky. La segunda fue en 2002. Era fiscal federal e investigó el perdón de Clinton al financiero Marc Rich, que hizo donaciones a la Biblioteca Clinton y a la campaña al Senado de Hillary.
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