Diplomacia

Gibraltar desoye a EEUU y libera al petrolero iraní

La Casa Blanca exigía su retención. El Tribunal Supremo del Peñón autoriza al buque «Grace I» a zarpar tras recibir garantías de que no entregará el crudo a Siria.

Imagen del petrolero «Grace I» en medio de la niebla en aguas gibraltareñas / Ap
Imagen del petrolero «Grace I» en medio de la niebla en aguas gibraltareñas / Aplarazon

La Casa Blanca exigía su retención. El Tribunal Supremo del Peñón autoriza al buque «Grace I» a zarpar tras recibir garantías de que no entregará el crudo a Siria.

El Gobierno de Gibraltar dio ayer luz verde para que el petrolero iraní «Grace I» abandone el Peñón tras recibir garantías de Teherán de que la carga de crudo que transportaba no será desembarcada en Siria. El 4 de julio, las autoridades gibraltareñas –ayudadas por un destacamento de la infantería de marina británica– detuvieron frente a sus costas al tanquero de bandera panameña, bajo sospecha de que transportaba crudo iraní con destino a la república árabe, lo que sería una violación de las sanciones de la UE contra algunas entidades e individuos sirios. Gibraltar y Reino Unido insistieron en que actuaron legalmente, pero Teherán calificó el episodio como «piratería» y acusó a Londres de seguir órdenes de Washington.

Según «Gibraltar Chronicle», el Ejecutivo de Fabian Picardo tenía pruebas documentales sólidas de que el «Grace I» se dirigía a Siria cuando fue apresado. Con todo, ahora ha recibido garantías por escrito del Gobierno iraní de que los 2,1 millones de barriles de crudo que transporta no serán desembarcados en Siria.

EE UU pidió ayer el embargo del petrolero, pero, según el responsable de Justicia del Peñón, Anthony Dudley, Washington no había presentado ninguna solicitud formal ante los tribunales. Dos semanas después de que las autoridades gibraltareñas detuvieran a «Grace I», Irán apresó el petrolero británico «Stena Impero» en el estrecho de Ormuz, por el que transita una quinta parte del petróleo que se consume en todo el mundo, creando una importante crisis diplomática entre Londres y Teherán. Desde entonces, se había especulado sobre un intercambio de barcos. De ahí que la decisión de ayer del Peñón fuera en parte esperada.

No obstante, durante horas el Departamento de Estado intentó «in extremis» que Reino Unido mantuviera secuestrado el petrolero iraní. El intento se enmarca en los esfuerzos de EE UU para «reducir a cero las exportaciones de petróleo de Irán y privar al régimen de su principal fuente de ingresos». No en vano el propio Mike Pompeo manifestaba hace unas semanas que cualquier país o entidad que interactúe o colabore con Irán deberá «hacerlo con la debida diligencia y actuar con precaución».

¿Aviso a navegantes? Sin duda, pero el viejo socio británico, aunque necesitado más que nunca de la solidaridad estadounidense en tiempos del Brexit, apurado ante la previsible inminencia de negociar un tratado comercial en un futuro no lejano, no tenía más remedio que actuar conforme a las resoluciones judiciales.

Todo esto con el recuerdo muy fresco del derribo por Irán de un sofisticado dron del Ejército de EE UU, el RQ-4 Global Hawk, y los ataques sobre barcos en el estrecho de Hormuz entre mayo y junio. Los responsables de la política exterior de EE UU no han llegado a pronunciarse sobre este último revés, mientras que las autoridades de Gibraltar sí habían confirmado que la Casa Blanca presentó una serie de acusaciones con el fin de asegurar que el barco permaneciera varado. Picardo aseguró que las autoridades competentes estudiaban la solicitud. Qué otra cosa podían hacer, si el Gobierno de Trump redobló hace apenas un mes sus sanciones contra Teherán. De hecho, el 24 de junio anunció que ya no permitirá renovar los permisos de los ocho países que aún podían comprar petróleo iraní. Una medida destinada a golpear la economía de los ayatolás por otros 50.000 millones de dólares. Algo así como el 40% de la precaria financiación de un país en el chasis, pero todavía respaldado por aliados como Rusia, con la que comparte intereseses en la región.

La imparable batería de sanciones impuestas por EE UU a Irán desde que abandonó de forma unilateral el acuerdo firmado por la anterior Administración incluye castigos económicas contra el presidente de Irán, militares y diplomáticos y miembros del Gobierno, como el ministro de Exteriores, Javad Zarif. El propio Zarif, en cuanto tuvo conocimiento de la solución adoptada por Reino Unido, describió la acción de Estados Unidos como «intento de piratería». «Al no haber logrado sus objetivos a través de su terrorismo económico», añadió, «incluida la privación de medicamentos a los pacientes con cáncer, Estados Unidos intentó abusar del sistema legal para robar nuestras propiedades en alta mar».

Cuando a finales de junio Trump anunció las nuevas sanciones, había insistido en que «el líder supremo de Irán es uno de los responsables de la conducta hostil del régimen y supervisa los instrumentos más brutales del régimen, incluida el de la Guardia Revolucionaria». Pero la dialéctica de calibre grueso parece haber alimentado las turbulencias en el estrecho de Ormuz.