Londres

Gina Miller: «Reino Unido está perdiendo el alma como país»

Entrevista / Gina Miller, empresaria. Puso en jaque al Gobierno de May al lograr que la Justicia le obligara a obtener el permiso del Parlamento para activar el Brexit. Ahora vive amenazada de muerte

Gina MIller, empresaria
Gina MIller, empresarialarazon

Puso en jaque al Gobierno de May al lograr que la Justicia le obligara a obtener el permiso del Parlamento para activar el Brexit. Ahora vive amenazada de muerte.

Han puesto precio a su cabeza: 6.000 euros a quien la meta «en el cubo de la basura». La han llamado «orangután» y «puta». Todo por pedir ante los tribunales que el Gobierno de Theresa May cumpliera la ley y solicitara la aprobación de Westminster antes de activar formalmente el Brexit. En un fallo histórico, el Tribunal Supremo, máxima autoridad judicial del Reino Unido, le dio la razón. La Cámara de los Comunes ha votado esta semana el proyecto de ley con el que se quiere sacar al país de la Unión Europea. El texto pasa ahora a la Cámara de los Lores. Con el debate han vuelto las amenazas de muerte, pero Gina Miller, nacida en la Guayana británica hace 51 años, no se acobarda. Todo lo contrario. «Ante las adversidades siempre me he crecido», dice. Sentada en el despacho de su propio fondo de inversiones, SMC Private, transmite seguridad. Pero esa fuerza no la ha adquirido precisamente en el selecto barrio de Chelsea. Las amenazas de muerte le han obligado a cambiar sus rutinas. No coge el transporte público ni tampoco sale los fines de semana. Pero hay algunos momentos de luz. Sin tapujos ni miedos, Miller explica a LA RAZÓN la situación política de su país y los riesgos que acarrea ahora aliarse con Trump.

–¿Le ha merecido todo la pena aunque al final haya Brexit?

–Nunca quise revocar el Brexit, así que todo ha merecido la pena desde el punto de vista de que se ha preservado la democracia. El problema es que lo haya tenido que hacer yo al no existir oposición en la política británica. Tenemos un sistema muy disfuncional y creo que ya no hay una democracia verdadera. Si yo no hubiera actuado, no se ha habría preservado el «statu quo» ni la ley. Al mismo tiempo, me siento frustrada. Empleé mi tiempo y mi dinero y he recibido amenazas para que los diputados, que son los que representan al ciudadano, pudieran debatir realmente qué significa el Brexit. Y ninguno de ellos lo ha hecho. He mirado en el parlamento cuánto tiempo ha durado cada debate en las últimas semanas y el más largo ha sido el referido a los perros en la acera. Esto demuestra lo absurdo que está siendo todo.

–¿Le sorprendió que el Supremo dijera que el Gobierno central no estaba obligado a consultar al Parlamento escocés y a las asambleas de Gales e Irlanda del Norte?

–Me quedé muy sorprendida. La ley que hace referencia a la devolución de poderes dice que si la gente va a ser afectada por una decisión tomada en Westminster, el Gobierno de Belfast debe ser consultado, e Irlanda del Norte va ser la nación de Reino Unido más afectada por el Brexit. Los norirlandeses van a tener de nuevo fronteras reales. El proceso de paz está amenazado.

–¿Ve factible otro referéndum de independencia en Escocia?

–Lo veo más probable cuanto más nos acerquemos al Brexit duro porque van a sufrir las consecuencias. Estoy empezando incluso a recibir emails de apoyo de gente que votó por salir de la Unión Europea, pero que me dice que nunca votó por dejar el mercado único.

–Durante el debate en la Cámara de los Comunes, el Gobierno ha logrado pasar su proyecto de ley intacto. No se ha aprobado ninguna enmienda, ni siquiera la que pedía garantías para los 2,8 millones de europeos que residen actualmente en Reino Unido...

–El Gobierno ha sido muy inteligente en la manera en que ha redactado el proyecto de ley, es muy sinuoso. Entiendo la preocupación que existe porque no se ha informado de nada. Hay quien dice que los que estaban aquí el 23 de junio se podrán quedar, otros que tienes que haber vivido al menos cinco años... Está muy mal que el Gobierno esté utilizando esto como un as en la manga para las negociaciones con Bruselas. Estamos hablando de la vida de la gente. Theresa May no puede decir que depende de cómo vayan a ser tratados los británicos que están viviendo en Europa. No creo que una cosa dependa de la otra. Es tan sólo un ejemplo de que en ningún momento se ha pensado qué repercusiones va a tener el Brexit para el ciudadano de a pie.

–El Ejecutivo dice que su estrategia está en el Libro Blanco que ha publicado, donde se apuesta por la salida del mercado único.

–El Libro Blanco es un sinsentido. Este tipo de documentos normalmente incluyen un análisis de la situación, el impacto que va a tener, la valoración de costes, el cómo se van a mitigar los efectos negativos... Pero nada de eso aparece en el texto del Gobierno. Sólo son promesas políticas. No hay valoración por ninguna parte. Y ningún diputado lo ha denunciado.

–¿Cree que el líder de la oposición laborista debería dimitir?

–Sí, porque la oposición tiene que estar ahí para que el Gobierno rinda cuentas y no hace nada. Me pareció además un error absoluto que Corbyn impusiera disciplina de voto a los suyos. El voto debería haber sido secreto porque en el momento que algún diputado se ha opuesto a cualquier cosa ha sido señalado por un sector de la Prensa y ha comenzado a recibir amenazas.

–¿Es cierto que se ha ofrecido ahora a trabajar con Theresa May?

–Por mi trabajo tengo experiencia en negociar en la UE para conseguir los mejores acuerdos para los servicios financieros en Reino Unido. Y creo que en este sentido, May debe hablar con expertos en la materia. Además, no me gusta el tono que se está empleando. No podemos ir a allí pensando que tenemos el mismo peso que 27 países juntos. Hasta ahora, lo que hemos hecho es casi amenazar: que si vamos a bajar los impuestos, que si vamos a ser paraíso fiscal, que preferimos un no acuerdo a un mal acuerdo... Cuando tú vas a una negociación tienes que saber quién tiene el poder en la mesa. Si tienes enfrente a 27 países y tú vas con exigencias... No es la actitud.

–No le gusta, por tanto, el estilo de May como primera ministra...

–Hasta ahora no ha dicho nada porque lo que está haciendo es ganar tiempo. Nadie sabe lo que va a pasar en Europa este año. Hay muchas elecciones que pueden cambiar la UE considerablemente. Tampoco sabemos cuál va a ser la actitud de Trump con la OTAN y Rusia. Y May está dejando pasar el tiempo porque lo que quiere es permanecer en el poder.

–¿Cree que May tiene la obligación moral de convocar elecciones?

–Es muy importante pensar en elecciones generales. Primero, porque es una líder que no ha sido elegida. Segundo, porque necesitamos más manifiestos políticos sobre lo que significa dejar la UE. Sería bueno si otros partidos pudieran explicar sus propuestas para salir del bloque porque obligaría a tener ese debate que no hemos celebrado aún sobre qué implica dejar la UE. Sin embargo, no creo que se convoquen elecciones, al menos no antes de abril de 2018, que es cuando entra en vigor la nueva división de los distritos electorales. Y con la oposición laborista actual, seguramente tengamos a los conservadores las dos o tres próximas elecciones. Eso básicamente significa que vivimos en una dictadura. Si no hay oposición efectiva, no hay escrutinio y hay un solo partido estatal...

–¿Valora presentarse a las próximas elecciones?

–No sobreviviría en la política. Esa idea de que tienes que seguir la disciplina de partido y no puedes expresar lo que tú piensas que es correcto... Soy la persona que soy por todo lo que he tenido que pasar y por cómo me educó mi padre.

–¿Cómo se ha tomado la City el abandonar el mercado único?

–Hay gente que, pensando que el Brexit duro es una mala idea, es como si hubiera cambiado de opinión de la noche a la mañana. Es como si hubieran tirado la toalla.

–¿Los bancos no van a irse a otras capitales europeas?

–Lo que me frustra de la City es que no parece entender las implicaciones de abandonar la UE y de regirnos sólo por los términos de la Organización Mundial del Comercio. Ya no será cuestión de las tarifas, la pesadilla real vendrá con toda la burocracia, el papeleo... Pero efectivamente hay mucha gente que está pensando en irse o mover gran parte de su plantilla. Sobre todo los bancos americanos, que están esperando a ver cómo actúa Trump, porque dependiendo de lo que decida con el sistema financiero quizá ya no les interese estar en Europa.

–¿Cómo ve esa relación especial entre May y Trump?

–La posición del Gobierno británico es de pura desesperación. Si apostamos por el Brexit duro tendremos que hacer negocios hasta con el diablo.

–¿No le parece entonces adecuada la visita de Estado de Trump?

–Nunca antes se había invitado con tanta premura a un presidente de EE UU. No es que no sepamos qué presidente va a ser Trump, es que además sabemos que lo que ha hecho hasta ahora es dividir a su país y rodearse de gente con posturas muy a la derecha. Estamos perdiendo nuestra alma como país. Y eso no es bueno.

–Mucha gente opina que ahora Reino Unido y EE UU están unidos por el rechazo al inmigrante, ¿se siente usted inmigrante?

–La verdad es que nunca me había sentido inmigrante, hasta ahora. En los últimos meses he visto una parte del Reino Unido que no sabía si quiera que existía. Pensaba que ya había desaparecido. Es muy triste ver cómo hemos tirado por la borda 40 años de progresos, que la tolerancia que creía que estaba ahí ya no está. Ahora se acepta ser no respetuoso, ser discriminatorio o abusivo. Y nunca pensé que ese fuera el Reino Unido en el que estaba viviendo. Yo no me siento inmigrante, pero sí percibo cómo otros me ven como inmigrante.

–¿Nunca ha pensado dejar todo?

–Nunca he sido de abandonar y menos ahora. Al cumplir los 50 años prometí que me iba a portar mal en la próxima década, ponerme al límite y dar lo máximo de mí misma. Cuando una mujer cumple los 50, está en su mejor momento, más libre que nunca. Sabe qué es lo que quiere y sabe en lo que es buena.

El perfil

La «viuda negra» de las finanzas

Con 13 años ya trabajaba y se disfrazaba de adulta para que los servicios sociales no supieran que ella y su hermano, dos años mayor, vivían solos. A los 21 se casó y se quedó embaraza de una niña que nació con daños cerebrales. Después limpió casas y vendió tarjetas de teléfono para costearse la carrera. Su segundo marido, Jon Maguire, la maltrató y ahora es feliz al lado de su actual pareja, Alan Miller. Ha creado una fundación para pedir transparencia financiera, por lo que en la City la conocen como la «viuda negra».