Crisis económica
Guerra contra los grandes emporios y la vieja clase política
Moon les culpa de manejar los hilos del poder y generar desigualdad social y paro
«Construiré una nueva nación, una Corea orgullosa, y seré su orgulloso presidente», declaró el recién elegido líder del país Moon Jae In al conocerse los sondeos a pie de urna. Una ardua tarea para la que primero deberá cumplir con las promesas hechas a un indignado electorado que ha depositado sus esperanzas de cambio en este ex abogado.
Entre ellas, la de acabar con la connivencia de los grandes conglomerados financieros del país –conocidos como «chaebol»– y la clase política. Una relación que fue clave para el despegue económico del país en los años 70 y que, tras permitir acumular una ingente cantidad de poder económico a estos grupos, terminó siendo la causa de que la nación cuente hoy en día con una de las desigualdades económicas más significadas de todo Asia.
De hecho, los cuatro principales emporios económicos del país, –Samsung, Hyundai Motor, Sk y LG– suponen la mitad de todo el valor de las compañías que participan en la Bolsa local y, según el FMI, el 10% de los más ricos acumularon el 45% de los ingresos en 2013. Pese a que aquellos tratos de favor ayudaron al rápido crecimiento que Corea del Sur experimentó entre los años setenta y noventa y que sacó de la pobreza a un estado devastado por la guerra, en la actualidad no gozan de popularidad entre una población que soporta jornadas laborales semanales de 68 horas y cuenta con una tasa del 10% de desempleo entre los menores de 30 años.
Por eso, mientras la ciudadanía espera que se cumplan las medidas anunciadas contra estos emporios, el vencedor de las elecciones, consideradas por muchos el culmen tras el escándalo de corrupción de la anterior presidenta y de las masivas protestas que le siguieron, tratará de restaurar la unidad nacional y abordar otros problemas económicos que afectan a los ciudadanos, tales como acabar con la brecha salarial entre hombres y mujeres o crear más de 800.000 puestos de trabajo en el sector público.
«Los surcoreanos no confían en el Gobierno, así que el próximo presidente y su administración deberán hacer frente a este tema y a la urgencia de implementar reformas que garanticen la erradicación de la corrupción y la reconfiguración de la relación entre el ámbito político y el económico», declaró a este diario Maria Rosaria Coduti, profesora de Derecho Internacional en la Facultad de Políticas de la Universidad de Bolonia.
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