Caracas
Hacia una única Venezuela
Con intervalos de 30 minutos, los teléfonos del palacio de Miraflores no cesan de repicar a partir de las 6 de la tarde, porque los Jefes de Estado del denominado cartel del ALBA se afanan por la estabilidad y salud del Gobierno de su mecenas Nicolás Maduro, quien desde hace unas semanas padece de insomnio a causa de las molestias que le vienen causando miles de estudiantes. Universitarios y estudiantes para reclamar al Gobierno que cese la represión y la asfixia presupuestaria contra las casas de estudios superiores, la inseguridad ciudadana, el secuestro de los poderes fácticos, la falta de vivienda, la inoperancia de los centros de salud, la grave crisis económica que diezma los anaqueles de los supermercados en los alimentos básicos, por la ausencia de unas divisas que no aparecen por ningún lado.
Venezuela padece una endémica enfermedad cuya raíz es el corto plazo en el proceso del desarrollo de políticas públicas -cuando existen- que no toman en cuenta al ciudadano ni la sociedad, sino que son un traje a la medida de quien despacha desde el palacio presidencial. Esa nefasta teoría es aplicable a toda Iberoamérica. Tenemos un crecimiento sostenido regional promedio del 5%, aunque se basa en la exportación de materias primas, e importamos un 68% de lo que necesitamos y no producimos. Los índices de pobreza pasan del 60% y contradictoriamente abultamos las arcas de los países industrializados al sacar anualmente mas de 34.000 millones de dólares en capitales que deberían reinvertirse en la región.
Por la ley de los pesos y contrapesos que permiten la sostenibilidad de las democracias latinoamericanas, el pragmatismo regula las relaciones entre gobernantes y gobernados y es aquí donde aparecen signos peculiares de populismo, donde el accionar gubernamental responde a cálculos netamente partidistas de exclusión, y la dádiva a los más desposeídos construye una red de sumisión que no permite un regreso ni libertad para salir de la miseria, sino lazos de reciprocidad que se visualizan en votos en los procesos electorales.
Problemas estructurales
Venezuela tiene problemas estructurales desde la década de los ochenta del siglo pasado debido al alto nivel de desigualdad. Se une la anarquía en la gobernanza a partir de los noventa con la debilidad institucional de los poderes públicos, el fomento de la tesis de la antipolítica alimentada, entre otros sectores, por los grandes medios de comunicación social provoca un rechazo de la sociedad a la acción partidista que interpretando el grado de frustración, el teniente coronel Hugo Chávez inteligentemente canaliza y lo erige como el líder de una inmensa masa que grita por un mesías, un vengador y conquistador que promete paz, seguridad, lucha contra la corrupción y una amplia inclusión del hombre común.
A todo esto, los gobiernos del continente se muestran neutrales y barajan sus cartas de acuerdo a los vientos que soplan desde Caracas. Factibilizan la doctrina donde prevalecen los intereses sobre los principios y, a lo largo de los años, acomodan sus estrategias promoviendo alianzas tácticas que robustecen sus mercados a cambio de solidaridades en organismos multilaterales que se han convertido en clubes de presidentes y no en tribunas de pueblos y ciudadanos.
Medidas drásticas
Es urgente la solidaridad con Venezuela de Iberoamérica para estructurar espacios que propicien el diálogo que garantice un modus vivendi, donde los oficialistas y la disidencia entiendan que la hoja de ruta para superar la crisis económica, política y social pasa por reconocerse, permitir la pluralidad de pensamiento, y consensuar las drásticas medidas que hay que poner en práctica, sin hacer cálculos electorales o buscar atajos fuera de la Constitución. La Conferencia Episcopal Venezolana es un punto de encuentro y la Santa Sede trabaja en la misión de promover la concertación en conjunción con países amigos de Venezuela y de su Gobierno o de los que comparten valores y principios basado en la paz, la fraternidad y la solidaridad.
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