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Hollande, «el africano»

La Razón
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Hace poco más de tres meses, François Hollande declaraba en Dakar que la «Françafrique» era cosa del pasado. Era una muestra más de su alejamiento del discurso y de las políticas de su antecesor. Sin embargo, la intervención militar francesa en Mali parece lo contrario: una continuidad de aquello que animó a Sarkozy a actuar en Libia y en Costa de Marfil en 2011. Mali ha sido presentada como una guerra «inevitable» por los franceses, siendo ellos mismos los que se encargaron de que estuviera en la agenda de las principales organizaciones desde el año pasado. Se hablaba de que la posible intervención en el país africano serviría como modelo para futuros conflictos en una era post-Afganistán. Se presumía un cambio hacia una mayor implicación de los actores regionales, a menos botas occidentales sobre el terreno y a un apoyo logístico desde atrás de las grandes potencias. Al final, Francia tomó la iniciativa como potencia occidental de la región. La fase aérea de la operación ha sido apoyada unánimemente, no así el despliegue de soldados. Se habla de improvisación y de que el número de efectivos es limitado, aunque haya sido suficiente para frenar el avance islamista. Además, estaba previsto que la fase en el terreno correspondiera exclusivamente a las tropas africanas de la Cedeao que no están preparadas para combatir. Otra cosa son las fuerzas de Chad –conocedoras del terreno– y de Argelia. La operación será larga y las consecuencias también. En Francia intoxicará las cuentas y los debates sobre el nuevo Libro Blanco de la defensa, que deberá ajustar prioridades estratégicas y presupuesto. Y en EE UU crece la incertidumbre sobre cuál debe ser su respuesta a una crisis que se asocia a Bengasi y a los errores estratégicos de Obama en la región. Y España, que acude junto a otros países para apoyar una misión nueva, con dinámicas erróneas del pasado.