Hungría
Hungría reta a la UE con una consulta sobre los refugiados
Encabeza la rebelión del este contra la política migratoria de la UE. La votación de hoy le dará legitimidad para oponerse a las cuotas.
Encabeza la rebelión del este contra la política migratoria de la UE. La votación de hoy le dará legitimidad para oponerse a las cuotas.
Ahora que Reino Unido ya tiene un pie fuera de la UE, los países del este se disponen a relevar a Londres como campeones del euroescepticismo. Hungría, Polonia, Eslovaquia y República checa (el Grupo de Visegrado) han hecho frente común para obstruir las políticas de Bruselas que amenacen su soberanía nacional. Para el cuarteto, la Comisión debe renunciar a la iniciativa legislativa que le otorgan los tratados comunitarios y limitarse a ser comparsa del Consejo. Tras mostrar en el pasado reticencias a las iniciativas en política energética y cambio climático, el bloque del este se esfuerza por tumbar la política migratoria, especialmente el reparto de refugiados. «La Comisión no debería llevar una política de iniciativas propias que van en contra de los intereses de los países miembros. La migración es uno de esos temas», advierte el ministro de Exteriores húngaro, Janos Lazar.
Precisamente, Hungría y su primer ministro, el ultranacionalista Viktor Orban, protagonizan el último desafío a Bruselas con la convocatoria hoy de un referéndum sobre el reasentamiento de refugiados, contra el que Budapest y Bratislava han presentado sendos recursos ante el Tribunal de Justicia de la UE. Según este reparto, a Hungría, con diez millones de habitantes, le corresponden sólo 1.300 refugiados. A la espera del fallo, Orban, que acusa a la CE de «poner en peligro la cultura húngara y europea», busca que el respaldo ciudadano aumente su poder negociador en Bruselas. Unos ocho millones de húngaros con derecho a voto deben responder a: «¿Quiere que la UE disponga, sin el consentimiento del Parlamento, sobre el asentamiento de ciudadanos no húngaros en Hungría?».
Y es que la pureza étnica del país parece ser la mayor preocupación del Gobierno de Orban. En un encuentro con la Prensa, la embajadora húngara en Madrid, Eniko Gyori, explicó que «si otros países piensan que ellos sí quieren tener más gente de fuera no tenemos ningún problema en que lo hagan, si es que tienen problemas de mano de obra», pero «no pensamos que sea un futuro atractivo para Hungría cambiar la composición étnica del país». Lo cierto es que el plebiscito es visto por los analistas más como un asunto interno con el que Orban persigue dividir a la debilitada oposición de cara a las elecciones de 2018. Algo que ya ha conseguido. Mientras el partido oficial Fidesz y el ultraderechista Jobbik (segunda fuerza parlamentaria) piden el voto por el «no», sólo el Partido Liberal, con un diputado de 199, hace campaña por el «sí» como un voto a favor de Europa y la izquierda aboga por boicotear la consulta.
Y es que en la participación radica la incertidumbre, ya que todos los sondeos conceden al «no» una amplia victoria. Al menos el 50% del censo debe votar de forma válida para que la consulta sea legal. De ahí que las ONG y el partido humorístico el Perro de Dos Colas pidan arruinarla con papeletas con caricaturas. Ivett Korosi, periodista del diario «Népszabadság», anticipa a LA RAZÓN que, «aunque fracase el referéndum, Orban lo venderá como un triunfo, ya que, si, por ejemplo, vota el 30%, la inmensa mayoría lo hará en contra de la llegada de refugiados». En opinión del analista político Attila Juhász, el éxito del referéndum podría llevar a otros países de la región a seguir los pasos de Hungría: «El Gobierno quiere ir más allá con su política de desestabilización de la UE al tratar de contagiar a otros Estados miembros».
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