Atentados terroristas en Bruselas

La cara oculta de Fayçal Cheffou

Las incógnitas sobre el arresto y posterior puesta en libertad del que fue identificado como el «terrorista del sombrero» cierran el capítulo más negro del sistema judicial y la seguridad belgas.

Policías belgas apuntan a un coche después de que este atropellara a una mujer en Molenbeek ayer
Policías belgas apuntan a un coche después de que este atropellara a una mujer en Molenbeek ayerlarazon

Las incógnitas sobre el arresto y posterior puesta en libertad del que fue identificado como el «terrorista del sombrero» cierran el capítulo más negro del sistema judicial y la seguridad belgas.

En los días posteriores a los atentados de Bruselas que se cobraron 32 vidas el pasado 22 de marzo, una de las expresiones más utilizadas por la Prensa internacional para calificar a Bélgica fue la de «Estado fallido». Aunque sea evidente lo exagerado de esta apelación para un país democrático cuya calidad de vida ya quisieran los habitantes del resto de la UE, no es menos cierto que estos ataques han aumentado las dudas sobre el sistema judicial, la gestión de la seguridad y la capacidad de integración del país que alberga las sedes de las instituciones europeas y del cuartel general de la OTAN. Si aún resulta inexplicable cómo el hombre más buscado de Europa tras los atentados en París, Salah Abdeslam, pudo campar a sus anchas por la capital comunitaria durante más de cuatro meses hasta su detención, otro individuo, relacionado con el propio Abdeslam, podría encarnar perfectamente todas las incoherencias belgas criticadas a raíz de los ataques perpetrados en el aeropuerto internacional de Zaventem y en la estación de metro de Maelbeek. Se trata de Fayçal Cheffou, ahora en libertad pero que fue detenido y considerado durante varios días «el hombre del sombrero», el tercer terrorista del aeropuerto de Zaventem cuya carga explosiva escondida en una maleta no hizo detonar.

Cheffou fue arrestado dos días después de los ataques junto a otros dos individuos cuando estaban dentro de un vehículo en las inmediaciones de la Fiscalía. Los medios dieron por bueno el parecido razonable con el sospechoso que se apreciaba en las imágenes captadas en el aeropuerto. Fue reconocido también por el taxista que había llevado a los atacantes a Zaventem e incluso el secretario de Estado de Asilo e Inmigración belga, el populista Theo Francken, le había tachado de «repugnante yihadista extremista» la mañana del martes 28, horas antes de que la Fiscalía informara de su puesta en libertad al entender que «los indicios no habían sido corroborados por la investigación en curso». Una liberación que sorprendió a todo el mundo, no ya por no ser finalmente el sospechoso del aeropuerto, sino por el perfil y el historial del propio Cheffou que han salido a la luz y que ya habían llamado la atención de las autoridades meses antes de los atentados. Este hombre de 30 años, que se autoproclama periodista independiente, era conocido entre antiguos compañeros de trabajo por ser una persona «con ideas negras que veía el mal en todas partes», según declaró un famoso locutor radiofónico belga. Por su parte, el alcalde de Bruselas, Yvan Mayeur, describió a Cheffou como un «radical agitador» y destapó su supuesta labor de captación de radicales en un parque de Bruselas al que llegaron decenas de refugiados el año pasado. Según aseguró Mayeur, Cheffou se dedicó entonces a «agitar a los refugiados y a pelearse con representantes de diversas organizaciones» para ayudar a los recién llegados, la mayoría sirios. El propio alcalde llegó a denunciar la situación, pero «el magistrado se negó a intervenir», explicó.

A Cheffou se le relaciona además con personas del entorno de Salah Abdeslam, así como de otros presuntos radicalizados, dos de los cuales serían trabajadores del aeropuerto. El diario belga «La Dernière Heure» aseguró que la Policía había interceptado un mensaje de uno de ellos a Cheffou indicándole que estaba «harto de la vida» y que quería «hacerse explotar». Su abogado, Olivier Martins, llegó a denunciar esta semana la «presunción de culpabilidad» que había pesado en la opinión pública sobre su defendido explicando, de paso, las llamadas telefónicas que Cheffou recibió en su domicilio la mañana de los ataques y que le servían de coartada al situarle lejos de Zaventem. De hecho, se le vio en el otro escenario de los ataques, en las inmediaciones de la estación de Maelbeek, minutos después del atentado. Varios testigos hablaron entonces de su comportamiento «extraño» que contrastaba con el estado de «shock» de las personas que se encontraban en el lugar. Esta situación se explica en parte por el hecho de que Cheffou reside precisamente a poco más de 200 metros de la Comisión Europea y a 400 metros de esa estación de metro. Durante los tres días siguientes a su puesta en libertad, varios periodistas aguardaron frente a su portal a la espera de una declaración que, hasta ahora, sigue esquivando. El dueño de una tienda situada a escasos metros de su vivienda aseguró a este diario no haberle visto nunca por allí.

Por último, llama la atención que la liberación de Cheffou se haya llevado a cabo pese a que sigue imputado nada menos que por asesinato terrorista. Su abogado confía en que se le retire la acusación en cuanto se revise el caso. Una libertad truncada durante horas puesto que Cheffou volvió a ser detenido este pasado miércoles. Fue denunciado por vecinos que le vieron trepar hasta un balcón de una vivienda que a la postre resultó ser de un amigo suyo que no estaba en el domicilio en ese momento.