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La Gran Guerra contada a través de las historias y las anécdotas cotidianas

Postal grabada en una corteza de abedul, en la que un soldado austríaco manda "saludos cordiales"desde un campo de prisioneros en Siberia
Postal grabada en una corteza de abedul, en la que un soldado austríaco manda "saludos cordiales"desde un campo de prisioneros en Siberialarazon

¿Cómo cambia la guerra a una sociedad? ¿Cómo se adaptan en el día a día niños, mujeres, soldados, la economía, el colegio?

¿Cómo cambia la guerra a una sociedad? ¿Cómo se adaptan en el día a día niños, mujeres, soldados, la economía, el colegio? Son historias cotidianas que se esconden tras la Historia de la I Guerra Mundial y que ahora reúne una exposición en Austria.

Contestar esas preguntas y acercar la intrahistoria de aquel conflicto es el argumento de la muestra que bajo el nombre de "Alborozo y Miseria. Vivir con la Gran Guerra"se presenta en el palacio de Schallaburg, a unos 100 kilómetros de Viena, hasta el 9 de noviembre.

"Queremos mostrar cómo vivía entonces la gente y qué pasó con ellos en esa guerra. Y, lo más importante, qué hace la guerra con la sociedad", explica a Efe el historiador Peter Fritz, unos de los responsables de la exposición.

Para ello, la muestra arranca presentando a 15 personas que vivieron la guerra y a los que esta transformó.

Niños, periodistas, oficinistas, obreros, granjeros de los principales países en conflicto que ponen voz a los millones de personas que vivieron la guerra y que guían al visitante a través de los 1.00 objetos, muchos de ellos cedidos por particulares, reunidos para profundizar en el conflicto.

"No hay una historia de la I Guerra Mundial. Hay esas miles de verdades que pasan al mismo tiempo", detalla Fritz a Efe.

Ese paseo por las historias de la Gran Guerra comienza recordando que la globalización no es algo tan nuevo y que en 1914 el comercio internacional y los medios de comunicación ya dibujaban un mundo muy parecido al actual, moderno y desarrollado, pero al mismo tiempo marcado por una fascinación militarista y nacionalista.

A partir de ahí, la exposición plantea tres preguntas esenciales: ¿Cómo cae una sociedad moderna en la guerra? ¿Cómo se adaptan las personas, la sociedad al conflicto? ¿Y por qué la masacre se prolonga pese a que pronto quedó claro que ningún bando podía vencer?

La respuesta a esta tercera cuestión es, según Fritz, que desde el poder se le dice al pueblo una y otra vez que solo hay que aguantar un poco para vencer al enemigo.

La descripción del día a día en la guerra es narrada a través de objetos y anécdotas cotidianas.

Así, conocemos al cabo August, al que su reloj de bolsillo le salvó la vida al desviar una bala.

O podemos ver la guitarra que el soldado Anton se llevó al frente del Este y en la que se ven las firmas de sus compañeros de compañía.

Manuales militares con consejos para evitar enfermedades venéreas, listas de precios por servicios de prostitución o postales con "saludos cariñosos"enviados por prisioneros de guerra son algunos de los objetos que describen la cotidianeidad en la guerra.

Se pueden ver juegos infantiles dedicados a la guerra, dibujos escolares con escenas del frente o una redacción de un austríaco de 12 años que ejemplifica el adoctrinamiento patriótico que se impuso en los colegios.

"Sobre Dover lanzamos 39 bombas que provocaron muchos incendios y explosiones. Murieron 30 personas y 89 resultaron heridas de gravedad", describe el alumno J. Kiberl en su trabajo de 1916 "Cómo realicé un ataque nocturno sobre Londres con mi zeppelín".

La visita repasa cómo la economía tuvo que adaptarse a una guerra que nadie previó sería tan larga, describe las protestas civiles, los crímenes de guerra, las batallas fuera de Europa, de los espías y de informes policiales sobre el malestar de la población.

Aunque la exposición se para poco en las armas que se estrenaron en este conflicto, impresionan los modelos anatómicos, radiografías y fotos de época que muestran sus brutales efectos.

También se explica una nueva patología, la neurosis de guerra, que en el mundo germano se llamó "temblor de guerra"y que se trataba con métodos tan expeditivos como los electroshocks.

Otra nueva arma, la propaganda, es analizada mediante numerosos carteles dedicados a la defensa de la patria o a demonizar al enemigo.

"Nosotros los bárbaros", es el irónico título de un cartel alemán en que compara la superioridad germana respecto a Francia e Inglaterra en alfabetización, premios Nobel o libros publicados.

La muestra se detiene también en la manipulación que la prensa hizo del conflicto, tanto ocultando las derrotas como inventando crímenes al enemigo.

Una de las últimas estaciones de la guerra se titula "Fin sin paz", en la se adelanta ya que el fin de la Gran Guerra fue la antesala de un conflicto aún más destructivo, la II Guerra Mundial.

"En todas las partes hubo insatisfacción", explica Fritz sobre el final de la Gran Guerra. "Mucha gente se puso el uniforme en 1914 y mentalmente no se desarmaron hasta 1945", describe.

La exposición incluye un "laboratorio de conflictos"que analiza los nueve pasos que llevan desde el choque de opiniones inicial al intentar destruir al contrario a toda costa, un proceso aplicable tanto una pelea de patio de colegio a una guerra mundial.