Política

Hamburgo

La incorrección del candidato Steinbrück

Los socialdemócratas recurren al descaro para agitar la campaña. Confían en el alto índice de indecisos para reducir la derrota que anticipan los sondeos

La incorrección del candidato Steinbrück
La incorrección del candidato Steinbrücklarazon

Los socialdemócratas recurren al descaro para agitar la campaña. Confían en el alto índice de indecisos para reducir la derrota que anticipan los sondeos

Como un presagio de mal augurio, la lluvia estival arruinó los carteles biodegradables del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) dos días después de haberlos presentado. La anécdota es sólo una muestra de la mala suerte que ha acompañado al principal partido de la oposición desde que hace un año designó al ex ministro de Finanzas Peer Steinbrück como su candidato a la Cancillería.

El «efecto Steinbrück» y la posibilidad de que socialdemócratas y verdes pudieran volver a la Cancillería duró poco. El elegido tuvo que dar pronto explicaciones de los 1,2 millones de euros que había ganado en tres años dando 320 conferencias y asesorando a empresas. Para muchos votantes socialdemócratas resultó chocante que el defensor de la justicia social fuera uno de los diputados más ricos.

Su verbo fácil y su lengua afilada tampoco contribuyeron a mejorar la imagen pública del candidato del SPD. Y es que, en vez de ser noticia por sus propuestas, Steinbrück, apodado «Peerproblema» y «Peerlusconi», ocupaba titulares por decir que la canciller estaba mal pagada, que Merkel se beneficiaba del «plus de ser mujer» o que nunca bebía una botella de vino de menos de cinco euros. Como resultado, un 25% de los votantes socialdemócratas desea otro candidato y un 33% votaría a Merkel. Fiel a su máxima «soy lo que pienso», el aspirante del SPD ha sacudido la campaña posando esta semana para el suplemento del diario «Süddeutsche Zeitung» haciendo una peineta para mostrar que no le importan las críticas.

Lo cierto es que su partido tampoco se lo ha puesto nada fácil a Steinbrück, que se ha visto obligado a renunciar a su programa centrista e imponer un giro a la izquierda. El candidato se ha convertido en el rehén de la guerra interna entre las diferentes corrientes del partido, que bajo el mandato de Gerhard Schröder emprendió la más importante reforma del Estado de Bienestar alemán. La «Agenda 2010» explica la actual bonanza económica de Alemania, pero también costó a los socialdemócratas la pérdida de nueve millones de votos entre 1998 y 2009. Un duro trago para el partido más grande y antiguo de Alemania, que preside doce de los dieciséis «länder» y gobierna las principales ciudades. Según Edgar Wolfrum, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Heidelberg, «el propio SPD se aleja de sus propios éxitos en el Gobierno».

Aprovechando el impulso que le dio su buena actuación en el cara a cara televisivo contra Merkel del 1 de septiembre, Steinbrück aumenta los ataques contra la canciller, a la que acusa de «no saber manejar el dinero» y ahogar a los países mediterráneos con su política de austeridad. Consciente de que uno de cada tres electores no decidirá su voto hasta la víspera electoral, el SPD se ha lanzado a una campaña puerta a puerta en un intento desesperado de minimizar su derrota. Su estrategia es centrar la atención en los puntos básicos de su programa (el salario mínimo, la mejora de las pensiones, los alquileres asequibles o el aumento de las plazas de guardería). Asuntos sociales que interesan al electorado y que, oportunamente, la Unión Cristianodemócrata (CDU) ha sabido apropiarse. De ahí que el verdadero reto del SPD no sea prometer un cambio, sino diferenciarse de sus rivales.

De ministro ejemplar a presidenciable mediocre

Nacido en Hamburgo en 1947, Peer Steinbrück se afilió al SPD por su admiración al ex canciller Willy Brandt. Tras presidir el Gobierno de Renania del Norte Westfalia, fue nombrado en 2005 ministro de Finanzas en la gran coalición dirigida por Merkel, en su primer mandato. Su acertada gestión de la crisis financiera de 2008 le granjeó gran popularidad y le abrió las puertas de la candidatura socialdemócrata. Sin embargo, su falta de carisma y su lengua afilada lo alejan del elector medio alemán. Está casado y tiene dos hijas y un hijo.