Elecciones en Estados Unidos
La pesadilla del partido republicano
La temporada de campaña electoral, previa a las convenciones de los partidos republicano y demócrata de julio, está resultando realmente entretenida al tiempo que confusa. Existen marcadas diferencias a los dos «lados del pasillo» –entre republicanos y demócratas– en cuanto a sus políticas, así como en su tono. Los resultados del «supermartes» inducen diferentes tendencias entre los candidatos de cada partido, y cómo procederán a partir de ahora en sus campañas hasta llegar a sendas convenciones.
En cuanto a los demócratas, la ex primera dama, ex senadora por Nueva York y ex secretaria de Estado Hillary Clinton ha reforzado su proyección entre las bases demócratas, al consolidar su éxito en los resultados de anteayer. Al asegurarse la victoria en siete de los doce Estados en liza –con un amplio margen del 59% en Alabama o uno más estrecho, el 1%, en Massachusetts–, Clinton ha cambiado confiada su estrategia. Sanders ya no es su rival, sino que sus mensajes van directos a Trump. Ella se da a sí misma la nominación tras el éxito del «supermartes».
Sin embargo, analizando los resultados, es justo afirmar que el senador Sanders sigue gozando de una fuerza de oposición significativa. Él es, sin lugar a dudas, muy popular entre muchos sectores de la población estadounidense (jóvenes especialmente, que no quieren ni ver a Clinton), al tiempo que se esfuerza por seguir manteniendo un discurso político fuerte, quizá el único candidato que lo hace, haciendo hincapié en el cambio. Así que, aunque Hillary vaya en cabeza, no debe ignorar a Bernie, que ha ganado en cuatro Estados. Aunque ya hay voces que se cuestionan cuándo pactara la campaña de Clinton con la de Sanders para que éste abandone, parece que el senador quiere llegar hasta el final.
En relación a los conservadores, los resultados muestran grandes disparidades entre los candidatos en relación al número de Estados ganados. Trump triunfó en siete Estados; el senador de Texas Ted Cruz, en tres; y el senador de Florida Marco Rubio, en uno. Los otros dos candidatos, el gobernador de Ohio, John Kasich, y el neurocirujano jubilado Ben Carson, no consiguieron ninguno. Sin embargo, salvo Carson, todos los candidatos han declarado su determinación de continuar la campaña hasta la Convención Republicana, que se celebrará a mediados de julio, a pesar de los múltiples avisos de los estrategas republicanos anti Trump, que quieren unir fuerzas en torno a un candidato del «establishment» que desinfle al magnate.
La confusión y la preocupación que existe en las élites conservadoras que manejan los hilos del Partido Republicano es ahora triple. En primer lugar, porque la popularidad de Trump no responde a un perfil concreto. Cruza las líneas divisorias ideológicas de EE UU (republicanos, demócratas e independientes), también su nivel de estudios; rompe la división rural/urbanita, y la cuestión religiosa. Su éxito no responde a un patrón fijo de votante. En segundo lugar, el tono y los mensajes del magnate se han interpretado como racistas y xenófobos, por lo que corren el riesgo de alienar a los votantes negros contra ellos y es un apoyo que el partido necesita en las presidenciales. Para el «establishment» es vital la inclusión de este sector. En tercer lugar, Trump, a diferencia de sus competidores, sigue atrayendo a los votantes, aumenta su participación gracias a su lenguaje grandilocuente. Su carrera podría interpretarse más como un «reality show» de entretenimiento que como una campaña política. En su mensaje no hay propuestas concretas. Por ejemplo, no deja de asegurar que cuando llegue al poder se deshará del «Obamacare», pero no dice con qué lo sustituirá.
En resumen, si bien el «supermartes» confirma que hay claros favoritos en ambos bandos, no despeja la duda de si estos líderes lograrán la nominación, entre los republicanos especialmente, a la espera de lo que ocurra en marzo y abril.
*Profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Saint Joseph de Filadelfia
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